OPINION

Sánchez, la Covid y el reverso tenebroso de las 'fake news'

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
EFE

El general Santiago Marín, acostumbrado a pelear contra los comandos etarras y las células yihadistas durante una conspicua trayectoria profesional, demostró menos experiencia a la hora de lidiar con un micrófono. Hace apenas una semana, el hoy jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil aseguró que las fuerzas de seguridad buscan, en su lucha contra el coronavirus, “evitar el estrés social que producen los bulos” y “minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”. Lapsus para los biempensantes y confesión de parte para los recalcitrantes en la crítica al Gobierno de Pedro Sánchez, lo que desde luego confirma tan inoportuna reflexión es el peso que ha adquirido en las estrategias de seguridad de los países y los trabajos de inteligencia el rastreo de esos inputs interesados. “Cuando hay una estrategia política detrás de una noticia falsa nos encontramos ante el empleo de la desinformación como arma propia de la guerra híbrida”, aclara Mila Milosevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano y experta en la política rusa.

Claro que siempre se puede dar un paso más. Lo dio, por ejemplo, el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, cuando preguntó a bocajarro en el último sondeo de la institución si “en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales”, o si, por el contrario, “hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones”. Como bien respondió en un editorial este grupo de medios, la pregunta no puede ser más perversa. En primer lugar, confunde medios de comunicación y redes; y en segundo, hace de la “información oficial” una especie de única verdad contra las falsedades. “La pregunta contiene un mensaje implícito muy peligroso: la libertad de información es mala y conlleva la mentira. Así pues, solo la confianza en una única fuente oficial puede librarnos de la falsedad. De ahí a la mordaza voluntaria y a la frase ‘o yo o el caos’, propia de todas las tiranías, no hay más que un paso”, subrayaba el Grupo Henneo.

La cuestión es si Tezanos formula esa pregunta por amor al arte o existe un caldo de cultivo que la avale. Y lamentablemente, es cada vez más habitual que el periodista llame a una fuente oficial -o reciba una llamada de ésta- y se le acuse de redactar o trabajar sobre una ‘fake new’ por el mero hecho de que la eventual noticia que busca chequear o la interpretación de un hecho que plantea no conviene a los intereses del ministerio o de la empresa en cuestión. En román paladino, y roto el ‘fair play’ en muchas relaciones otrora basadas en la confianza, lo que se sale del argumentario gubernamental deriva inmediatamente en ‘noticia falsa’. Una catalogación que no solo iguala a grupos de comunicación con décadas de buena praxis a sus espaldas con redes sociales y con estrategias políticas de desinformación, sino que rebaja la calidad de un Estado democrático, en el que los medios de comunicación y la libertad de prensa son un pilar esencial como garantiza la propia Constitución.

Llevada esa reflexión a sus últimas consecuencias, el propio Ejecutivo también podría ser sometido al mismo escrutinio… y a la misma etiqueta, véase, a ser tildado como un gigantesco fabricante de ‘fake news’. A resultas, por ejemplo, de las estadísticas que proporciona para el seguimiento del coronavirus. Y es que después de dinamitar las series históricas la semana pasada, con días de guarismos que no cuadraban entre sí y haciendo imposible una interpretación fiable del incremento de infectados por el virus, este domingo Sanidad directamente eliminaba de su informe diario la cifra de test de anticuerpos positivos y de infectados sin síntomas en el momento de diagnóstico -incluido el desglose por autónomías-, dejando como único dato ‘correcto’ el de casos confirmados por PCR. Fernando Simón, la cara de la lucha contra la enfermedad y del propio Gobierno, nos explicó que esa simplificación se hacía básicamente por nuestro bien, para que no leyéramos mal los datos… Los guarismos ‘ocultados’ ya se facilitarán de forma periódica en otros informes, vino a decir para dejar tranquila a la afición en un atisbo de superioridad intelectual insoportable.

Casualmente, la nueva contabilidad de ayer arroja cifras mucho más favorables al presidente en su afán por acometer la desescalada que anunció este sábado. De hecho, se ha pasado de un crecimiento diario de los contagiados de en torno al 2% a bajar del 1% de un plumazo, en apenas 48 horas. Es comprensible que el tándem Podemos-PSOE quiera poner en marcha la economía lo antes posible, en medio de previsiones que acercan la caída del PIB anual hasta el 9%. Es más, no son pequeñas las presiones empresariales para activar el regreso. Pero si esa es la decisión, asúmase con sus riesgos y explíquese a la ciudadanía con todas las consecuencias. En el actual escenario de opacidad, más parecería que nos encontramos ante una “estrategia política” y un “ejercicio de desinformación” similar al que citaba Milosevich-Juaristi a la hora de definir los bulos o las ‘fake news’. ¿Qué se hubiera dicho de un medio de comunicación que hubiera empleado la estadística con semejante sesgo?

Es normal que políticos y medios de comunicación se relacionen siempre con cierto recelo. Es hasta saludable. Como contrapoder, el escepticismo ante el mensaje oficial es connatural al ejercicio periodístico y una buena receta con los ojos puestos en la ciudadanía. Sin embargo, la desconfianza mutua y las dudas sobre el papel que gobiernos y periodistas deben jugar en un Estado de derecho solo beneficia a quienes mejor se mueven en un entorno de desestabilización, posverdad y, precisamente, de las ‘fake news’ que unos y otros se lanzan a la cara. La libertad de expresión que para sí pide Pablo Iglesias cuando crítica abiertamente la condena a la diputada Isabel Serra por delito de atentado a la autoridad, lesiones y daños durante un desahucio en Lavapiés, no puede estar sometida a la única versión de la fuente oficial. Tampoco al reproche de nuevos comunicólogos de baja estofa, que han pisado un periódico de visita pero con rapidez desenfundan al grito de ‘bulo’. Flaco favor.

Mostrar comentarios