Libertad sin cargas

Sánchez embarra el campo con la corrupción... y Feijóo lo celebra

Montaje Sánchez Feijóo
Sánchez embarra el campo con la corrupción... y Feijóo lo celebra
Nerea de Bilbao (Infografía)

Los medios afines se habían ocupado de hacer la preparación artillera. Y Sánchez aprovechó su comparecencia en el Congreso del pasado jueves por el ‘caso Pegasus’ para dedicar 20 minutos de su intervención a zaherir al PP por la corrupción. “Además de la corrupción financiera del caso Gürtel o la corrupción política de Kitchen, la derecha a apunta ahora a otra corrupción: la democrática, apuntando como ilegítimo cualquier Gobierno que no sea el suyo”, arreció. La cuestión no es espóradica, sino que apunta a estrategia. No por casualidad días antes, también a resultas de la crisis del CNI y en plena sesión de control, el jefe del Ejecutivo tiró de retrovisor y apostó por recuperar episodios del pasado. “Ustedes se parecen al PP de anteayer, el de parar como sea la libretita de Bárcenas”. No empleo más tiempo el líder socialista en detallar los motivos reales de la destitución/sustitución de la directora del Centro Nacional de Inteligencia, ni en el año que pasó entre el espionaje de su teléfono y la denuncia, ni en sus peligrosas relaciones con el independentismo que sostiene la legislatura. Con todo, las noticias para Alberto Núñez Feijóo y el Partido Popular, que sale de una crisis que ha puesto en jaque la propia supervivencia del partido, no pueden ser mejores.

La vuelta del PSOE al discurso de la corrupción refuerza sin ambages la apuesta por el relato económico que desde su llegada a Génova ha planteado el expresidente de la Xunta de Galicia. Es evidente que, en primer lugar, existe en la hoja de ruta y en el endurecimiento del tono por parte de Sánchez un indisimulado interés electoral, con los comicios andaluces a la vuelta de la esquina. En ese punto, no parece que sea Andalucía la mejor comunidad autónoma para que el PSOE eche en cara a otros las corruptelas. Pero, sobre todo, hay una clara voluntad por parte de los estrategas socialistas de orillar la inflación y el déficit público para atraer al nuevo PP al fango que pavimentó la moción de censura que les llevó a la avenida Puerta de Hierro. Incluso para el presidente del Ejecutivo, que no tiene demasiados escrúpulos en la refriega política, es un exceso asegurar que “los mangantes no están en el Gobierno, como si ocurría con el PP”. No parece el tono que uno espera en la cámara de representantes de la soberanía nacional y solo se explica, en tanto un exceso medido y no casual, desde el interés partidista de embarrar el terreno de juego. Craso error sería que el PP jugara ese partido.

En esta línea, ha llamado la atención en Génova que hasta la propia Nadia Calviño haya entrado con armas y bagajes en las enganchadas a ras de suelo. “Ella era la tecnócrata, ¿no? La que transmitía solidez con las cifras”, preguntaba con ironía un representante del PP después de que la ministra vinculara a Vox con la masacre acaecida esta semana en un colegio de Texas. “¿Qué se puede esperar de una formación política que el día que estamos llorando consternados una terrible matanza de niños en Estados Unidos propone repartir armas entre los ciudadanos?”, dijo la política gallega en la última sesión de control. Lo particular del caso es que lo que estaba en debate en el Congreso no era la posesión de rifles o ametralladoras, sino las previsiones económicas del propio Ministerio de Economía , a la sazón cuestionadas desde hace meses por todo organismo nacional e internacional serio. De hecho, no hace demasiado la vicepresidenta se veía obligada a rebajar sus estimaciones de PIB en casi tres puntos porcentuales. Pese a ello, sostiene la jefa del área económica que poner en solfa sus números es crear confusión y crispación e incluso, ‘sotto voce’, cuestiona abiertamente las cifras del INE, al punto de apostar por crear nuevos indicadores, se entiende que más generosos con el desempeño del gabinete rojo y morado.

