Libertad sin cargas

Díaz, Calviño y el 'macguffin' de la reforma laboral: ruido, furia e idiotas

Yolanda Díaz Nadia Calviño
Díaz, Calviño y el 'macguffin' de la reforma laboral: ruido, furia e idiotas.
Europa Press

Yolanda Díaz ha vuelto al lugar del crimen. Corría el 20 de mayo de 2020 y EH-Bildu lanzaba un anuncio con premeditación y nocturnidad, en tanto asomaba ya la medianoche. El partido ‘abertzale’ había alcanzado un acuerdo con el PSOE y Podemos para la derogación íntegra de la reforma laboral. A cambio, y gracias a ese pacto secreto fraguado en las bambalinas parlamentarias, Sánchez se había garantizado horas antes la quinta prórroga del estado de alarma por obra y gracia de la abstención ‘indepe’. Apenas minutos después del comunicado, y ante el escándalo originado por un compromiso que ni siquiera aparecía en los acuerdos de gobierno entre socialistas y podemitas, los de la rosa tenían que matizar el texto y eliminar el vocablo “íntegra”, echando por tierra la intentona. Dijeron días después quienes estuvieron al corriente de las conversaciones que Moncloa estaba de acuerdo con el planteamiento y que, si llegó a frenarse, fue por la intervención urgente de la ministra de Economía, Nadia Calviño. Por aquel entonces, de hecho, la política gallega aparecía en todos los relatos empresariales y periodísticos como la improvisada cancerbera siempre lista para evitar los goles que morados y sanchistas intentaban colar a la ortodoxia. El tiempo, empero, no ha salvado a nadie.

“Nos enfrentamos a la mayor recesión de nuestra historia. Con esa realidad, sería absurdo y contraproducente abrir un debate sobre esta materia”, zanjó la responsable económica del Ejecutivo en su primera intervención pública tras la refriega, en un acto al que -no por casualidad- también asistió el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis. Esta semana, un año y medio después de aquel episodio, el ‘cerrojazo’ echado al debate saltaba por los aires con los mismos actores principales y una trama en apariencia similar, aunque con la reforma laboral en este caso más como un ‘macguffin’ que como un problema real. Y es que en esta secuela lo que de verdad importa es, como diría un avezado guionista, la evolución interna de los personajes. Por ejemplo, Yolanda Díaz afrontó la primera crisis como ministra de Trabajo a la sombra de Pablo Iglesias… y ésta como vicepresidenta encargada, primero, de sostener el frente morado en el gabinete y, después, como un personaje en busca de autor, véase a la caza de ese frente amplio a la izquierda del PSOE con el que concurrir a unas próximas elecciones y aspirar a ser la primera mujer que resulta elegida presidenta del Gobierno.

Desde ese punto de vista sus motivaciones trascienden la derogación de una norma y enlazan con su necesidad de significarse tanto dentro del gabinete como de ejercer un verdadero contrapeso a Pedro Sánchez. Aunque parece pronto para plantear una guerra abierta -sin los Presupuestos aprobados y con las elecciones aún en lontananza-, el órdago de Díaz revela que su plan es de largo aliento. Y si bien dentro del PSOE tienden a minimizar la capacidad de la política de Fene para rivalizar en las urnas con el actual presidente del Gobierno, basta escuchar con atención cualquiera de sus intervenciones -empezando por su participación este fin de semana en el congreso de CCOO- para adivinar su carisma y un discurso más que armado, con alcance social. No es casualidad que Iván Redondo, de 'road show' por televisiones y radios tras su etapa como gurú de Moncloa, advierta a su exjefe de la conveniencia de adelantar los comicios. Porque una cosa es que Díaz deba crecer para ser el báculo en el que Sánchez pueda apoyarse para continuar como inquilino de la Avenida Puerta de Hierro y otra que ese báculo se convierta en cetro. La reforma laboral y Calviño han sido la excusa; en el fondo, el movimiento de Díaz enlaza con la apuesta de esos ciclistas que, rezagados en la general, atacan de lejos.

