OPINION

Guerra híbrida y amenazas económicas

La guerra híbrida presenta múltiples caras /EFE
La guerra híbrida presenta múltiples caras /EFE

Uno de los conceptos que con mayor fuerza ha entrado en los últimos tiempos en el panorama geoestratégico mundial es el término guerra híbrida. La terminología anglosajona, a menudo, no es del todo precisa y tiende a diseñar conceptos ambiguos en contraposición a otros que describen con mayor precisión una realidad concreta.

Ya en 2005 el término guerra híbrida se utilizó en Líbano, donde las fuerzas de Hezbolá utilizaban métodos no convencionales en su lucha contra Israel. Corrían los tiempos de la segunda guerra de Líbano. Durante este conflicto, Israel tuvo que combatir contra un enemigo que operaba en un entorno neto de inferioridad militar, pero que plantó cara al gigante hebreo con una multiplicidad de medios que sorprendió a la doctrina militar convencional.

Hezbolá aterrorizó la zona de los Altos del Golán con el lanzamiento masivo de cohetes tecnológicamente sofisticados, que llegaron a alcanzar algunas de las poblaciones situadas en el límite de la frontera con Israel para, a continuación, desplegar ataques de fuerzas de operaciones especiales en suelo hebreo, abatiendo a tres soldados israelíes y capturando a otros dos.

La guerra híbrida presenta múltiples caras /EFE
La guerra híbrida presenta múltiples caras /EFE

De este modo utilizaba métodos más propios de fuerzas convencionales, perfectamente planeadas y ejecutadas por sus componentes, pero también utilizó a esos dos rehenes capturados para librar una batalla mediática que se proyectó al mundo entero. Este es el concepto original de guerra híbrida, la utilización de distintos medios que operan en ámbitos diferentes, no sólo el militar, con un objetivo común que no es otro que la destrucción del adversario.

Esperando la respuesta israelí, Hezbolá, organización considerada terrorista por parte del bloque occidental, comenzó una guerra de guerrillas acompasando las acciones militares con la presión diplomática que llevó al 'statu quo' actual que vive Líbano, con la presencia de fuerzas de interposición de las Naciones Unidas, entre ellas un contingente español que llegó a contar con 1.100 militares de nuestro país.

La guerra asimétrica, aquella donde combaten dos o más contendientes con una evidente desigualdad de fuerzas, quedó superada de esta manera por la guerra híbrida, cuya definición, como ya se ha mencionado, es compleja y caracterizada por la utilización de todos los medios, militares y no militares, al alcance de un Estado, organización o incluso únicamente un movimiento político o religioso, para alcanzar sus fines frente a otra entidad.

La evolución de los conflictos desde 2005, principalmente la guerra en Ucrania, nos mostró otras modalidades de guerra híbrida que se han trasladado hasta nuestros días. La presencia masiva de noticias falsas en Internet, la presión mediática, el terror llevado a un ejemplo extremo en redes sociales, la influencia directa en la elección de líderes internacionales y el espionaje industrial, son las herramientas que las democracias occidentales deben asumir como parte de su presencia en un mundo cada vez más inestable en el que la defensa nacional es un concepto que compete no sólo a los Ejércitos sino a la sociedad en su conjunto.

Es interesante contraponer la terminología empleada para definir la guerra híbrida con otros como el de guerra asimétrica o guerra total. Mientras que en el primero la diferencia es evidente entre las fuerzas en liza, los medios empleados se restringen al ámbito militar, es decir suponen un cortafuegos, para evitar su extensión al ámbito civil o económico y respetando los principios básicos tradicionales, si caben, que regulan una guerra.

Por su parte, la guerra total utiliza todos los medios al alcance de un país para destruir a otro enemigo. Los recursos humanos, materiales, energéticos, industriales, etc., son empleados durante un tiempo ilimitado para aniquilar al adversario. La guerra híbrida busca el mantenimiento del conflicto, suponiendo una respuesta larvada que enquista los problemas originales, y ante la que los Estados poco más pueden que adaptarse a la misma, asumiendo la guerra como hecho social, tanto por su repetición a lo largo de la historia de la humanidad como por los medios empleados en ella.

Hoy, el Senado acogerá la celebración de una interesante jornada sobre Guerra Híbrida en la que, organizada por el Instituto de Seguridad y Cultura, contará con expertos de altísimo nivel de la OTAN, el Ministerio de Defensa, Inteligencia y la Universidad. Todos ellos abordarán la evolución de este concepto que protagoniza gran parte de los estudios elaborados en las Escuelas de guerra del mundo occidental.

Uno de los aspectos más interesantes a tratar se sitúa en la dimensión económica de la guerra híbrida. Si en la antigüedad el precio de los alimentos siempre se utilizó como un medio de presión hacia el adversario, como en el caso de la Roma clásica o la Macedonia de Alejandro Magno, en el pasado más reciente los movimientos especulativos dirigidos hacia la moneda como arma de destrucción económica generaron grandes destrozos a las economías occidentales. Es paradigmático el caso del intento nazi de desestabilizar el valor de la libra esterlina a través de la introducción de billetes falsos en todo el territorio europeo, lo que supuso un grave problema económico para la sociedad y el 'establishment' político británico.

En la nueva era de la información como vector bélico, los ataques dirigidos hacia las democracias occidentales saben tanto de economía como del valor de la información, y suponen un instrumento más de presión dirigido a nuestra concepción original del Estado de Bienestar. Una vez más la guerra se adapta a los tiempos. Para tratar de evitarla sólo queda una opción que no es otra que adaptar también nuestras infraestructuras de defensa y seguridad a las nuevas amenazas. La guerra híbrida ha venido para quedarse. Sin adaptación no existirá victoria posible.

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