OPINION

Sobre cisnes, rinocerontes, dragones y caminantes blancos

Precuela de Juego de Tronos
Precuela de Juego de Tronos
HBO - Archivo

En 2007, el economista Nassim Nicholas Taleb escribió 'The Black Swan: The impact of the Highly Improbable'. Un libro de cabecera para los amantes de la proyección de escenarios a partir de megatendencias. Esta herramienta es esencial a la hora de visualizar cómo puede ser el futuro empresarial, económico e incluso social. Además, ayuda, o al menos debería, en la toma de decisiones estratégicas.

Taleb identificó la aparición de sucesos sorpresivos, entendiendo por tales aquellos que el analista no haya tenido en cuenta en su trabajo, por su mínima probabilidad y por su efecto igualmente inesperado, tanto negativo como positivo, sobre cualquier escenario planeado.

Esa es la teoría, ya que la práctica hace imposible prever todas y cada una de las variables que pueden hacer que una situación estalle en mil pedazos, devolviéndonos a la Edad de Piedra. No hay que olvidar que Taleb teorizó sobre la base de escenarios financieros, aquellos en los que la mayor parte de las amenazas provenían de agentes externos, olvidando que muchas veces es el continente, en lugar del contenido, el que puede explotar.

Algo parecido nos ha ocurrido con la aparición del Covid-19 en nuestras vidas. En puridad no podríamos hablar de un cisne negro, puesto que muchos informes de inteligencia, tanto españoles como americanos, ya contemplaban las pandemias como una amenaza global que podría poner patas arribas todo el sistema internacional.

Y es que una cosa es preverlos y otra muy distinta tratarlos con la debida atención y diligencia. Es el caso del segundo de los animales que nos ocupa hoy: los rinocerontes grises. En una primera aproximación, los podemos definir como sucesos que son altamente improbables y con un impacto extraordinario sobre nuestros escenarios, como nuestros queridos cisnes, pero, en este caso, ya estábamos alertados ante ellos.

La creadora del término fue Michele Wucker quien, en 'Cómo reconocer y actuar sobre los peligros obvios que ignoramos', desarrolló su teoría a partir de los cisnes negros de Taleb pero remarcando que, en este caso, sí estaban perfectamente previstos, llegando incluso a ser evidentes. Pero precisamente por eso, tendemos a no prestarles la atención debida, bien sea por el coste de esas acciones, como por la ineptitud a la hora de dimensionar o paliar sus efectos.

Wucker pone como ejemplo la gran crisis de 2008. Por aquel entonces, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, trataba de atenuar su culpabilidad en la catástrofe con la excusa de la aparición de un cisne negro. Quizá olvidaba que, desde 2006, decenas de instituciones financieras ya advertían de la peligrosidad de una economía basada en precios inmobiliarios disparados y un alto endeudamiento del sector privado y las economías domésticas.

En el mundo de la economía, y la inteligencia lo es, no hay dos sin tres. ¿Qué puede ser más fuerte que un rinoceronte o un cisne cabreado? Sin duda un dragón rey, el tercero en discordia. A este animal le corresponden los atributos propios de los rinocerontes y los cisnes, es decir, sus efectos demoledores para el sistema del que se trate. Su nombre se lo debemos a Didier Sornette. Su teoría del dragón rey se basa en la aparición de un acontecimiento extraño pero previsible, aunque sea sus por antecedentes, y que encuentra su origen en una causa común.

Hasta aquí el zoológico de los desastres. Bien, asumamos la existencia en el hiperespacio terrestre de cisnes negros, rinocerontes grises y dragones rey. ¿Qué ocurriría si la conjunción de los astros los reuniera a todos en un mismo lugar y tiempo?

Encontraríamos un nuevo fenómeno cuya característica común principal con los anteriores serían los efectos definitivos sobre el conjunto de un sistema analizado, sea este económico o incluso político o social. Sin embargo, su elemento distintivo y necesario sería la aparición de los otros tres para formar una unidad fenomenológica, en un mismo espacio físico y temporal, creándose así una relación idéntica a la existente entre el todo y las partes.

La doctrina está analizando la clasificación de los sucesos que se nos están acumulando. La categorización de la crisis del coronavirus como un cisne negro -el propio Taleb se ha pronunciado al respecto negando su existencia-, la aparición de un rinoceronte gris en forma de guerra del petróleo entre Arabia Saudí y Rusia, con un dragón rojo acercándose en forma de crisis institucional en la Jefatura del Estado y del sistema autonómico en España es alarmante. Este último es quizá el más preocupante, puesto que comienza a sentirse el batir de sus alas.

Al hilo del Covid-19 y las medidas para parar sus efectos parecen haber introducido el debate en torno a la implantación del llamado modelo chino en España. Esta posiblidad obvia una cuestión fundamental: se olvida la superación del actual estado de alarma para adentrarnos en, probablemente, los de excepción o sitio.

En un país en el que lo primero que se agota en los supermercados es el papel higiénico y la cerveza, en el que ante la situación actual se producen desplazamientos a segundas residencias para pasar mejor las vacaciones y en el que existe una carrera alocada de todas las administraciones para convocar ruedas de prensa anunciando los esfuerzos ya realizados en lugar de seguir realizándolos, debemos ser conscientes de las implicaciones sociales, económicas y jurídicas que plantea subir un escalón más en nuestro sistema constitucional de excepcionalidad.

La derivada no es menor y tiene un peligro fundamental: puede ocurrir que, aun decretándolo, sigamos sin darnos cuenta de la gravedad del momento y el Estado queme su ‘bala de plata’ para poner algo de orden en una sociedad educada para la paz.

Deberíamos encontrar una nueva categoría para el elenco de animales que aparecen en tiempos de crisis. Quizá podríamos hablar de ‘los caminantes blancos’. Unos seres de película, sí, pero que son perfectamente previsibles, que juntos pueden llegar a suponer, no graves consecuencias, sino la desaparición de un sistema y, lamentablemente, tienden a ser ignorados durante muchas temporadas, incluso en Juego de Tronos.

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