Libertad sin cargas

Sánchez e Iglesias bailan sobre la tumba de las pymes con sus PGE

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en los actos oficiales de la Constitución.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en los actos oficiales de la Constitución.
EFE

Hay vida más allá del CIS. El prestigioso servicio de estudios de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) publicaba a finales de la pasada semana su ‘Focus on Spanish Society’ correspondiente al mes de diciembre, un estudio comparativo de la situación social en el país puesta en relación con la problemática europea. Los resultados son llamativos. Por ejemplo, hasta un 42% de los españoles reconoce que ha perdido ingresos como consecuencia de la pandemia. Un porcentaje que nos permite rivalizar -para mal- con economías como la búlgara, la griega o la húngara. Las familias de Estados como Francia o Italia, también dependientes en gran medida del turismo y tan asoladas por la Covid-19 como las españolas, no han acusado con esa dureza el golpe en sus finanzas. De hecho, apenas un 20% y un 33% de los franceses e italianos, respectivamente, lamentan una caída de ingresos. ¿Cuál es la principal consecuencia de esa brecha? Que uno de cada tres españoles ya admite abiertamente que ha tenido que tirar de ahorros para salir adelante en estos dramáticos tiempos. En Francia, Alemania u Holanda los porcentajes se mantienen extraordinariamente bajos, entre el 12% y el 15%. ¿Por qué hay tanta distancia entre los problemas de la calle y las preocupaciones de los políticos? La respuesta la tiene Adriana Lastra.

“Abandonen toda esperanza. Hay gobierno para muchos años”, abría la puerta del infierno la portavoz del PSOE en el Congreso tras la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), vendidos como un hito por el Ejecutivo y sus medios afines, siempre fieles al argumentario oficial. En el fondo, la de Ribadesella no podía ser más sincera, en tanto la aprobación de estas cuentas públicas garantiza la continuidad del Ejecutivo durante toda la legislatura y, por ende, certifica el principal objetivo de Sánchez, véase perdurar y transcurrir en Moncloa. Poco importa que las medidas puestas en marcha sean en muchos casos parches convertidos en bombas de relojería listas para detonar. Porque, ¿alguien piensa que los expedientes de regulación de empleo no se convertirán en una larga lista de parados ‘extra’ cuando empiecen a quebrar las verdaderas olvidadas de la película, véase las pymes? ¿O que los préstamos del Instituto de Crédito Oficial se conceden a fondo perdido? ERTEs e ICOs, los ‘airbags’ de la crisis, no pueden permanecer activados para siempre. Y cuando el coche de la economía española, que a bajas revoluciones sigue adelante, empiece a rodar sin protecciones, puede que no sea la carrocería la única parte que sufra daños.

José Fernando Bartolomé es copropietario de Madrid Souvenirs, una firma familiar con más de 20 tiendas de recuerdos por todo el centro de Madrid. Pese a que el discurso gubernamental mima al Ibex, al que prepara reales decretos ‘ad hoc’ cuando procede, la economía es él y muchos como él. Más de 30 miembros de su familia dependen de su negocio y sostiene a 150 trabajadores en plantilla. Argumenta sin ambages que ha tocado fondo, que ya no puede más. Él es una de las caras de ese 42% que ha visto menguar su calidad de vida… hasta el punto de poner en peligro su ‘modus vivendi’. Cuenta que este mes ya no le ha llegado el dinero para el pago de seguros sociales, alquileres y las nóminas de los empleados que tiene aún en activo (otros se encuentran en un ERTE). En conversación con este diario, explica que hay pymes más y menos afectadas por el golpe del virus, pero asegura que algunas están ya en la UCI, básicamente todo el sector turístico y la hostelería. Y alerta de que, detrás de ellos, la cadena del turismo es mucho más larga. España, reflexiona, es un país de servicios que se ve mucho más dañada que otros países, con industria y capacidad de exportación. Se habla de un 15% o 20% de PIB ligado al turismo, pero en determinadas ciudades y territorios la dependencia llega al 50%.

La historia no tratará bien a Pedro Sánchez, aunque solo sea por el pedigrí de la formación que preside. Capaz de pactar con cualquiera para perpetuarse, solo cabe pedirle que abandone su habitual altanería y evite tratar de memos a los ciudadanos.

