OPINION

Juego de Tronos no se termina... al menos en Oriente Medio

Sansa Stark, Jon Snow y Daenerys Targarien
Sansa Stark, Jon Snow y Daenerys Targarien
HBO / Captura de vídeo

Ni Tyrion Lanister hubiera podido vislumbrar un escenario tan complejo. El tradicional juego de equilibrios entre las diferentes potencias regionales ha cambiado radicalmente tras la desaparición del mundo bipolar. La escalada de la tensión en la zona revela las conexiones de la política exterior con la evolución de la economía. Esta situación complica considerablemente el análisis geopolítico con el que tratar de reducir la incertidumbre en la toma de decisiones empresariales y políticas.

Así, aparecen fenómenos que podríamos considerar casi del otro lado del Muro. Mientras que asistimos a un descenso en picado del precio de las materias primas, provocado por la guerra comercial entre EEUU y China, el petróleo se encamina peligrosamente hacia los 80 dólares por barril por la crisis iraní. Son dos ejemplos de la complejidad de un mundo interconectado, interdependiente y, a menudo, también completamente imprevisible. Igual que el de los Siete Reinos.

Por lo que nos concierne, el caso iraní es el que más nos debería preocupar, máxime teniendo en cuenta que nuestras previsiones de crecimiento están basadas en un precio del crudo no superior a los 67 dólares. Son factores que se escapan a la previsión, pero no por ello dejan de surtir sus efectos de manera despiadada.

El aumento de la presión contra el régimen de Hasán Rohaní se inició a principios de mes, con el abandono por parte de EEUU del Acuerdo Nuclear con Irán y la consecuente aplicación del embargo total a las exportaciones de petróleo iraní. Pese a lo que pueda parecer a primera vista, la imposición de sanciones es una empresa más compleja de lo que parece. Mientras que existe un grupo de países que cumplirán a rajatabla las directrices americanas, hay otros que solo accederán a cambio de concesiones, bien sean políticas o económicas.

Es el caso especialmente de China o Turquía, países con los que EEUU está tensando la relación por diversos motivos y que encuentran en el crudo iraní un maná privilegiado a costes razonables. Estados Unidos tendrá que revisar sus posicionamientos con respecto a la venta de aviones F35 a Ankara y readaptar su aproximación arancelaria hacia Pekín, y todo ello para conseguir que Teherán no continúe recibiendo una inyección de 40.000 millones de dólares al año por su oro negro, un 10% de su PIB, a través del Estrecho de Ormuz.

El gran beneficiado del embargo es precisamente el margen occidental del angosto paso marítimo. Arabia Saudí puede suministrar el petróleo necesario para cubrir la demanda que deje Irán en el mercado. La situación en Venezuela y Libia convierten al país en la principal referencia exportadora mundial.

Pero claro, en este mundo interconectado, interdependiente e imprevisible no todo van a ser vino y rosas para Riad. En el sector del petróleo hay varios factores que cotizan al alza. Unos son las reservas y los costes de extracción. El otro, quizá más importante, la fiabilidad de un país en poner en el mercado su producción.

Arabia siempre había cumplido con su palabra y además de una manera muy eficiente, pero ahora surge una incertidumbre sobre el factor seguridad, que se ha visto amenazado por dos episodios en apenas unos días.

Justo cuando la monarquía saudí se disponía a hacer su agosto en los mercados, su seguridad de suministro ha sufrido un duro varapalo. Los ataques con drones contra su red de oleoductos y los actos de sabotaje contra dos petroleros en el estratégico puerto de Fujairá, principal dársena de carga y mantenimiento de su flota comercial, han puesto en tela de juicio la capacidad para asegurar el aprovisionamiento de crudo en los mercados, y esto sí puede elevar el precio del barril por encima de los 80 dólares.

Como primera medida, Aramco, la todopoderosa multinacional saudita, ha detenido el bombeo en los oleoductos afectados. Acto seguido, Khalid al-Falih, ministro de Energía saudí, anunció que su país revisará concienzudamente la seguridad en todas sus instalaciones petroleras, algo que, pese a que no es sabido, está en entredicho tras los ataques terroristas que lleva sufriendo Riad en los últimos años y que, pese a la dificultad de encontrar datos, ya supera ampliamente la cincuentena de personas asesinadas desde 2017, todas ellas en terreno saudí.

Irán siempre ha jugado bien sus cartas en el tablero árabe. Ha sabido manejar correctamente el hardpower de su presencia y apoyo a la minoría huthí de Yemen con su softpower en forma de infraestructuras de apoyo económico y social a realidades tan diversas en la zona como Líbano, Siria o Palestina. Dos caras de una misma estrategia: situarse como contrapoder a la mayoría suní en la zona.

Irán y Arabia Saudí comparten un actor común en su política exterior, que no es otro que los Estados Unidos. Desgraciadamente o no, lo cierto es que la política exterior americana está dirigida por la Secretaría de Defensa (SecDef) en lugar de por el Departamento de Estado (SecState). ¿Se acuerdan de aquello de las palomas y halcones? Las modas vuelven cada cierto tiempo y también lo hacen en Washington.

No sabemos si la estrategia americana dará sus frutos, pero lo que sí conocemos es su determinación y apuesta por las acciones contundentes. No nos engañemos. EEUU envía a su flota, encabezada por el “dragón” Abraham Lincoln, para preservar el Estrecho de Ormuz ante la amenaza iraní de bloquearlo. De cumplirse esta previsión se impediría el paso de los 14 superpetroleros que, cada día, cruzan sus aguas procedentes de Irán, Iraq, Qatar o Bahréin y la ya mencionada Arabia Saudí con destino a nuestros depósitos de combustible.

De momento, la rotundidad estadounidense se ha traducido en un incremento considerable del precio del barril en su propio territorio. El West Texas se ha incrementado un 30% desde enero, aunque es probable que pueda deberse a otros factores, como la situación política en Venezuela o las tensiones con China. Pero no se preocupen. Estados Unidos es como la Casa de los Lannister. Siempre paga sus deudas, bien sea en forma de oro o de plomo.

Es difícil aportar luz a un escenario internacional tan complejo en el que los intereses nacionales se diluyen en un mundo gobernado por la imprevisibilidad. En medio de este océano de dudas solo se vislumbra una certeza. Nos queda Juego de Tronos para rato… al menos en Oriente Medio.

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