¿Tiene sentido que casi el 40% del salario de los españoles se vaya en IRPF y cotizaciones, cinco puntos por encima de la media de los países desarrollados? Ese es el debate que conviene a los populares

La buena noticia electoral para el PP -mala en todo caso para los ciudadanos- es que la economía no va a mejorar de forma decidida en los próximos meses, a tenor de las circunstancias geopolíticas y de las debilidades propias. En Génova cuentan con que, en el actual escenario, las elecciones se celebrarán en los plazos previstos, véase a finales de 2023. “Solo se adelantarían si la situación fuera favorable para Sánchez. No se atisba cómo puede serlo”, exponen. Paradójicamente, servicios de estudios como el del Banco de España no prevén que la economía recupere los niveles prepandemia antes de que termine el año próximo. Una travesía de desierto de cinco años jalonada por altos precios de los carburantes y la luz -tal vez la ministra Ribera saque adelante el tope al gas antes de que Mbappé fiche por el Madrid- ; elevadas tasas de desempleo pese a la mejora -¡faltaría!- de los últimos trimestres, y dudas crecientes sobre el buen empleo de los fondos europeos, que parecían el bálsamo de Fierabrás para la maltrecha actividad de las empresas. Así llegará Sánchez a las urnas si Escrivá no empeora la cosa con una reforma de las pensiones que amplíe el cómputo de años para calcular la jubilación o no da la puntilla a los autónomos con el incremento de cuotas que tiene en cartera.

¿Puede la presidencia europea, en el último semestre de 2023, propulsar el cartel de Sánchez? La realidad es que la política exterior, como bien saben los analistas de Moncloa, ni da ni quita votos. Probablemente no se los ha arrebatado a Sánchez el episodio del Sáhara y Marruecos, pero no se los otorgará una foto con Macron, Zelensky o con los líderes de la OTAN, que se reunirán en Madrid el próximo mes de junio. ¿Una crisis de gobierno? A eso dan vueltas conspicuos integrantes del segundo círculo de confianza del presidente, que lamentan sin duelo la falta de peso político de ministros desaparecidos en combate. Un mal resultado en Andalucía, como vaticinan las encuestas, alentaría ese movimiento incluso dentro del partido. Explicaba uno de los últimos gurús del presidente del Gobierno, hoy en otros quehaceres, que su gran éxito en las elecciones del 2019 fue identificar y apropiarse de la autopista del centro. “Se puede aspirar incluso al voto de quienes apuestan por una economía liberal”, aseguraba con satisfacción. En ese esfuerzo, Pablo Casado no era un adversario electoral, aunque intentará vender moderación. Sí lo es, en cambio, Feijóo, a quien el tono y la posición templados le salen de manera natural. Desde ese planteamiento, hay una oposición económica que hacer.

¿Tiene sentido que, por ejemplo y como exponía esta semana la OCDE, casi el 40% del salario de los españoles se vaya en IRPF y cotizaciones, casi cinco puntos por encima de la media de los países desarrollados? Ese es el debate que conviene a los populares frente a las críticas de corrupción que, como el Guadiana, aparecen y desaparecen en función de las necesidades del PSOE. También le favorece escenificar la mano tendida en asuntos económicos estratégicos. Cuentan fuentes conocedoras de aquellas negociaciones, que el PP planteó la abstención al decreto de medidas económicas para hacer frente a la guerra de Ucrania hasta la misma mañana de la votación. Solo cuando se hizo explícito desde la tribuna el apoyo de Bildu ese ofrecimiento -ya innecesario desde la aritmética- decayó. En esa dialéctica se moverán las dos principales formaciones políticas en los en los próximos meses, mientras Yolanda Díaz busca un lugar en el sol que Vox, según coinciden todos los sondeos, ya parece haber encontrado. Entretanto, los movimientos empresariales, incluso en medios de comunicación, anticipan al menos el temor socialista a un cambio de guardia. Y una eventual defección no se producirá sin dar la batalla. Son tiempos de responder con ‘finesse’ al trazo grueso. Esperar, ver y no confundirse.

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