Libertad sin cargas

La reforma eléctrica de Sánchez y Ribera la pagas tú, no el Ibex

Pedro Sánchez y Teresa Ribera
La reforma eléctrica de Sánchez y Ribera la pagas tú, no el Ibex.
Moncloa

La Real Academia define el concepto de ‘transición’ como la “acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”. En el ámbito deportivo, por ejemplo, las transiciones entre defensa y ataque obligan a acomodar los equipos y pueden llevar su tiempo… o ser fulgurantes para aprovechar el ‘factor sorpresa'. Depende de los estilos de juego. En el montaje cinematográfico también hay diferentes fórmulas para acometer el cambio entre escenas, desde los fundidos a los encadenados, pasando por los simples cortes del plano. E incluso, en política, la Transición con mayúsculas acoge el feliz momento histórico en que la sociedad española realizó la travesía entre la dictadura del general Franco y la democracia forjada bajo el reinado de Juan Carlos I. Años después de que culminara ese proceso, el flamante Ministerio de Transición Ecológica ideado por Pedro Sánchez y dirigido por Teresa Ribera parece aspirar a redefinir el concepto que le da nombre. Y es que la ministra insiste en convertir el razonable lapso de tiempo que requiere nuestra economía para culminar el ‘giro verde’ en un chasquido de dedos, en un golpe de varita mágica, en un decir abracadabra. 

Desde esa perspectiva debe entenderse la reforma eléctrica puesta en marcha estos días por el mejor llamado Ministerio de Transformación Ecológica, que puede presumir de un curriculum imbatible a la hora de generar estos desconcertantes episodios. Entre los más significativos, cuando Ribera, allá por noviembre de 2018, puso fecha de caducidad a los vehículos que funcionan con combustibles fósiles, véase con gasolina y gasóleo, incluidos los híbridos. Un anuncio que no provocó precisamente el entusiasmo de los fabricantes y que el Ejecutivo ha acompañado desde entonces de numerosos mensajes sobre el inminente incremento de la tributación del diésel, medida incluida en el reciente Plan de Recuperación remitido a Bruselas. Cuando el varapalo se sustancie, los perjudicados serán los 13 millones de conductores que utilizan sus contaminantes vehículos para llegar a sus puestos de trabajo, se entiende que -valga la ironía- por el gusto de perjudicar al medio ambiente y porque se niegan a adquirir un flamante coche eléctrico pese a que casi los regalan en los concesionarios. Dicho de otro modo, el dogmatismo de los gobernantes rumbo de una futura Arcadia renovable golpea las carteras de las familias… hoy.     

En estos días, las nuevas tarifas eléctricas lanzadas por el Gobierno supondrán sin solución de continuidad una subida de la luz para los millones de hogares que no adopten las pautas de consumo que promueve el Ministerio. La ministra, siempre atenta, lo hace por nuestro bien; quiere incentivar el ahorro y concienciar a la población de que se conecte en las horas valle, en línea con las directrices comunitarias. Loable objetivo si no fuera porque la realidad laboral y profesional de un buen número de clientes no le permitirá adecuarse al plan Ribera. ¿O cómo podría un pequeño negocio en horas de apertura evitar el aire acondicionado en verano? ¿Acaso se espera que deje los aparatos encendidos por la noche para que el local al menos este fresquito tras levantar la persiana? Lo que le sucederá a este autónomo es, sencilla y llanamente, que tendrá que sumar a sus balances el coste de la subida. O que, andando el tiempo, tendrá que cerrar. O despedir a trabajadores. Eso sí, por el camino habrá contribuido a la toma de conciencia que busca la ministra tras ‘comerse’ toda la curva de aprendizaje. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol en el errático ‘modus operandi’ del departamento.