Sería un error que el ruido y la furia de la última refriega, que poca trascendencia tendrá una vez se sustancie en la comisión bilateral de partidos, nos haga caer en la idiotez de minimizar las bondades de la reforma laboral de 2012

La vicepresidenta primera, en ese pulso, ha vuelto a refrendar su papel como ‘desfacedora’ de entuertos en el universo Sánchez. “Nadia, sobre todo, es disciplinada y muy bien mandada”, revelaba recientemente un colaborador de su etapa comunitaria. Y no cabe entender su irrupción en este potaje sino desde la perspectiva europea. No en vano, Sánchez es muy consciente de que las autoridades comunitarias vigilan con lupa las reformas como hitos a cumplir para ir liberando los fondos comunitarios sobre los que se sustenten las optimistas previsiones económicas del Ejecutivo. Cualquier desliz… “Las negociaciones con el equipo de Yolanda Díaz son duras, pero sabemos que si se rebasan determinadas líneas podemos recurrir a Nadia”, se venía admitiendo desde la patronal hasta que no quedó más remedio que tragar el último sapo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Esto es, está por ver que aquella Calviño triunfante que paraba los pies a Díaz en 2020 con mover un dedo pueda hacerlo sin la muleta de Sánchez en los estertores de 2021. Si lo consigue, tan solo será porque la segunda solo ha enseñado parte de sus poderes para consumo interno y aguarda mejor ocasión para desplegar todas sus huestes. El equilibrio entre ‘vices’ ha cambiado y el mayor fallo del presidente -que no cometerá- sería subestimar al adversario.

“La vida no es más que una sombra en marcha, un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a ser oído: es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa”, exponía Shakespeare en 'Macbeth', en la cita que sirvió a William Faulkner como embrión de una de sus obras más celebradas. Sería un error que el ruido y la furia de esta última refriega, que poca trascendencia tendrá una vez se sustancie en la comisión bilateral de partidos, nos haga caer en la idiotez de minimizar las bondades de la reforma laboral de 2012, lo que debería ser el fondo del debate. Diferentes informes académicos glosados en estas páginas han refrendado la utilidad de aquella norma para generar empleo, a fin de cuentas el objeto final de cualquier ajuste en el mercado laboral. Incluso el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, desde una perspectiva técnica y libre de toda sospecha, ya ha apuntado en más de una ocasión que fue una “palanca eficaz” para generar puestos de trabajo, al tiempo que ha insistido en que la moderación salarial que trajo consigo ayudó a mejorar la competitividad en la difícil década entre las dos crisis. Sin campañas electorales a la vista y más allá de enfoques partidistas, no estaría de más reconocer aquellas cosas bien resueltas.

En esta línea, incluso la impulsora de la reforma, la entonces ministra de Trabajo Fátima Bañez, tras asumir que la normativa requiere cambios casi una década después, casi suplicaba recientemente que se mantenga el corazón de la misma, véase la flexiseguridad, un concepto ha permitido a las empresas adaptarse a los tiempos y facilitar la permanencia de los trabajadores en las empresas en épocas de enorme estrés. Puede que no tenga que insistir mucho. El diario 'El País', que aprovecha su edición dominical para publicar un elogioso perfil de la vicepresidenta Calviño, también recoge una interesante entrevista a Paolo Gentiloni, comisario de Economía. "La reforma laboral y la de pensiones deben cumplir lo pactado en Bruselas", asegura el exprimer ministro italiano. ¿Y si se deroga sin más? "Nuestra evaluación llegará cuando tengamos las propuestas. Sé que el Gobierno español es consciente de esto", remacha en su aviso a navegantes. Por si Díaz tenía alguna duda y quería tensar más la cuerda. Llegado el caso se lo explicará Sánchez. Mejor no jugar con las cosas de comer.

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