OPINION

La gran olvidada de los programas electorales es... la política exterior

Unión Europea
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E.P.

Como un páramo. Ese es el desolador panorama que ofrece el análisis de los principios electorales en materia internacional. Cierto es que los programas ya no son lo que eran. Hace apenas unos años, la confección del programa electoral suponía el armazón ideológico de un partido. Hoy en día, sólo son un espacio dedicado al gerundio o, en el mejor de los casos, al infinitivo y al futuro simple.

Antaño se ponían negro sobre blanco todas las aportaciones que, desde una agrupación política, se ofrecían a la sociedad. Era el compendio de todas las corrientes de pensamiento, de la manifestación lógica y representativa de la sociedad a través de sus aspirantes a representantes políticos.

Los más viejos del lugar recordarán el “programa, programa, programa” de Julio Anguita, con el que pretendía exponer sus condiciones para forzar un proyecto de gobierno con cualquier otro partido. Era el predominio de las bases programáticas en lugar de las ideológicas. Nada más cerca del ideal democrático europeo de Schuman que pactar con base en las acciones concretas en lugar de las determinaciones políticas. Sin duda hemos perdido mucho en el tránsito hacia una democracia más pragmática y utilitarista.

A la desidia por plasmar en un documento las intenciones futuras, se une la inanidad pública de las relaciones exteriores en España. Siempre han sido el “patito feo” de la política. Aquel espacio destinado para los entendidos y que sólo los funcionarios diplomáticos estaban llamados a desarrollar.

El mundo ha cambiado y hoy la diplomacia es más democrática que nunca. Nótese el matiz con respecto a la concepción de diplomacia pública, que tiende a diluirse en el universo de lo etéreo de la acción del Estado. Hoy en día todos nosotros, empresas y sociedad, somos parte de la identidad internacional de un país y ésta es quizá la carencia fundamental del contenido programático de los partidos que concurren el 28 de abril con aspiraciones de aportar algo a la gobernabilidad nacional.

El PSOE es de largo el partido que más espacio dedica a desgranar sus propuestas internacionales. Sin embargo, cantidad no es sinónimo de calidad. Si el multilateralismo parece desgranarse del texto, desde luego no parece extenderse a Iberoamérica. Aquí parece que el Ejecutivo de Sánchez está centrado en cerrar acuerdos con Cuba, Perú, Bolivia, México o República Dominicana, en lugar de apostar por una relación con entes supranacionales que fomenten la multilateralidad.

En el Norte de África, y concretamente en Marruecos, se señala como hito principal la visita del presidente del Gobierno al país alauita. De nuevo la forma sobre el contenido. Podría interpretarse incluso como un fracaso puesto que, tradicionalmente, la visita de un primer ministro español se ha dirigido a nuestros países vecinos. Francia, Portugal o Marruecos han sido los objetivos protocolarios de la primera atención diplomática española, por lo que, lejos de suponer un mérito, la presencia de un presidente del Gobierno de España en Marruecos es una obligación.

Llama especialmente la atención la renuncia del PSOE al 0,7% del PIB destinado a ayuda al desarrollo y cooperación. Lo que en tiempos de Zapatero supuso una prioridad política ahora se torna una renuncia explícita y una justificación de diferentes partidas presupuestarias, que nunca alcanzarán una dirección política tan importante como un compromiso monetario tan claro como el 0.7%.

En este caso, el Partido Socialista habla de Renta Nacional Bruta en lugar de Producto Interior Bruto, relegando su meta al 2030. Curiosa forma de apostar por la cooperación al desarrollo cuando en sus no natos PGE, que motivaron la convocatoria de elecciones, apenas destinaba el 0,23% de la RNB a esta partida. Hay que remontarse a 2004, cuando el programa del PSOE ya anunciaba su intención de alcanzar el 0,7% del PIB… en 2012.

Sí es de destacar la acción en materia de comunicación de la realidad democrática española frente a los ataques del independentismo. Gobiernos anteriores no fueron capaces de siquiera reconocer la importancia de defender nuestro sistema político y social de ataques de esta índole. Parece que Pedro Sánchez está decidido a defender nuestra idiosincrasia y democracia en el exterior. Falta nos hace.

La dimensión europea siempre está presente en los programas electorales. En el caso el PSOE, parece que Francia y Alemania son sus valores de referencia, llegando incluso a un peligroso seguidismo carente de voz propia. A continuación, surgen los eternos problemas de la elaboración de los programas electorales en España y que no es otro que el elenco de infinitivos y futuros simples.

