OPINION

El olvidado encuentro planetario

R

ecuerdo que en junio de 2009 la ex secretaria de organización del PSOE anunció un esperado encuentro que la diplomacia española esperaba con anhelo. Se trataba del alineamiento astral entre José Luis Rodríguez Zapatero y Barack Obama. Independientemente de este “acontecimiento histórico para el planeta”, la visita o ausencia de un Presidente del Gobierno a la Casa Blanca suele ser un punto de inflexión en la política exterior española en cada legislatura.

Los titulares del encuentro entre Mariano Rajoy y Donald Trump se los ha llevado, como no, la situación en Cataluña pero detrás de esta visita ha habido un trabajo muy intenso por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores y del gabinete del Presidente del Gobierno. En el plano económico Estados Unidos es el segundo inversor en España en términos de stock y el tercer país destinatario de nuestra inversión directa que alcanza ya los 60.000 millones de euros. Fuera de la UE es nuestro principal socio comercial, aunque la balanza comercial ha sido, históricamente, deficitaria para nuestro país.

Independientemente del indudable valor económico de las relaciones España – EEUU, hay un aspecto esencial que en las últimas décadas caracteriza nuestra relación con Estados Unidos y que ya desde el inicio de la administración Obama y del mandato de José Luis Rodríguez Zapatero se lleva desarrollando con unos niveles de cooperación realmente satisfactorios.

Se trata de los aspectos relativos a la seguridad y el terrorismo yihadista. España, como enclave estratégico y punto de conexión entre Europa, América y el Norte de África se ha situado como un elemento de primer orden en la lucha contra el terror. En varias ocasiones hemos sufrido en nuestras propias carnes las consecuencias de un pensamiento más propio del siglo XIII que de nuestro tiempo, en forma de atentados contra la población civil.

La burocracia tradicional ha sido superada por la necesaria e imprescindible cooperación entre servicios de inteligencia y cuerpos de seguridad. Ashton Carter, ex secretario de Defensa norteamericano, señaló en la visita que realizó a Madrid en 2015 su satisfacción por el trabajo realizado en España, concretamente contra las redes de captación del Estado Islámico, en cuya identificación y detención nuestro país cuenta con un sistema que es motivo de elogio por todos nuestros aliados. En este sentido, en 2017 se ha detenido a setenta personas que en algunos casos presentaban un grado altísimo de radicalización que conllevaría, con toda certeza, la comisión de atentados en cualquier punto del globo.

Es evidente que estos logros lo son también gracias a la inteligencia estadounidense que en muchos casos demuestra ser mucho más cooperativa que una Unión Europea todavía enfrascada en asuntos de soberanía en un campo, el de la seguridad, que no entiende de ambigüedades. Nuestra presencia en Irak, Afghanistán, Líbano, Malí, etc refleja el compromiso que España ha asumido desde hace varias décadas con la comunidad internacional y concretamente con los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo yihadista.

Pero esta relación no es únicamente unidireccional. En el último año tan solo el contingente de marines estadounidenses destinado en Morón realizó sesenta y cinco ejercicios de despliegue rápido y actuación con las Fuerzas Armadas españolas. Los 2.200 soldados desplegados en esta base son una muestra más de la importancia logística y estratégica de nuestro país tras los trágicos acontecimientos sucedidos en el consulado americano en Bengasi. Aunque no tenga una proyección mediática importante, Morón se ha convertido en la punta de lanza de la lucha contra el terrorismo en numerosos países africanos como Sudán, Uganda o incluso Yibuti, y supone el último eslabón en la defensa contramisiles balísticos del Mediterráneo del que toda Europa disfruta y a menudo no agradece a Estados Unidos.

Los retos en materia de seguridad y sobre todo estabilidad también se extienden a Venezuela y Corea del Norte, asuntos también tratados por Mariano Rajoy y Donald Trump. Mientras que en el caso coreano nuestro papel se centrará en mostrar la contundencia diplomática exigible ante una situación de riesgo nuclear en el sudeste asiático, en Venezuela la presencia e influencia española en la zona es muy destacada. El tiempo y el devenir de la lógica – a menudo ilógica – comunitaria nos ha hecho convertirnos en uno de los actores fundamentales en la situación que vive la Venecia atlántica y esto no pasa desapercibido para los americanos.

En este sentido, Estados Unidos busca en España un socio fiable y fiel, capaz de unificar las muchas voces que existen en la Unión Europea sobre el devenir antidemocrático del régimen de Maduro. En política internacional la unidad de acción es un elemento imprescindible para la consecución de un objetivo. Estados Unidos lo sabe y confía en que España mantenga la posición de firmeza exhibida hasta el momento con Venezuela, en busca de una estabilidad política en la región y la defensa de los derechos humanos en este país.

¿Y qué busca España?. Es evidente que la retirada de las tropas españolas desplegadas en Iraq en 2004 supuso un fuerte varapalo a nuestra relación con el gobierno estadounidense que, aun hoy, tratamos de superar. La normalización de nuestras relaciones tras ese suceso es un objetivo buscado por los distintos ministros de Asuntos Exteriores de España durante las últimas legislaturas y la recepción oficial en la Casa Blanca es un gesto que impulsará nuestra relación en el futuro.

Desgraciadamente la situación política que vivimos, cuando no sufrimos, en Cataluña, tiende a empañarlo todo,

pero el reconocimiento de España como una gran nación y el reforzamiento de la colaboración con la principal potencia económica y militar del mundo es un haber en la gestión diplomática del ministro de Exteriores.

Diego Crescente

Analista político y socio de MAS ConsultingGroup

@quintoterelio

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