OPINION

Rivera, entre el cordón sanitario al PSOE y el 'sorpasso' al PP... o la nada

La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, junto al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (EFE)
La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, junto al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (EFE)

Ciudadanos acababa de hacer público el fichaje de Silvia Clemente, expresidenta de las Cortes de Castilla y León con el PP, y el desembarco de Inés Arrimadas en Madrid como candidata al Congreso. Tras las incorporaciones y entre bambalinas, un alto cargo de la formación naranja dejaba claro que nadie tiene dudas en la casa de que esta vez es todo o nada, que es el momento de echar el resto después de que los éxitos electorales del pasado no hayan servido para tocar pelo en los gobiernos de más alcurnia. Y que incluso el partido de Albert Rivera está dispuesto a asumir los costes políticos de abrazar perfiles que llegan con un bagaje y quién sabe si con algún muerto en el arcón. Dicho lo cual, ”¿se contempla la posibilidad de pactar con el PSOE y con Pedro Sánchez en caso de que las cuentas salgan tras el 28-A?”, se le preguntó. “En ningún caso”, fue la tajante respuesta. “¿Y sin Sánchez? ¿Podría haber un gobierno PSOE-Ciudadanos en ese escenario?”, se le insistió buscando alguna grieta en el discurso. “No. Tampoco. Además, ese no es un planteamiento realista. No hay plan B en el Partido Socialista después de Pedro Sánchez. Al menos a día de hoy”, remachó para los mas incrédulos.

Paradójicamente, la contundencia del discurso en Cs contrasta con la percepción de buena parte de los votantes. No en vano y según la última encuesta de Metroscopia para Henneo/La Información, el ‘pentapartidismo’ que saldrá de los próximos comicios obligará a coaliciones cruzadas de distinto pelaje. Y dos son las que tienden a privilegiar los ciudadanos, ambas con el partido naranja como integrante clave. De hecho, un 46% de los electores vería con buenos ojos un pacto entre PSOE y Ciudadanos, mientras que un 44% también dice sentirse confortable con una entente entre Casado y Rivera. Lejos queda el mes de de febrero de 2016, cuando Sánchez aceptaba las condiciones de Cs -reforma constitucional con la supresión de los aforamientos y la despolitización de la justicia incluidas- y anunciaba un acuerdo de gobierno que finalmente dinamitó Podemos. Después de tres años, las posiciones no pueden estar más alejadas, un distanciamiento en el que los pactos del actual presidente del Ejecutivo con los soberanistas catalanes han jugado un papel sustantivo.

Cegada esa vía, la apuesta de Ciudadanos queda reducida al ‘sorpasso’ al Partido Popular como única fórmula para aglutinar desde la posición de timonel un ‘tripartito’ a la andaluza siempre y cuando la aritmética ayude. Por ahora, no obstante, ese escenario no está ni mucho menos garantizado. La citada encuesta, realizada entre el 11 y 13 de febrero, no solo deja a Cs a cinco puntos del PP (con un 15,4% de la estimación de voto frente a un 20,5%), sino que marca una tendencia claramente a la baja para los ‘naranjas’, desde el 20,8% de septiembre del año pasado. “Ciudadanos y Unidos Podemos estarían experimentando en este momento un apreciable descenso de su atractivo electoral”, constata el estudio, que destaca en todo caso la volatilidad del voto en el centro-derecho y la imposibilidad de vaticinar cómo evolucionará entre los tres partidos implicados. No en vano, Cs es la agrupación con un porcentaje de fidelidad más bajo y la que más pierde y recibe sufragios de los rivales.

En ese incierto marco, fuentes internas de la formación insisten en que los sondeos internos que manejan respaldan claramente ese 'sorpasso', y subrayan que es el PP quien no ha tocado todavía suelo tras la pérdida del poder y la refundación a manos de Casado. Precisamente por eso serán las huestes ‘populares’ la principal diana de Albert Rivera en campaña, dando por hecho que Vox ‘robará’ votos a un lado y a otro pero no comprometerá un cambio de guardia. De hecho, existe la convicción en todo el espectro de centro-derecha de que la agrupación de Santiago Abascal es más un remedo del ‘Tea Party’ estadounidense, que sirvió de embrión a la candidatura de Donald Trump, y no tanto una reedición de los partidos de ultraderecha europeos surgidos a la estela de Le Pen. Sus cesiones en Andalucía, a priori fáciles de arrancar por sus compañeros de viaje, avalan la garantía de llegar a acuerdos, por mucho que a veces implique tragar algunos sapos y tener que dar alguna explicación de más.

En esa vía de una única dirección, Ciudadanos aún no ha jugado sus bazas económicas. “Hay alguna medida estrella que no se ha presentado”, admite otro dirigente de la formación. Como otros partidos -véase el PP de Casado, que tenía previsto designar su ‘gurú’ económico tras las elecciones municipales-, Cs no tiene del todo resuelta su propuesta económica. Fuentes oficiales del partido insisten cada vez que se les pregunta en que Luis Garicano es el hombre, y que “tendrá que volver a Madrid desde donde esté para ser el ministro de Economía si llegamos a gobernar”. Otros en el partido, sin embargo, se quejan de que el programa para las generales está siendo elaborado por Toni Roldán y recuerdan que Garicano ha sido como el Guadiana en las decisiones importantes de la formación. Si la contienda es contra los partidos de derecha, Casado ya ha planteado una revolución fiscal que dejará el tipo máximo del IRPF por debajo del 40% y Vox es incluso más agresivo en sus propuestas tributarias. Ahí todavía se espera a Cs.

Dicen quienes conocen bien la casa que ésta entró en un ‘impasse’ de notables proporciones tras la moción de censura sacada adelante por Pedro Sanchez. En un momento en que todos los sondeos apostaban por Albert Rivera como alternativa de gobierno, el político catalán no supo jugar sus cartas. Su órdago a favor de expulsar al PP para convocar elecciones de forma inmediata, dio al PNV el empujón que necesitaba para apoyar al PSOE, ganar el tiempo que necesitaba para afrontar las urnas y, de paso, impedir la llegada a La Moncloa de un enemigo declarado como el propio Rivera, en tanto contrario al Cupo. Precipitación, candor, un liderazgo sin demasiada contestación, falta de estructura y de capilaridad… Todos los males que difumina la victoria aparecieron en la derrota, que como es bien sabido no tiene padrinos. Cs y su líder no pueden permitirse más experimentos con gaseosa, bajo el riesgo de palidecer y acomodarse en la intrascendencia. Quien abrace su candidatura el 28-A sabrá sin temor a ninguna a duda que su sufragio respalda un tridente de centro-derecha. No es poca cosa. A menudo se visitan los colegios electorales con menos certezas.

Mostrar comentarios