OPINION

Diplomacia económica: ¿Qué se le ha perdido a España en Malí?

La política internacional es una de las asignaturas pendientes del debate político español. Siempre ha estado ausente en las citas electorales, corrompida en las numerosas tertulias audiovisuales y arrinconada en las escasas páginas de los medios de comunicación. Sin embargo despierta un sano interés cuando descubrimos los intereses nacionales en el exterior y nos preguntamos el porqué de las decisiones en esta materia.

Así, cuando tratamos de entender el efecto mariposa que provoca que un incidente en una alejada y recóndita aldea de Kunar (Afganistán) puede producir estragos en Kulikoró (Malí) y como esto afecta a España, siempre surge la pregunta sobre qué se nos ha perdido en un país tan ignoto y que, sin embargo, apenas dista 2.000 kilómetros de nuestras fronteras.

En 2012 grupos independentistas tuareg proclamaron el Estado de Azawad, un territorio que se extendía a toda la provincia de Tombuctú y parte de otras provincias desérticas del norte de Malí. La ausencia de un Estado capaz de frenar las amenazas internas y la incapacidad de sostener su poder fáctico en un territorio, hicieron que grupos terroristas y organizaciones clandestinas de toda índole camparan a sus anchas por Tombuctú, una de las ciudades más bellas de África, amén de, en el pasado, centro de referencia comercial y diplomática entre Europa y África.

El escenario era propicio para repetir un Afganistán a apenas 2.000 kilómetros de Cádiz. Terreno desértico y abrupto, ausencia de un gobierno estable, grupos terroristas yihadistas y una conexión comprobada entre el líder de Al Qaeda en el Magreb Islámico, Mokthar Belmokhtar, y los históricos muyahidines con los que luchó en la década de los 90.

En febrero de 2013 la misión de entrenamiento militar de la Unión Europea (EUTM – Mali) aterrizó en Bamako tras la intervención francesa denominada Serval, un esbelto felino africano, que puso fin a la rebelión tuareg. Su origen fue provocado en parte por el derrocamiento de Muamar el Gadafi en Libia y el posterior traslado de grupos armados y material bélico a Malí.

España aportó, en ese primer momento y hasta la fecha, 110 efectivos integrados en un contingente total de 560 militares, para formar a las fuerzas de combate malienses en labores de seguridad y defensa. Se intentaba de esta manera reforzar, más bien crear desde cero, el poder del Estado en Mali y neutralizar la amenaza terrorista yihadista y la, no menos importante, presencia de mafias en su territorio.

Llama la atención que Malí, un país con aproximadamente 18 millones de habitantes y un PIB per capita de apenas 700 euros y en el que a simple vista no parece que coexistan intereses energéticos o geopolíticos que nos afecten, haya sido el escenario de tres misiones internacionales. Una íntegramente francesa, otra de Naciones Unidas, MINUSMA y la última, la ya mencionada EUTM - Malí, de la Unión.

Sin embargo, hay varios factores que justifican la necesaria presencia de España en este país. El pasado ya ha demostrado lo peligroso que resulta tener un paraíso terrorista al lado de tu casa. Los centros de entrenamiento y la infraestructura que conllevan se acompañan de todo un entramado financiero ligado a negocios como el tráfico de armas y drogas, el comercio de esclavos y en general favorecen el ecosistema del crimen organizado en todas sus dimensiones.

Por si fuera poco este factor, la inmigración ilegal se convierte en un problema capital para nuestro país. Por su situación geográfica, España es destino privilegiado de la inmigración maliense. Unos 25.000 ciudadanos de este país, al menos registrados, viven en nuestro país, una de las cifras más altas del África Subsahariana. La guerra provocó que todos los convenios suscritos en materia de inmigración entre España y Malí quedaran suspendidos, lo que unido a las casi 400.000 personas desplazadas por el conflicto, dan una idea de la magnitud del problema que afrontamos con un Estado semifallido como principal interlocutor.

Malí sigue siendo el centro neurálgico de las migraciones Sur – Norte. Bamako ha sido tradicionalmente la capital de este movimiento hacia al occidente europeo, mientras que Gao y Kidal hacen la misma función de distribución para el oriente africano. Cientos de miles de personas siguen anualmente esta ruta que encuentra su final frente a las vallas de Ceuta y Melilla en búsqueda de un panorama que, aunque incierto, ofrece mucha más esperanza que una muerte segura en el corazón de África.

Desde el punto de vista económico, Malí ofrece un aspecto esencial como país vecino de Níger, principal fuente de extracción de uranio tanto para España como para Francia. No es baladí que la diplomacia francesa se haya hartado de repetir que no tiene intereses económicos en Malí pero obviando, a la misma vez, que Níger es su principal fuente de abastecimiento energético nuclear.

Aun así, el país galo ha compelido en numerosas ocasiones a sus socios y aliados, especialmente España, para acometer mayores responsabilidades en Malí. El llamamiento coincide con la designación del General de Brigada Enrique Millán Martínez, para que tome el mando de la misión militar de la UE en el país. El nombramiento irá acompañado de un incremento de la presencia de nuestras tropas en el país, aproximadamente 50 efectivos más, alcanzando la cifra de 160 militares del total de 576 con los que cuenta en la actualidad la EUTM - Malí.

Grupos terroristas, drogas, secuestros, comercio de seres humanos, inmigración ilegal, a apenas unas horas de avión de España es un juego peligroso que no debemos aceptar. Ahora bien, esta premisa solo será válida con un Estado fuerte en Malí que no repita los errores del pasado y pueda ejercer el control fáctico sobre el territorio que gobierna. Este es un campo idóneo para nuestra diplomacia. Sí, en Malí se nos han perdido muchas cosas. No perdamos más.

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