Libertad sin cargas

Una de apagones: de Sánchez en Nueva York a la crisis de la luz

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, habla a los medios de comunicación  en el campus de la compañía HP, en Palo Alto (EEUU).
Pedro Sánchez, en el campus de la compañía HP, en Palo Alto (EEUU).
EFE

Corría el mes de septiembre de 2019. Pedro Sánchez visitaba la Asamblea General de la ONU y, en paralelo, Moncloa vendía con fanfarria y oropel un encuentro privado del presidente del Gobierno con los mayores fondos de inversión estadounidenses. En plena Quinta Avenida, el político madrileño se veía con los BlackRock, Blackstone, Citigroup, Morgan Stanley o Soros Fund Manager, entre otros asistentes de postín. Junto a Sánchez, según se podía ver en las fotos convenientemente distribuidas por los asesores monclovitas, Manuel de la Rocha, de los pocos que resisten tras la implosión del equipo ‘sanchista’. ¿Objetivo declarado? “Transmitir confianza en la economía y el sistema político español”, se subrayaba dentro de un amplio mensaje que incluía las palabras estabilidad y certidumbre. Un conveniente embozo para no hablar directamente de la necesidad de cortejar las inversiones millonarias que se esconden tras esas firmas. Como medida estrella, el ‘giro verde’ que el Ejecutivo había planteado para la economía y con el que pretendía movilizar 200.000 millones en apenas una década. Todo un despliegue para poner a España en el mapa como destino inversor.

Pasada la pandemia, Sánchez volvió a la carga esta semana y a verse las caras en Nueva York con aquellos a quienes prometió un paraíso para los empresarios. Y se encontró con la horma de su zapato. Resulta que Blackstone, uno de los mayores tenedores de inmuebles en España, está preocupado por el intervencionismo gubernamental que asoma en la nueva ley de vivienda. Y que ninguna de las empresas invitadas termina de fiarse de la reforma de la reforma laboral que prepara el Ejecutivo. Y es que una cosa es predicar y otra dar trigo. Con el matiz añadido de que quien tiene que jugarse los dineros tiende a manejarse con datos y no con percepciones más o menos amables. El discurso del ‘donde dije digo’ que tan bien resulta al presidente del Gobierno en el cuerpo a cuerpo político o en el debate parlamentario choca con el ‘modus operandi’ de quien busca que le salgan las cuentas y analiza regulaciones concretas a la hora de invertir. Y hablar de España como el futuro “Hollywood de Europa” cuando María Jesus Montero ni siquiera lograr meter en cintura fiscal a las grandes plataformas de streaming suena más bien a ocurrencia desesperada.

Eso sí, por si alguno de esos ejecutivos americanos sopesaba la ‘opción España’, la ministra de Trabajo decidió bajar al ruedo y dejarles claro con quién gobierna Sánchez. Para quitarles cualquier idea de la cabeza. “A mi lo que me preocupa son los trabajadores y trabajadoras que han perdido sus derechos, los parados y las paradas”, cargó, antes de remachar: “Los fondos de inversión están en el mundo para ganar dinero y los gobiernos, sobre todo los progresistas, están para mejorar la vida de la gente”. Y es que como publicó La Información, en Podemos no se entiende la sumisión a esas firmas foráneas mientras, por ejemplo, se bloquea en España la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Por mucho que desde Moncloa se apresuraran a restar importancia a las palabras de Díaz y se insistiera en que no tienen ningún impacto, lo cierto es que por primera vez Sánchez sufrió en sus carnes lo que supone no tener en el gabinete ningún ‘apagafuegos’ de su cuerda. Algunos todavía esperan el parecer de la flamante vicepresidenta primera, Nadia Calviño, que lejos del ‘modelo Calvo’ prefirió hacer mutis por el foro.

La primera salida de Sánchez desde la revolución en el gabinete ha demostrado que no tiene retén de guardia. Incluso Díaz ha aprovechado la ocasión para afearle y deslucirle el plan.

También parece haber decidido guardar silencio la otra vicepresidenta, responsable de la Transición Energética. De hecho, si a Sánchez no le inquieta la negociación del SMI con Podemos, tal vez si debiera mostrarse algo más preocupado por la evolución del precio de la luz, disparado ante la pasividad del Ministerio de Teresa Ribera. La rebaja del 10% del IVA hasta final de año y la eliminación del impuesto de generación en verano son solo meros parches que no esconden la incapacidad del Ejecutivo -como de todos los que le precedieron- para tomar decisiones de calado. Paradójicamente, con el recibo más caro de la historia sobre la mesa, este fin de semana se producía en más de media España un corte del suministro eléctrico que se prolongó durante más de media hora. Red Eléctrica, presidida por una exministra socialista, intentó calmar los ánimos asegurando que el incidente que originó el corte fue puntual, en concreto un problema con un hidroavión en Francia. Sin embargo, no faltaba quien ayer cuestionaba la fortaleza de un sistema que un sábado de julio tiene que estar conectado al vecino galo por falta de generación propia. No hay reacción conocida del Ejecutivo ante el incidente.

El viaje de Sánchez ha confirmado dos realidades. La primera, que más allá de satisfacer el ego de quien se codea con nombres como Soros o Tesla, las inversiones estadounidenses en España siguen un cauce muy diferente al que el presidente de turno vende en los medios. Hace más de una década, el embajador Eduardo Aguirre se quejaba amargamente por la falta de transparencia de las licitaciones en España, motivo que impedía a las firmas de su país entrar en determinados sectores mientras las empresas españolas gozaban de buenos contratos en tierras estadounidenses. Desde entonces, las cuestiones de seguridad jurídica han estado siempre presentes en las demandas de estas sociedades, muchas de ellas canalizadas a través de la Cámara de Comercio de EEUU en España. El último episodio en Cataluña, con compañías bien arraigadas en la región incluso cambiando de sede social, no ha ayudado precisamente a generar la sensación de que España constituye un mercado único donde se pueden hacer negocios sin tener que lidiar con 17 reinos de taifas regulatorios. Las operaciones financieras, esencialmente especulativas y en ciclos de inversión cortos, se harán en función de múltiplos y retornos. Sánchez poco tiene que decir. Para la inversiones de largo aliento, las que promueve un socio leal, obras son amores. Y el sello de calidad lo ponen en la Casa Blanca.

En segundo término, la primera salida del presidente del Gobierno desde la revolución en el gabinete ha demostrado que no tiene retén de guardia. Incluso Díaz, un perfil sobre el papel menos combativo que Pablo Iglesias, ha aprovechado la ocasión para afearle y deslucirle el plan. Ha insistido en estos días Sánchez en que piensa acabar la legislatura y en que tiene la mirada puesta en 2023, pero la carrera se le va a hacer larga si tiene que salir a conjurar en primera persona todas las escapadas. Desde luego y hasta que cuaje el nuevo equipo, parecería razonable no lanzarse a periplos internacionales de escaso recorrido cuando el gallinero anda tan revuelto. Porque una cosa es confiar en el municipalismo y en la cantera del partido ante el maratón electoral que viene y otra muy distinta entregar el debate político en la confianza de que la gestión económica de los fondos europeos hará el resto. Crisis como la que se viene por el rescate de Plus Ultra supondrán todo un desafío para resortes clave del Ejecutivo. Razón de más para definir rápido los papeles y dejar Times Square para las vacaciones.

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