OPINION

La inteligencia económica china en Argelia

C

inco años. Ese fue el tiempo que el gran maestro Miguel de Cervantes pasó cautivo en Argel. Su tiempo de condena lo sufrió en unos baños en los que bajo el mandato berberisco trataba de cumplir la pena que le habían impuesto como esclavo. Cinco años suplicando que algún noble potentado español pagara por su ansiada libertad.

Corría el año de 1575 y el autor complutense afrontaba con temor y desesperación los casi 2000 días que tendría que servir a una corrupta y corrompida capital fortalecida por la presencia de numerosos moriscos granadinos expulsados de España por los Reyes Católicos. Hasta cuatro intentos de fuga ingenió el complutense, si bien hubo que esperar hasta que Fray Juan Gil pagara 500 escudos. Ese era el precio de la libertad de Cervantes y el principio de su obra Los Baños de Argel.

Tras un intento serio de arrebatar la ciudad por parte de Carlos I al turco Barbarroja, que acabó con el fracaso conocido como La Jornada de Argel, la ciudad reforzó su posición estratégica en el Mediterráneo. Argel, bajo dominación francesa, otomana o corsaria, siempre ha sido un referente en la geoestrategia mundial y su influencia se ha extendido mucho más allá de sus 273 kilómetros cuadrados, a menudo favorecida por poderosos e interesados aliados.

Franceses, británicos, otomanos, españoles, italianos, muchos han sido los países que con mayor o menor éxito han tratado de buscar un socio fiable en el Magreb. La tradicional rivalidad entre Marruecos y Argelia por la pujanza árabe en el Mediterráneo tiene en la actualidad un claro objetivo. Ambos países buscan desesperadamente la alianza política y militar con los dos ejes fundamentales sobre los que pivotan las relaciones económicas internacionales: Estados Unidos y China.

Desde nuestro habitual endocentrismo tendemos a identificar los grandes descubrimientos y acciones de la historia de la humanidad con la presencia de una mente europea que posibilitó el progreso de la humanidad en todos los órdenes de las ciencias. Sin embargo, la presencia china en África se remonta al siglo XV, cuando la cuarta y quinta expedición marítima del almirante Zheng He alcanzó las costas del este africano. No solo los europeos abríamos rutas comerciales por el mundo.

En la actualidad la tendencia histórica china a renunciar al colonialismo e imperialismo, tal y como lo conocemos en occidente, no frena su ímpetu para centrar sus esfuerzos en el pragmatismo y la inteligencia económica. Su estrategia se basa en la inversión sin límites a cambio de obtener una posición ventajosa, tanto en la importación de materias primas como, sobre todo, para convertir determinados países en ingentes centros operativos para las mercancías chinas que, posteriormente, son distribuidas en Europa y África.

Así, en los últimos años China ha apostado fuertemente por Argelia. La base de su programa de inversiones se centra en la construcción de grandes proyectos de infraestructuras con guiños políticos a la situación social y religiosa del país.

A la construcción, por parte de empresas chinas, del nuevo aeropuerto de la capital en 2014, valorada en 800 millones de euros, y la gran mezquita de Argel, la más grande de África y la tercera del mundo, se ha sumado este año la adjudicación del nuevo puerto de aguas profundas en la zona de Al Hamdania con una inversión estimada en más de 3.000 millones de euros. El objetivo del gigante asiático no es otro que el control de las rutas marítimas mundiales. En geoestrategia el control del terreno es esencial y China ha decidido que el suyo sea el mar.

China Harbour Engineering Company y China State Construction Engineering Corporation, con la Autoridad Argelina de Puertos, son las empresas encargadas de llevar adelante el proyecto. Las dos empresas chinas, especializadas en la construcción de proyectos estratégicos, despliegan continuamente sus servicios de inteligencia económica en países de innegable interés para su país.

Su compromiso es claro. Prometen colaboración a cambio de prosperidad en aras de un crecimiento sostenible en los países en los que invierte. El 'soft power' chino se convierte así en el centro de su política exterior en Argelia y en general en toda África. Su alcance pone en peligro a otros centros logísticos,como el Puerto de Valencia o Algeciras, que tienen en Argelia un mercado para las importaciones de productos europeos y sobre todo pueden perder su reinado en la introducción de mercancías chinas no sólo en España, sino también en Europa.

El poder chino no solo se plasma en su influencia económica. Al igual que en el pasado, utilizando el aforismo castrense, había que poner botas sobre el terreno, China despliega un ejército de trabajadores para construir sus proyectos. Aproximadamente 35.000 nacionales chinos residen en Argelia oficialmente. La mayoría prestan sus servicios destinados en la construcción de las infraestructuras estratégicas, mientras que un porcentaje que crece año tras año se ha instalado en los barrios de Argel con el objetivo de mantener una presencia estable de la comunidad asiática en el norte de África.

La elección de Argelia como punta de lanza de la presencia china en la frontera sur de Europa encuentra su explicación en las fuertes presiones a las que se ha visto sometido el país norte africano en los últimos cinco años. Las tensiones sobre los mercados del gas y petróleo, especialmente del primero, han convertido a Argelia en una economía que baila al son de la depreciación de ambas materias primas.

Con un precio medio de 50 dólares por barril, los ingresos derivados de las exportaciones argelinas, dependientes en un 93% de los hidrocarburos, cayeron entorno a un 50%. La fijación de este techo, se explica por la irrupción del gas de esquisto en el sector, técnica de extracción que Argelia apenas ha empezado a explorar, y por la posición dominante de los países de Oriente Medio en detrimento del resto de productores.

A diferencia de otros países exportadores, el gobierno argelino no aprovechó los años de gran bonanza para tratar de reducir la desmesurada dependencia del petróleo de su economía. Dinero y mala gestión pública son siempre factores que determinan el futuro de las sociedades.

Las crisis económicas se ven, casi siempre, acompañadas de un aumento de la tensión social y política que en el caso argelino tuvieron su punto álgido en una timorata primavera árabe y sin duda con el asalto, en 2013, a la planta gasística de In Amenas, con un saldo de 30 rehenes occidentales muertos y 11 islamistas abatidos por las fuerzas del orden.

Hasta ese momento Argelia podía presumir de proporcionar un marco de seguridad estable que diferenciaba al país de sus vecinos como Egipto o Libia. China, a diferencia de la siempre lenta burocracia europea, se apresuró a anunciar contratos y obras públicas en el país, posicionándose como el socio de referencia para los argelinos y que ahora le está dando y le dará pingües beneficios.

De nuevo la inteligencia económica china se posiciona como el mejor garante de su política exterior. En esto, al igual que en tiempos del almirante Zheng, Europa tiene mucho que aprender del lejano oriente.

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