OPINION

Sánchez Crecepelos S.A.: lecciones a Rajoy sobre cómo venderse

Rajoy no hizo ninguna oferta a Sánchez tras su 'no' rotundo a apoyar la investidura de un Gobierno del PP
Rajoy no hizo ninguna oferta a Sánchez tras su 'no' rotundo a apoyar la investidura de un Gobierno del PP

Por las memorias de Mariano Rajoy (Una España Mejor, Plaza&Janés) transitan personajes clave de la historia del PSOE. Por ejemplo, el expresidente del Gobierno recuerda la reunión del 29 de mayo de 2014 en el Palacio de la Zarzuela en la que se decidió comunicar la abdicación del rey Juan Carlos el ya histórico día 2 de junio. Allí estuvo presente el fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, que acababa de sufrir una auténtica debacle electoral en las elecciones europeas. Nunca fue pacato Rajoy a la hora de alabar la altura de miras del exsecretario general socialista. Más crítico es, no obstante, con Pedro Sánchez, de quien recuerda su intransigencia a la hora siquiera de plantear cualquier tipo de acuerdo poselectoral. “Todavía hoy me llama la atención aquella actitud, aquella insólita y rotunda negativa, ya no a pactar, sino sencillamente a escuchar mi propuesta. Yo he tenido enormes discrepancias con otros dirigentes políticos a lo largo de mi vida, pero nunca rechacé el diálogo con ellos”, reflexiona el político gallego. Dicho lo cual, con peores o mejores relaciones, PP y PSOE son claves para el entramado institucional y la historia del país en las últimas décadas. Y sorprende que a la presentación la semana pasada del libro de Rajoy no acudiera una representación del Partido Socialista… y de cierta alcurnia. Y eso que, según fuentes próximas al evento, se intentó ‘in extremis’ atraerlos a la causa.

Por las páginas de ‘Una España mejor’ tampoco abundan las menciones a medios de comunicación. La relación del expresidente del Gobierno con las élites de la información siempre fue distante y carente de complicidad. Nunca se terminó de entender en el sector el desinterés de Rajoy en diseñar un grupo afín, como sí habían cortejado anteriores jefes del Ejecutivo, o, en su defecto, de alentar operaciones de concentración que podrían ir en su propio interés. Ajeno a cualquier intriga, delegó esa relación en la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Cuentan quienes estuvieron cerca de él en Moncloa que recibió puntualmente a ejecutivos, como, por ejemplo, al expresidente de Prisa Juan Luis Cebrián en los estertores de este al frente de la editora de ‘El País’. Es difícil rastrear que de esos encuentros saliera beneficio alguno para el interlocutor, más allá de encontrarse con las preguntas de cortesía y los silencios del expresidente. En consecuencia, no es de extrañar que a la presentación de las memorias tampoco acudieran reconocidas figuras de la comunicación, primeros ejecutivos de los grupos o directores de periódico, como sí ha sucedido habitualmente en otros eventos de ese jaez. Nunca hubo ‘feeling’. No se podía esperar nada diferente.

En cambio, Rajoy sí se extiende en su libro en cuestiones internacionales como el Brexit. “Cameron fue uno de los primeros en dar la batalla para que la Unión Europea empezara a tomar conciencia de la importancia de la cuestión de la inmigración como uno de los ejes donde se jugaba su propia razón de ser ante los ciudadanos (…) Sin embargo, no me parece que estuviera acertado en la convocatoria de los referendos de Escocia y del Brexit, y así se lo pude decir en alguna ocasión”, refiere el documento. El francés Hollande, Angela Merkel -a la que dedica elogios notables por su falta de ego y de concitar el interés de los focos- o Donald Trump también son objeto de sus recuerdos, entre otras insignes personalidades. Sin embargo, en el evento celebrado el pasado miércoles en la Fundación Rafael del Pino, no era fácil detectar la presencia de políticos internacionales arropando al exlíder 'popular', o acaso de embajadores extranjeros en representación de los mismos. Como si no fuera con ellos.

Eso sí, arroparon a Rajoy sus ‘sospechos habituales’. Los que hicieron la travesía del desierto por los gobiernos de Zapatero desde un despacho de Génova. Y de algo pueden presumir. Por ejemplo, la reforma laboral de Fátima Báñez -cuya compañía en el Arahy la famosa tarde de la moción de censura rememora Rajoy- está permitiendo crear empleo con crecimientos por debajo del 2%, todo un logro para la economía española. Del mismo modo, el plan de pago a proveedores de Cristóbal Montoro tuvo el mérito de acabar con impagos que acumulaban cientos de días de retraso en sectores como la Sanidad y comunidades autónomas como la valenciana. Sin contar con que, indirectamente, dinamizó la economía en el momento más duro la crisis. Puede que ninguno de esos políticos -incluidos la propia Sáenz de Santamaría o los hermanos Nadal- pudieran ganar hoy un concurso de popularidad y el propio Rajoy explica las razones cuando admite que “la corrupción en el PP ha sido nuestro talón de Aquiles”. Empero, las reformas que apadrinaron tampoco deben hacerse de menos a la hora de explicar el largo ciclo de crecimiento que ya atesora la economía mientras los países de nuestro entorno sufren comparativamente más.

Hubo una época en que cualquier ‘western’ que se preciara debía incluir algunos tipos básicos, desde el dueño del salón al cajero del banco pasando por el forajido fugado de la cárcel o el charlatán que ofrece crecepelos falsos. Desde que el PP inauguró la temporada del plasma, ya quedó claro que iban a ser los mejores vendedores de lociones o brebajes. La presentación del libro de Rajoy fue la demostración última de la incapacidad de un grupo político para trasladar a la opinión pública un mensaje o, en este caso, un legado. Una espina que no solo llevan clavada altos puestos de la última administración 'popular' -a muchos de los cuales ni siquiera se había reservado asiento en el acto del miércoles-, sino asesores y cargos de base que vieron cómo abruptamente se iba al garete una legislatura con unos Presupuestos aprobados y muchos proyectos aún en las alforjas. No es baladí que las últimas cuentas aún en vigor sean las del propio Montoro… sin que se conozcan graves daños.

Frente a este planteamiento y como buen vendedor de ese crecepelo que el PP todavía almacena a cajas, incapaz de colocarlo, Sánchez tardó apenas un día en abrazarse con Pablo Iglesias tras los últimos comicios. “¡Por fin un gobierno progresista!”, trasladaron, en un mensaje recibido por muchos con alborozo. Desde entonces, sin embargo, lo que se traslada es la posibilidad de abrir una mesa de diálogo con los independentistas de ERC, de poner en marcha alguna suerte de banco público para contentar a las huestes moradas -al grito de “manda Calviño” para apaciguar al Ibex- o de si se grava con un impuesto a los ricos. Eso sí, si Podemos ha pagado sobresueldos, mejor pasar de puntillas. Que nada rompa la magia.

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