Opinión

¿Vamos ganando el pulso? Cinco lecciones provisionales del conflicto Madrid-Rabat

Llegada inmigrantes Ceuta Marruecos
Llegada inmigrantes Ceuta Marruecos
Ángel Martínez (Ceuta)

En 1913, Ahmed al-Raisuni despachó al entonces coronel Silvestre con unas premonitorias palabras de lo que sería el tortuoso recorrido del protectorado español en Marruecos: "Tú y yo formamos la tempestad; tú eres el viento furibundo; yo el mar tranquilo. Tú llegas y soplas irritado; yo me agito, me revuelvo y estallo en espuma. Ya tienes ahí la borrasca; pero entre tú y yo hay una diferencia; que yo, como el mar, jamás me salgo de mi sitio, y tú, como el viento, jamás estás en el tuyo".

Desde entonces han surgido conceptos que han cambiado por completo la relación entre países y de estos con la Comunidad Internacional. Guerra híbrida, conflictos en la zona gris, espacios desinformativos, terceros actores no estatales… Hoy en día las contiendas no se dirimen como antes. La prudencia y la templanza sustituyen a la temeridad y a la combatividad. Es el delgado alambre que separa la diplomacia de la guerra y en el que la percepción e imagen se alzan como los principales valores en el campo de batalla del siglo XXI.

Pasado ya el primer episodio de la contienda gris, que vamos a tener que librar con nuestro vecino durante un tiempo, podemos sacar algunas lecciones de la mayor crisis diplomática que hemos vivido con Marruecos desde la gloriosa toma del islote Perejil.

1. Si atacas a España, atacas a Europa

España acaba de multiplicar por 27 la extensión de sus fronteras. Lo hizo desde el mismo momento en el que Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, afirmó que !las fronteras de España, son las fronteras de la Unión Europea". La frase no es sólo una declaración de intenciones. Por el contrario, surte efectos desde el mismo momento que confiere derechos y obligaciones a los concernidos. Derechos, ya que, tras el fino filamento de una alambrada o el hormigón de un espigón, se esconde todo el aparato institucional comunitario de protección de fronteras. Un entramado que no sólo se compone de los funcionarios de Frontex; además, incluye la política de cooperación y vecindad, así como las suculentas ayudas a países terceros.

Marruecos comprendió este mensaje al instante. Inmediatamente después de la declaración se produjo una reducción drástica de personas que nadaban en dirección a la orilla española. Al menos en este punto, la UE ha recuperado parte de la credibilidad que siempre le ha faltado a la hora de dar un puñetazo en la mesa. Esta vez la protección europea llega a Ceuta y Melilla, algo que ni siquiera la OTAN garantiza en una interpretación estricta (que no interpretativa) del Tratado del Atlántico Norte.

Ahora bien, junto a los derechos están ineludiblemente las obligaciones. España está obligada a la protección de esa frontera y lo debe hacer con todos los medios a su alcance, a riesgo de no cumplir con sus socios europeos, y ayudar, como así hace desde hace varios años, en la defensa de las fronteras de los países bálticos, donde mantiene desplegada una fuerza aérea plenamente operativa encargada de vigilar los cielos del Este europeo.

2. La imagen gana batallas

Es evidente que el ejecutivo marroquí jugó desde el primer momento con la intención de ganar la batalla de las televisiones. Ante la llegada de miles de personas hambrientas y desesperadas pensaba que España reaccionaría de la misma manera con que la guardia de fronteras estadounidense trata a los niños que osan traspasar el Río Grande.

Por el contrario, se encontró con las Fuerzas Armadas, Guardia Civil, Policía y Cruz Roja Española que demostraron saber gestionar esta crisis con determinación e inteligencia: dos elementos claves en las zonas grises que separan la violencia de la seguridad.

La ofensiva marroquí fracasó en las televisiones de todo el mundo, desde el mismo instante que Juan Francisco Valle, agente del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas, rescató a un bebé de las frías aguas ceutíes. Este fue el punto de inflexión de una narrativa marroquí que buscaba otra imagen mucho más trágica: la del cuerpo inerte de esa misma criatura varada en la arena.

