Opinión

Hidrógeno: el valor geoestratégico del nuevo 'oro verde'

Efe
Hidrógeno: el valor geoestratégico del nuevo 'oro verde'
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Uno de los capítulos más interesantes del informe ‘Energía y Geoestrategia’ que anualmente elaboran el Instituto de Estudios Estratégicos, el Club Español de la Energía el Comité Español del Consejo Mundial de la Energía y el CESEDEN, es el dedicado a la revolución energética que se supone estará destinada a liderar el futuro energético. Este año le ha tocado al Hidrógeno. Una tecnología que podrá proporcionar ventajas estratégicas “a aquellos que las sepan aprovechar”, según recordaba el presidente de Repsol, Antonio Brufau, durante la presentación del informe.

Es, precisamente, este ‘saber aprovechar’ el quid de una cuestión que deambula por los despachos de ministerios y consejos de administración. Para muestra varios botones. Este jueves Enagas ha presentado 55 proyectos de biometano e hidrógeno verde con la esperanza de movilizar 6.000 millones de euros. Alstom anunció la semana pasada que aspira a entrar en el transporte por ferrocarril en España a través de su tren de hidrógeno. Puertollano tratará de convertirse en la capital del hidrógeno verde en el sur de Europa y Tarragona confía en ser también el "Valle del Hidrógeno Verde".

Por su parte, las grandes energéticas españolas están poniendo sobre la mesa sus intenciones de convertir esta tecnología en referencia. Endesa apuesta 2.955 millones específicamente en él, mientras que Repsol tratará de movilizar otros 6.000 millones en hidrógeno verde y otros proyectos de economía circular, renovables y almacenamiento. Naturgy lidera, de momento, la carrera por el hidrógeno en España, con cuatro proyectos ya en desarrollo en nuestro país y tratará de hacerse con 13.000 millones procedentes de los fondos Next Generation para impulsar, entre otras, esta tecnología. Iberdrola, por su parte, se ha convertido en la “abanderada en la conquista de una industria” que recibirá 9.000 millones de los 140.000 con los que España ha sido bendecida por el maná europeo.

Al esfuerzo autonómico y empresarial se le une el institucional. El Ministerio de Transición Energética presentó el pasado martes un plan de apoyo a la producción de hidrógeno verde para hacer de España el “principal polo europeo” de esta tecnología. Aun sin una determinación finalista, el gobierno parece dispuesto a destinar 1.500 millones de euros en los próximos tres años para estimular una industria de la que todo el mundo habla, pero pocos conocen. Para paliar este desconocimiento el Ejecutivo se basará en cooperaciones público-privadas para fomentar la electrolisis del agua proveniente de energías renovables como la eólica, la solar o la hidroeléctrica.

Thijs Van de Graaf, profesor asociado de política internacional y autor del tercer capítulo del informe Energía y Geoestratégica, apunta al papel del hidrógeno como una potencial materia prima que puede ser comercializada a nivel mundial. En este sentido, las grandes compañías gasísticas gozarían de una gran ventaja, al disponer ya de una red de comercialización que les permitiría comprar y vender este recurso a lo largo y ancho del planeta. Se mantendría así cierto statu quo en el papel de las grandes corporaciones energéticas convencionales, más centradas desde hace años en la comercialización y distribución que en la generación clásica de energía.

Como no puede ser de otra manera, cada vez que una tecnología es señalada como estrella emergente surgen las "superpotencias", es decir, aquellos países que están mejor posicionados para aprovechar los beneficios de una tecnología limpia y con un alto grado de capitalización en los mercados como podría ser en el futuro el hidrógeno.

La geografía vuelve a desfavorecer a Europa. Pese a que en el futuro seremos grandes demandantes de esta tecnología, nuestros suelos siguen sin ser agraciados con unos recursos óptimos renovables y bajos en carbono, debido a "curvas de carga demasiado variables y poca disponibilidad" de espacio físico para renovables en comparación con otras potencias como China, EEUU, Rusia, Perú, Argelia, Marruecos y todo Oriente Medio que volverá a ser bendecido por la diosa Fortuna… y también por su sabia predisposición para realizar grandes inversiones en esta tecnología. Otros centros de poder surgirán a lo largo y ancho del planeta, como Japón, que, aunque limitado por su reducido tamaño y yacimientos de hidrocarburos, se ha propuesto ser el primer país del mundo basado energéticamente en el hidrógeno, aun a costa de importar lo que haga falta.

