OPINION

Energía y geoestrategia: dos caras de la misma moneda

Petróleo
Petróleo
Europa Press

Que la energía es uno de los factores más importantes en la configuración de la política internacional es una evidencia. A lo largo de la historia de la humanidad, el acceso a los recursos naturales y a las fuentes de producción han sido parte de los elementos principales que han determinado y desencadenado conflictos y guerras en el mundo.

En ese todo complejo que es la energía y la geopolítica, las variables que condicionan su evolución también están cambiando a la misma velocidad que el progreso tecnológico. Las energías convencionales, fundamentalmente las basadas en combustibles fósiles, daban y quitaban razones geoestratégicas y políticas en función de donde se produjeran los descubrimientos de yacimientos de gas o petróleo.

Múltiples países o incluso zonas geográficas completas vieron trasformadas sustancialmente sus realidades sociales y económicas por el mero hecho de poseer o no oro negro en su subsuelo. En nuestro imaginario colectivo siempre relacionamos estos cambios con Oriente Medio en su conjunto, pero tenemos ejemplos muy cercanos en nuestro entorno, como Noruega, donde su devenir como país cambió en los años 60 toda la estructura económica del Mar del Norte.

Petróleo
   

Este enclave, antes un nicho de vikingos y peces y que por la providencia casi divina pasó a inyectar de manera directa más del 15% del PIB del país, supone un buen ejemplo de gestión de recursos en aras de un bien superior: el Estado. 

Prejuicios aparte, a Noruega hay que reconocerle una capacidad innegable de buena administración de sus recursos energéticos, tanto en su faceta industrial, con la creación de Statoil, como institucional, con el papel esencial del Parlamento, el Gobierno y sus organismos paralelos, la Dirección del Petróleo Noruego, que desde el primer momento tuvieron clara la necesidad de racionalizar la producción del crudo, incluso incorporando el término sostenibilidad a su discurso.

Venezuela, Nigeria, Guinea... son otros ejemplos de países en los que el influjo de una economía basada en el petróleo ha cambiado radicalmente la historia nacional, aunque sin duda, con distinto resultado.

Para países como el nuestro, en los que la ausencia del maná petrolífero ha caracterizado nuestra realidad económica, el término dependencia energética siempre ha pesado como una losa en nuestras cuentas nacionales y, lo que es más importante, en nuestra independencia estratégica.

En este panorama tan complejo, las energías renovables han supuesto un importante vuelco en la situación. Aun de una manera incipiente y admitiendo que la descarbonización de la economía o el abandono del petróleo como principal vector energético mundial es una acción que tendrá éxito en el largo plazo, lo cierto es que la introducción de energías renovables en nuestro mix energético favorece, siempre relativamente, la superación de la dependencia histórica del exterior.

Unido a esta dimensión, su contribución reduce la exposición de nuestra economía a los vaivenes de mercados tan alejados de nuestra geografía, por no citar la inseguridad que genera la complejidad política de las zonas que tradicionalmente suministran este combustible a España.

Energía renovable
   

Las energías alternativas, como erróneamente se las llama puesto que ya son una realidad, contribuyen cada día a reducir esta dependencia, pero aún queda un largo camino para tratar de convertirlas en un instrumento al que poder aferrarnos en caso de apagón energético. La necesidad de invertir en sistemas de almacenamiento que permitan aprovechar la energía sobrante generada por ellas y la imperiosa necesidad de ofrecer sistemas de respaldo, estos sí son alternativos, al sistema para cubrir su aportación en caso de necesidad suponen un lastre a la hora de concebir una solución energética segura y fiable que radique única y exclusivamente en ellas como solución.

El próximo lunes se hará público el informe Energía y Geoestrategia 2018 presentado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos, el Comité Español del Consejo Mundial de la Energía y el Club Español de la Energía. Es sin duda la referencia y aportación de nuestro país a la unión entre los dos conceptos que con mayor fuerza se prodigan por los 'think tank' internacionales, y en el que seguro que la aportación de las renovables a la economía española y mundial aparecerán en más de una ocasión.

En este sentido, el papel de los recursos naturales y la energía siempre ha sido visto como un detonador de conflictos, pero la aportación de las nuevas energías puede suponer un cambio de percepción en sentido positivo, surgiendo como una solución tanto a la estabilización de zonas geográficas convulsas como para el desarrollo de aquellas zonas del planeta que, en distinta escala que nuestro país, impiden el desarrollo de sus sociedades debido al altísimo coste del acceso a la energía.

La total implantación de las energías renovables, como solución única al problema de nuestra dependencia, debe ser olvidada. En general en la vida, pero sobre todo en el campo energético, las soluciones de suma cero nunca son una opción. La adición de todas las fuentes y tecnologías energéticas sí supondrán un avance en nuestra carrera por el progreso y la eficiencia.

En estas mismas páginas ya se ha avanzado la necesidad de encontrar un acuerdo de Estado en materia energética, pero este mismo deberá incluir a las diferentes tecnologías, a los diferentes actores que juegan en el escenario. Sin ellos, sin todos ellos, no será posible alcanzar acuerdo ni avance alguno que garantice una seguridad en el suministro, con un coste razonable en términos medioambientales, eficiente y que además pueda, indirectamente, aportar algo de estabilidad a un panorama internacional convulso. Cerremos el círculo.

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