OPINION

"Ser empresario en España no merece la pena"

El guiño de Malú a Albert Rivera en su salida del hospital. /José Velasco/Europa Press
El guiño de Malú a Albert Rivera en su salida del hospital. /José Velasco/Europa Press

Me he desengañado. Creía que tenía un negocio en España, pero ser empresario aquí no merece la pena. Al final dependes de la última ocurrencia de un político, y eso te hunde”. Con esa amargura se expresaba este pasado lunes en el reservado de un restaurante madrileño un empresario con más de 10.000 trabajadores en su plantilla. Se lamentaba, en este caso, de la “ocurrencia” del Gobierno de Pedro Sánchez de subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). “El problema es que termino pagándolo yo, y eso va en contra de los márgenes y de la última línea. Sin más”, subrayaba, recordando que su empresa no puede repercutir esa subida de los costes laborales en el precio de sus productos o servicios. “Tengo contratos con la Administración. Cuando he ido a renegociarlos por el aumento del SMI la respuesta ha sido que el problema es mío y que la adjudicación se cerró en unos términos y condiciones”, zanja. ¿Conclusión? Abandonar donde se pueda y ni un concurso más ante la falta de seguridad jurídica.

Otro ejecutivo, hace ya algunas semanas, utilizaba el mismo término -véase “ocurrencia”- para referirse al programa electoral de Albert Rivera y su apuesta por ampliar los permisos de paternidad 36 semanas entre los dos progenitores, con seis primeras semanas simultáneas y el resto a libre elección de la familia. En esta línea, los ‘viernes sociales’ de Sánchez sirvieron para incrementar el permiso de paternidad hasta las ocho semanas. “Está muy bien, pero quién va a pagarlo, de dónde va a salir ese dinero, sin contar con el nivel de rotación al que nos exponemos por las sustituciones”, se planteaba. Su reflexión enlazaba con las políticas económicas de otros países, que tienen una continuidad de décadas en sus principios generales. No es el caso de España, “donde se vive a golpe de improvisación”. La pregunta que se hacía el directivo, también de una compañía con miles de trabajadores, tiene respuesta. Según datos del propio Gobierno, solo en este año el coste de la medida supondrá 226 millones al Estado y 53 a las empresas.

En este escenario, no es raro encontrar voces que buscan soluciones a la desesperada. Sin ir más lejos, empresarios hablan ya de Portugal como El Dorado para trasladar plantas. La práctica puesta en marcha por un buen número de directivos en busca de una tributación más favorable sería también abrazada por las empresas para moverse entre menos trabas burocráticas y evitar, en todo caso, cambios permanentes de las reglas del juego. Parece raro que ese sentimiento larvado, que se advierte con solo salir a la calle, pase por alto de nuestros conspicuos políticos, enredados con una posible convocatoria electoral mientras sectores estratégicos dan síntomas brutales de hartazgo y agotamiento. No estaría mal que, por ejemplo, en lugar de mandar cada día mensajes devastadores para el sector del automóvil, el Ejecutivo en funciones se sentara a ver las cifras. Hay empresarios que ya tiemblan ante la que se les viene encima en forma de descenso de las matriculaciones en este 2019, con un mercado claramente a la baja para la próxima década. Por poner un ejemplo.

De hecho, es dramático que la clase empresarial no solo dé el año por perdido cuando apenas hemos alcanzado el verano, sino que afronte la posibilidad de tener que lidiar con un ministro de Trabajo salido de las entrañas de Podemos. La irrupción del partido de Pablo Iglesias en el Ejecutivo, una posibilidad que parece allanarse en los últimos días, seria el peor mensaje posible para los mercados y las empresas. En ese punto, pocos entienden el cordón sanitario -que más bien parece un telón de acero- escenificado por Ciudadanos, considerado tradicionalmente “uno de los nuestros” y cuya utilidad como partido para los empresarios queda en entredicho si no actúa como bisagra a izquierda y derecha. La pelea por liderar el ala conservadora parece una batalla cortoplacista y menor cuando, además, Rivera no ha logrado el ‘sorpasso’ efectivo del peor PP de la historia. Erigirse en jefe de la oposición cuando ni los datos te respaldan implica un ejercicio de voluntarismo de bajos vuelos.

No tengo prácticamente operaciones sobre la mesa -confesaba la semana pasada un banquero de inversión en ‘petit comité’-. Apenas iniciativas relacionadas con las energías renovables, que es el sector en apariencia bendecido por el Gobierno”. El dinero, además y para desgracia de la economía, está en manos de los fondos, en cuya alma está maximizar beneficios y darse a la fuga. Cuando cumplan su ciclo inversor y salgan de los sectores estratégicos que ahora recorren, quedará una economía yerma a expensas de la recesión internacional que ya asoma. Bancos y 'telecos’ -con las cotizaciones por los suelos-, eléctricas -ahora golpeadas por el recorte que propone la CNMC- y hasta auditoras sufren en su reputación y en sus cuentas de resultados, inmersos muchos de ellos en procesos de ajustes de plantilla. Se trata de sectores vinculados a la regulación en un país atrapado por convocatorias electorales permanentes que poco ayudan a la estabilidad y a la toma de decisiones.

Todo mientras muchos empresarios con intereses en Cataluña -un porcentaje elevadísimo de las grandes firmas españolas- aguantan la respiración ante lo que pueda pasar con motivo de la Diada y la posterior sentencia a los presos del ‘procés’. No hay que olvidar que la región, que va camino de quedar como una era, supone un 25% de la economía nacional. Silenciosamente y más allá de los mediáticos cambios de sede del Ibex, muchas firmas medianas y pequeñas han ido poniendo pies en polvorosa y retirando sus plantas a lugar más amables. “Incluso el talento, los propios ejecutivos, van a ir dando un paso lateral. ¿Quién se instala en Cataluña para que sus hijos se vean sometidos a un sistema educativo tan restrictivo e ideologizado?”, se pregunta el primer empresario citado. Un primer espada de una gran multinacional ‘exiliada’ reconocía abiertamente que ya ha preparado a sus hijos, residentes en Barcelona, para un futuro “en Madrid o Nueva York”. ¿Pero no se ha apaciguado la situación en el último año? “Para nada. Los independentistas siguen muy organizados”. En ese caldo de cultivo, los Sánchez, Rivera o Iglesias siguen peleando con fiereza por un trocito de terreno. Como confesó Machado a Unamuno cuando fue elegido para formar parte de la Real Academia Española en época del general Primo de Rivera, “Dios da pañuelo a quien no tiene narices”.

Mostrar comentarios