Junto a este escenario, de Graaf identifica seis ámbitos "donde el hidrógeno podría dictar la geopolítica en los próximos años". A saber: el dominio tecnológico, la competencia geoeconómica, el futuro de los petroestados, las nuevas interdependencias, el bloqueo del carbono y la gobernanza mundial. Cada uno de estos vectores es objeto de estudio y pronóstico por parte del profesor en el informe.

Ante este interés académico, empresarial, estatal e incluso supranacional, cabe plantearse la razón por la que el hidrógeno parece estar llamado a ser el catalizador de inversiones dentro de la 'pole' de grandes proyectos de energía de aquí a 2050. En primer lugar, su valor fundamental es la versatilidad, ya que puede ser aplicado a grandes sectores integrados como el transporte, la energía de uso industrial, doméstica y la movilidad, desde un pequeño vehículo al más pesado de los cargueros intercontinentales.

La tecnología basada en el hidrógeno afronta amenazas importantes. Es mucho más costosa que la energía renovable y depende excesivamente de productos industriales como equipos de electrolisis

En segundo lugar, la tecnología basada en el hidrógeno pasa por ser altamente confiable, al no estar condicionada por la climatología, como sí lo están las renovables, reduce considerablemente las emisiones de dióxido de carbono (en función de su color) y además tiene un alto grado de desarrollo tecnológico, esencial para abaratar costes. Además, su energía puede ser fácilmente almacenada y transportada, al aprovechar en gran parte las infraestructuras existentes en una tupida red mundial de gasoductos y rutas marítimas. Esto le lleva a convertirse en un aliado ideal para sectores con electrificación complicada, como puede ser el transporte naval, aéreo o los procesos industriales de temperatura muy elevada.

Por último, de todas las tecnologías con cero emisiones netas, es la mejor adaptada a las nuevas debilidades surgidas tras la pandemia, como la autonomía de la cadena de suministro y la dependencia del exterior y presenta un gran “acoplamiento entre sectores”, algo que favorece la ansiada electrificación total de la economía, que tan poco gusta en las petroleras tradicionales.

De manera paradójica, el color es el que determina su importancia. La gama cromática se reparte entre el azul, el verde, el gris y hasta el turquesa. En función de su origen se condiciona gran parte de su composición geoestratégica, pero puede llegar a tomar otros colores como el amarillo o incluso el rosa, si en este caso la electrolisis tiene su origen en la energía nuclear.

Aun con todo, la tecnología energética basada en el hidrógeno afronta amenazas y desafíos muy importantes. En primer lugar, en la actualidad es mucho más costosa que la energía renovable, algo que se supone se igualará gracias al paso del tiempo… y del dinero dedicado a investigación.

En segundo lugar, depende sobre manera de productos industriales como los equipos de electrolisis, en los que se está generando un fenómeno similar al de la crisis de los semiconductores: mucha demanda para una oferta que, en este caso, es precaria.

"El hidrógeno no se convertirá en una versión del petróleo sin emisiones. En todo caso, se parecerá más al mercado del gas natural licuado"

En tercer lugar, como siempre, está el coste de financiación de los proyectos. La abultada deuda de prácticamente todas las empresas energéticas del mundo obliga a buscar socios capitalistas capaces de pagar la fiesta. Natixis estima que se necesitarán inversiones por 300.000 millones de dólares para hacer que realmente el hidrógeno despegue. Esta cantidad requerirá de la participación de bancos, fondos soberanos y otras entidades dispuestas a apostar por un producto que necesitará seguir siendo tecnológico y no financiero para asegurar su éxito.

Aun con este montante, de Graaf sentencia que la realidad se impondrá y es que "a diferencia de la creencia popular, aunque los intereses geopolíticos de este negocio emergente son muy elevados, el hidrógeno no se convertirá en una versión del petróleo sin emisiones. En todo caso, se parecerá más al mercado del gas natural licuado". En este escenario y volviendo a D. Antonio, la fortuna solo favorece a aquellos que la sepan aprovechar.

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