OPINION

¿Puede Europa soñar con un ejército?

Helicóptero
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EFE

Europa siempre ha tenido un sueño: la Defensa común. Contar con un ejército capaz, en medios y efectivos, de situarse a un nivel similar al de Rusia u otras potencias mundiales estuvo en el germen de la no nata Comunidad Europea de la Defensa.

Fue allá por 1952, cuando los seis países fundadores de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero firmaron un Tratado para desarrollar un ente “de carácter supranacional, que posea instituciones, Fuerzas Armadas y presupuesto común”.

Curiosamente, en agosto del mismo año, Francia sorprendía al mundo vetando el sueño en su Parlamento. De Gaulle no iba a consentir la creación de un ejército en el que Francia pudiera integrarse tras el desastre ocasionado en Indochina. El debate sobre la Europa de la Defensa siempre ha estado presente en nuestro país vecino y, a menudo, surge como una cuestión de Estado entre la clase política.

Hoy el debate está más que nunca en el centro de la vida pública francesa. Emmanuel Macron planteaba la necesidad de retomar este espíritu y dotar a la Unión de un brazo armado, capaz de ejercer una fuerza militar equiparable o al menos complementaria a la de la Alianza Atlántica. La canciller alemana, Angela Merkel, no tardó en recoger el guante señalando que sería un gran proyecto europeo, pero siempre que sirviera para garantizar la paz en el continente. Dejaba claro el alcance que podría tener la iniciativa de Macron.

Al otro lado de la orilla atlántica, Donald Trump ridiculizaba la propuesta. De nuevo Twitter, el nuevo BOE, permitía al presidente americano destacar el auténtico problema que tendría desarrollar una defensa europea autónoma: la falta de dinero.

tuit Trump

Al menos esta vez el 45º presidente utilizó su perfil personal en lugar del antaño afamado @POTUS, la cuenta oficial del presidente de los Estados Unidos de América.

Detrás de esta afirmación se encuentra la realidad presupuestaria europea. El Parlamento Europeo aprobó destinar, en julio pasado, 13.000 millones de euros para financiar el desarrollo de diversos programas armamentísticos y de investigación en el marco de la defensa para el periodo 2021 – 2017. Poco más de 2.000 millones de euros al año, que contrastan con los más de 76.000 millones de euros que Estados Unidos destina a Inteligencia Militar (excluyan la CIA).

La realidad dicta que Europa debe asegurar su propia defensa. Esta razón no encuentra su explicación en la existencia de un enemigo capaz de aniquilar el continente. Se trata únicamente de soberanía, y de poder decidir y articular libre y conscientemente una política exterior y de seguridad propia, sin la dependencia de Estados Unidos que tiene intereses compartidos con la Unión, pero también sin duda los tiene propios en materia de política exterior.

Con todo, las cifras marean. Los Estados miembros de la Unión Europea han incrementado notablemente su gasto en materia militar, en parte por la reactivación de conflictos latentes con Rusia, pero también por las presiones de la administración americana. Por una u otra razón, lo cierto es que los países miembros de la Unión aumentaron en 1,1% su porcentaje de gasto militar. La cifra alcanzó en España los 16.227 millones en 2017.

Tan solo Estados Unidos supera al resto de la inversión militar del resto del mundo. Rusia, sin embargo, ha reducido considerablemente su presupuesto en el año en curso, a pesar de estar inmersa en el conflicto sirio.

Puesto de manifiesto el reto económico también hay que considerar el reto político y moral. La Unión Europea, especialmente Reino Unido, Francia, España, Polonia, Italia y Holanda, han desarrollado un importante papel en operaciones de mantenimiento de la paz. Incluso en zonas de combate como Afganistán o Irak. Todos ellos han sufrido bajas en combate, demostrando la cruda y amarga cara de la guerra en nuestra sociedad.

Los países europeos han demostrado que están dispuestos a soportar un coste relativo en materia de pérdida de vidas humanas propias en conflictos, pero desde luego no al nivel de Estados Unidos o incluso Rusia.

Junto a este frente existe otro, ante el que nos encontramos en un territorio ignoto.

Poseer un ejército y emplearlo implica también una consideración importante, que no es otra que asumir que se puede matar y en muchos casos incluso se puede matar a un objetivo equivocado. Son los famosos daños colaterales en los que Europa, a excepción del Reino Unido, no se ha visto aun implicada. ¿Estaría la opinión pública europea preparada para afrontar casos en los que sus propias fuerzas pudieran ocasionar víctimas entre la población civil?

Esta pregunta es de difícil respuesta, pero debe ser tomada en consideración a la hora de plantear un ejército supranacional que deberá cumplir las órdenes, sin tener en consideración la nacionalidad del decisor. Además de problemas constitucionales, que podrían ser fácilmente salvables, la creación de un cuerpo europeo capaz de ejercer labores militares en el extranjero requerirá un amplio consenso social y presupuestario.

Macron ha dado un paso adelante en la necesidad de que todos los europeos nos dotemos de un ejército común, o al menos que pueda operar conjuntamente. Realmente el nivel de colaboración entre las diferentes armas y cuerpos europeos es una realidad desde hace muchos años. Nos encontramos quizá ante un edificio en el que los cimientos ya están construidos, pero lamentablemente faltan dos elementos imprescindibles para llevar adelante la obra. El primero es la financiación para levantar el edificio, y no estamos hablando de una cantidad pequeña. El segundo es la falta de dirección técnica, capaz de tomar en el momento adecuado la decisión de sacar adelante el proyecto.

Ambos aspectos son imprescindibles si queremos realmente cumplir ese sueño que dio origen a lo que hoy conocemos como Unión Europea. Europa sin duda debería tener un ejército, pero, ¿puede tenerlo? Fue Alejandro Magno el que dijo que no tenía miedo de un ejército de leones guiado por ovejas. El problema es tener un ejército de ovejas guiado por un león. Eso sí es peligroso.

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