La 'contrainteligencia' española funcionó a la perfección, dando difusión a la imagen de un país que recoge a aquellos que otro lanza cobardemente. En la guerra audiovisual hay que combinar a la perfección la integridad territorial con la atención humanitaria. Sin ese equilibrio perderemos la batalla de la opinión global.

3. Las tácticas del pasado no sirven

Íntimamente ligado con lo anterior es el deterioro de la percepción internacional del régimen de Mohamed VI. Un soberano que permite que las consecuencias de un acto humanitario (y también político) sea el envío de su población más vulnerable, como si fueran animales, solo puede merecer la reprobación internacional. En 1975, la Marcha Verde consiguió una retirada del Ejército español en el Sahara Occidental. Hoy las circunstancias han cambiado en las dos orillas. Ni el Ejército español es el de entonces, ni el Reino de Marruecos es el que era.

Las manipulaciones de las autoridades marroquíes para que se produjera un desplazamiento masivo desde Larache o Tánger hacia Ceuta fueron tan evidentes que rayaron incluso en el surrealismo de prometer a los niños ver a Messi o Ronaldo si cruzaban la frontera. Sin embargo, estos engaños están volviéndose en su contra. Las mismas imágenes de violencia que se buscaban en Ceuta las encontramos en Castillejos, Fnideq en árabe, donde la gendarmería marroquí apalea a los ciudadanos que buscan explicaciones ante la traición de su gobierno.

Tal era el daño que provocaba esta imagen de un guardia civil rescatando a un bebé, que las 'fake news' institucionales marroquíes no dudaron en cuestionar la veracidad de la fotografía que cambió la narrativa del desafío. Incluso llegaron a poner en duda la existencia del agente Valle y que la imagen se correspondiera con la de las costas españolas. Delirio en estado puro que encontró también abrigo en las cloacas de las redes sociales españolas. Aquellas que al mismo tiempo difundían imágenes falsas de colegios cristianos ardiendo o 'Mercadonas' saqueados por hordas de invasores.

4. La unidad (o casi) lo es todo

Quitando los juegos políticos, los ditirambos parlamentarios y demás distracciones, la crisis con Marruecos ha demostrado que la mejor manera de plantear una política exterior (e interior) seria es la unidad, o al menos el apoyo a la acción del gobierno. Este no debe confundir apoyo con crítica, que además es constructiva en el caso de identificar errores de gestión que podrían haber evitado esta situación.

Los dos partidos principales demostraron en el Congreso de los Diputados que juntos pueden favorecer la influencia española sobre la región, además de reforzar la españolidad y europeidad de Ceuta y Melilla. Tan sólo unas imágenes de unas decenas de exaltados golpeando la puerta del coche del presidente del Gobierno enturbiaron una respuesta común del país. Un concepto que, ante un desafío de esta magnitud, debería incluir desde la más alta institución del Estado hasta al último de los ciudadanos.

5. Proporcionalidad en las acciones

Quizá este ha sido el error táctico más evidente de nuestro vecino. Nadie puede dudar que Marruecos tiene derecho a enfadarse. El asunto del Sahara es tan complicado y lleno de matices que es imposible reflexionar sobre él en un espacio breve. Ni siquiera cabe en un tuit, aunque este sea de todo un vicepresidente del Gobierno.

En cualquier caso, deberíamos plantearnos como reaccionaría nuestro país si, por poner un ejemplo, Marruecos acogiera, aunque sea por cuestiones humanitarias, a un terrorista acusado de los más terribles crímenes contra ciudadanos españoles. Simplemente basta recordar las reacciones de unos y otros que se produjeron en España con el asilo solicitado por Augusto Pinochet y proporcionado por Reino Unido en lo que también fue una cuestión de "asistencia sanitaria".

La respuesta política realizada por el ejecutivo marroquí ha sido de todo punto desmedida. La proporcionalidad emerge así, como uno de los principios generales de las relaciones internacionales y en peso de la balanza que mide en gran parte las razones de unos y otros.

España puede haber ganado esta batalla, pero si hay algo que Marruecos ha demostrado saber hacer a lo largo de la historia es gestionar los tiempos. Debemos aprender del vecino y continuar en nuestro sitio, recordando a El Raisuni, como llevamos haciendo desde 1580.

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