Subir la luz, una de las decisiones más impopulares para cualquier gobernante, debía enmascararse a toda costa; a ese maquillaje, a ese 'totum revolutum' regulatorio, se ha entregado la siempre obediente ministra Ribera

Sin embargo, en esta ocasión, un elemento adicional ha venido a cambiar el guion de la película… y a hacerla más intrigante. Y es que en paralelo a la modificación de las tarifas, el Ejecutivo ha vendido una ofensiva sin cuartel contra las compañías eléctricas, que se estarían embolsando una renta regulatoria indebida conocida como ‘windfall profits’. Se trata, en pocas líneas, de los beneficios que obtienen centrales eléctricas anteriores a 2005 que no emiten CO2 (hidráulicas y nucleares) y que se benefician de que en el mercado marca precio la tecnología más cara, actualmente afectada por la subida exponencial de los derechos del dióxido de carbono. No son pocos los que han denunciado durante años ese exceso, sin que los sucesivos gobiernos hayan hecho nada por erradicarlo. A partir de aquí, las preguntas. ¿Por qué acomete precisamente ahora Teresa Ribera su minoración, cual Claude Rains que acaba de darse cuenta de que en el Rick’s de ‘Casablanca’ se juega? ¿Por qué ni siquiera tiene el coraje de acabar con todos los beneficios caídos del cielo, incluidos los que se producen cuando el gas fija precio, y se limita a retocar los vinculados al CO2? Jorge Fabra, economista que hace más de una década ya alertó de la cuestión como consejero de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), estima que con la nueva norma apenas se acabará con un tercio de esos réditos extra.  

Por si fuera poco, el Gobierno también ha aprovechado para poner en marcha el denominado Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sistema Eléctrico, véase la herramienta con la que pretende sacar de la tarifa el coste de las primas renovables más antiguas para endosárselas a las empresas. Con el movimiento, el tándem Sánchez-Ribera alumbra una pinza perfecta. Por un lado, el varapalo a los ‘windfall profits’ golpea a Iberdrola -sobre todo-, Endesa y Acciona… y el nuevo fondo renovable a la línea de flotación de las Naturgy o Repsol. Todo sea por equilibrar el topetazo a los diferentes balances y dejar claro que, puestos a demonizar a las corporaciones, el Ministerio no hace distinciones. En el mensaje que quiere transmitir, ellas son al final las responsables de la subida de la luz como beneficiarios últimos de la utilización torticera de la regulación. Vamos, unos profesionales del trilerismo, aviesos ejecutivos siempre alerta para esquilmar a los desamparados usuarios. No es una presunción. “Los consumidores están pagando unos dividendos que van directamente a la cuenta de resultados”, dijo Ribera este viernes, añadiendo que la rentabilidad del sector eléctrico “está muy por encima de la de otros negocios a costa de los consumidores domésticos e industriales”. Unas palabras que dejan poco lugar a la interpretación. No es raro que, como publicó en este periódico Diego Crescente, las compañías se sientan traicionadas al quebrarse el calendario pactado con las firmas para, por ejemplo, el cierre de las nucleares. 

¿Qué ha cambiado en apenas semanas? No es difícil vincular el empuje que quiere escenificar el Gobierno con el resultado del 4-M y el destrozo en las urnas infligido al PSOE por Díaz Ayuso. De un plumazo, Sánchez y sus gurús han avistado, para empezar, que su discurso se había institucionalizado y no estaba llegando a los caladeros de voto tradicionales. Un frente que se ha abordado con una consciente radicalización del mensaje, al punto de que Pablo Iglesias estaría orgulloso de las dinámicas esbozadas desde su marcha. Desde los indultos a los presos del ‘procés’ a la demonización de las empresas -un clásico del líder moderado-, el Gobierno se ha puesto en ‘modo electoral’, tirando de ideología sin el menor rubor. Y subir la luz, una de las decisiones políticas más impopulares que puede acometer cualquier gobernante, debía enmascararse a toda costa; a ese maquillaje, a ese ’totum revolutum’ regulatorio, se ha entregado la siempre obediente Ribera. Por si fuera poco, quienes aconsejan a Sánchez también le han advertido de que, probablemente, el Gobierno carece hoy de los perfiles necesarios para dar la vuelta de tuerca y el cambio de tono que se precisa. Sin ir más lejos, porque no todos los miembros del Ejecutivo están de acuerdo con una medida como los indultos. Los perfiles económicos también están en el punto de mira. El presidente del Gobierno ha puesto la música en su particular juego de la sillas. Cuando deje de sonar, probablemente después del verano, no todos tendrán sitio. Se avecina, aquí sí, una transición.

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