¿Y las ayudas del Gobierno, más allá de la demagogia presupuestaria? Este pequeño empresario lo tiene claro: “Nos han abandonado a nuestra suerte, al vacío, en una crisis de la que no tenemos culpa porque hemos hecho las cosas bien, es algo absolutamente sobrevenido”. Él ha tirado de los famosos préstamos ICO, pero no le van a servir de mucho a partir de ahora. “Ya hemos consumido el 100% y todo ha ido a parar a gastos, hablamos de 3,5 millones de euros”, asevera. Y desglosa con precisión de bibliotecario el rosario de obligaciones que drenan sus cuentas cada mes: alquiler, nóminas, seguros sociales, luz, teléfono, seguros, alarmas, gestoría, reparaciones, consumibles e impuestos como el IVA o el IAE… “Tiendas como la de la calle Postas, junto a la emblemática Plaza Mayor del centro de Madrid, en el corazón turístico de la ciudad, que tendría que facturar 3.000 euros al día, a duras penas hace ahora una caja de 100 o 200 euros. Las cuentas no salen”, remacha. Toda una paradoja: los Presupuestos más sociales de Sánchez e Iglesias dejarán en la cuneta un reguero de pequeñas y medianas empresas incapaces de sobreponerse al castigo de un virus sobrevenido y a una política de ‘ideas fuerza’ pero muy poco contenido. El tándem gobernante todavía no ha entendido -ni quiere entender- que son las empresas las que crean empleo. Mejor dejarlo en manos, pensarán, de la Administración y sus crecientes tres millones de funcionarios, a la sazón posibles votantes.

No iba desencaminado Cs con algunas de las propuestas que planteó desde la primera reunión para negociar su apoyo a los PGE. Por ejemplo, la formación naranja apostaba por ayudas directas para pymes y autónomos con menos de 50 trabajadores cuyos ingresos se hubieran visto reducidos en un 50%. La filosofía era impecable: cubrir hasta el 75% de la facturación del ejercicio anterior para quienes generan puestos de trabajo. Claro que la formación naranja que encabeza Inés Arrimadas viene pecando en los últimos meses de una ingenuidad casi enfermiza. Véase, el candor de quién piensa que una coalición de gobierno con Iglesias de ‘factótum’ va a permitir que jueguen papel alguno en la gobernabilidad. Para eso están ERC y Bildu, mejores aliados para certificar su objetivo de dinamitar lo que él entiende como ‘establishment’… aunque eso se lleve por delante la unidad de España. Peor tratará la historia a Pedro Sánchez, aunque solo sea por el pedigrí de la formación que preside. Capaz de pactar con cualquiera con tal de perpetuarse en el poder, ya no cabría en ese punto pedirle un punto de responsabilidad; sí al menos que abandone su habitual altanería y evite tratar de memos a los ciudadanos. Decir este domingo que el pacto presupuestario con separatistas catalanes y vascos refuerza la Constitución no solo es una notable majadería sino también una provocación sideral.

El impacto económico de la pandemia no saldrá gratis en términos políticos. El citado estudio de Funcas se detiene a analizar cómo perciben los españoles el liderazgo de los líderes europeos en su gestión de la crisis. Por ejemplo, un 72% de los encuestados dice tener confianza en la forma en que la canciller alemana, Angela Merkel, la ha manejado. En el caso del presidente del Gobierno español, ese porcentaje se reduce al 30%. Es de esperar que ese rigor que los consultados perciben al otro lado de los Pirineos impregne el reparto de los fondos europeos, el clavo ardiendo al que se agarra la economía española para remontar el vuelo. Si como parece, la descoordinación entre Moncloa, comunidades autónomas y otros ‘players’ implicados se apodera del proceso y todo se basa en hacer caja desempolvando viejos proyectos que dormían en los cajones de las administraciones, mejor será encontrar el veto de Bruselas. Y es que esto va de diseñar iniciativas que generen un ‘efecto tractor’ del tejido industrial intermedio, a la sazón de pequeñas y medianas empresas viables que apuesten por la sociedad del conocimiento y el giro verde de la economía. Esto es, de dejar a un lado la demagogia y el ‘agit-prop’ y bajar al terreno, justo lo que brilla por su ausencia en estos tiempos oscuros.

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