“Promover”, “consolidar”, “respaldaremos”, “apoyaremos”, “trabajaremos”, “haremos”, “crearemos”, “lucharemos”, “adoptaremos” y el siempre manido “impulsaremos” forman la parte esencial del tronco internacional del partido en el gobierno en sectores tan distintos como la internacionalización, la defensa europea, la globalización, la migración o en general las relaciones exteriores. Formas verbales tan utilizadas como vacías de contenido.

Por último, llama poderosamente la atención las dos líneas que se despachan a la región Asia - Pacifico, el mayor foco de atención política mundial en las próximas décadas que se solventan con dos escasas y anodinas líneas.

En el caso del Partido Popular directamente encontramos los futuros e infinitivos por doquier. Venezuela, Cuba y Nicaragua son sus principales hitos de política exterior, con una especial mención hacia el multilateralismo en forma de Cumbres Iberoamericanas, que siempre han sido un pilar de la acción diplomática popular.

En su dimensión europea su programa no se aleja mucho de la propuesta socialista. Ni siquiera en su literalidad, puesto que surgen, una vez más, los “impulsaremos”, “reforzaremos”, “fomentaremos”, “defenderemos”, “seguiremos” tan vacíos como obtusos para el lector. El programa popular es el que más espacio dedica a la defensa y seguridad. Este es su principal punto positivo, aunque sería necesaria una mayor concreción y definición clara de su nueva Estrategia de Seguridad Nacional.

La figura del cibereservista y la dotación de medios para la defensa nacional merecen una especial atención, pero no dejan de ser una declaración de intenciones que posteriormente necesitan plasmarse en compromiso concretos como el marco fijo y estable de un porcentaje presupuestario sobre el PIB, que sea cierto y continuado en el tiempo y que permita la elaboración de una política de defensa europea o atlántica.

Vamos con Ciudadanos (de nuevo modo ironía on). La formación naranja no destaca precisamente por su dedicación global. Los 10 compromisos mas importantes que refleja Albert Rivera no contemplan ninguna llamada de atención a la política exterior.

Hay que surfear en su programa para encontrar alguna referencia. La equiparación de los sueldos de tropa y marinería y el reforzamiento de la posición de España en el mundo son valores que cualquier formación firmaría. Sin embargo, sí aparece explicita su intención de alcanzar el 0,7% del PIB (que no de la RNB) destinado a cooperación en 2030, algo que recoge del legado socialista y que es todo un acierto, al menos como propósito.

Le llega el turno a Podemos y aquí el panorama es desolador. De sus 264 medidas y más allá de algún guiño al pueblo saharaui o a la búsqueda de la vía democrática en la resolución de conflictos, no encontraremos referencia alguna a la acción exterior española. Tan triste como preocupante, máxime teniendo en cuenta que la gran mayoría de las acciones que proponen únicamente encontrarán sus respuestas en la proyección exterior de España, bien sea desde la Europa comunitaria, Naciones Unidas o los organismos multilaterales de los que España es parte.

De nuevo España, como Estado Nación, surge como herramienta imprescindible para afrontar los retos del siglo actual. Si optamos por la desintegración del Estado, la Nación se desnaturalizará. El programa se contradice en este aspecto fundamental para la representatividad exterior de España.

Mal que le pese a la Junta Electoral Central, es momento de abordar el programa internacional de Vox. No tardaremos mucho puesto que más allá de la “protección de la identidad nacional de España” y la atención a las “gestas y hazañas de nuestros héroes”, el rechazo a la OTAN en beneficio de la “defensa autónoma del país”, o la confusa identificación de los países de Visegrado con la Europa de las Naciones, poco queda que decir. Relegar al último puesto del programa las propuestas en material internacional es, ya de por sí, toda una declaración de la importancia de la política exterior en la formación que probablemente entre en el Congreso con mayor fuerza.

Puestos a encontrar una conclusión, se confirma que la acción exterior nunca ha sido una prioridad en nuestros partidos políticos. Bien sea por una cuestión de interés o de rentabilidad política, lo cierto es que la seguridad y las relaciones exteriores deben ser objeto de una regulación específica y de país.

Aquí sí es necesario un pacto de Estado (uno más que añadir a la lista). Sin él estaremos destinados a sufrir un aislacionismo y alineamiento político, que dista mucho de la idea de Nación que entre todos quieren y queremos construir.

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