OPINION

Spain is back... y Marruecos también

Mohamed VI de Marruecos
Mohamed VI de Marruecos
EFE

Una de las muchas sorpresas del nuevo Ejecutivo ha sido la incorporación de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, al Gobierno de la Nación. Poco se puede añadir al currículo de una mujer que probablemente sea una de las mayores expertas en diplomacia económica, una cuestión que está llamada a cambiar por completo la tradicional y conservadora imagen que tenemos del servicio exterior del Estado.

Sin embargo, su desembarco en la Plaza de Santa Cruz no ha sido del todo pacífico. Su desempeño al frente de la cartera de Exteriores se ha inaugurado con una reclamación histórica de Rabat. No por querida y defendida en el tiempo, la reivindicación de soberanía en sus aguas debe pasar desapercibida. No es una cuestión ni mucho menos menor. Las leyes aprobadas por el Parlamento marroquí pondrán límite a sus aguas territoriales, que alcanzarán las doce millas, mientras que crearán una Zona Económica Exclusiva de 200. El punto de mayor fricción, por si esto fuera poco, es la plataforma continental, que quedará ampliada hasta las 350 millas.

La soberanía sobre las aguas del Sahara Occidental ha estado siempre presente en las sinceras pero tensas relaciones entre los dos países que comparten la frontera más desigual del planeta. La abismal renta per cápita que separa estos dos mundos no ha sido óbice para que el reino alauita haya sido, desde siempre, defensor de aplicar la política de hechos consumados a las relaciones internacionales. En este caso, lo hace proclamando los principios fundamentales de la Convención del Mar de las Naciones Unidas.

El problema es que ese texto establece, como norma universal, el criterio de las 200 millas para la prolongación de la soberanía de un país sobre sus aguas. No es menos cierto que el mismo tratado dicta que en aquellos casos en los que la delimitación de la ZEE sea entre estados con costas adyacentes o situadas frente a frente, se efectuará por acuerdo entre ellos sobre la base del derecho internacional, a fin de llegar a una solución equitativa.

Y esto es precisamente lo que está haciendo Marruecos. Ha establecido claramente cuál es su reivindicación sobre estas aguas. En términos animalísticos, ha marcado el territorio. Rabat sabe perfectamente que esta ley, que en realidad es una declaración política por parte de la Comisión de Asuntos Internacionales de su Parlamento, escocerá en España. La quemazón que provoca es mayor si se hace con un Ejecutivo recién formado y con la visita de la ministra de Exteriores del Gobierno del Reino de España entrando por la puerta.

La lectura política que debe hacerse no es tanto de un pulso o un bofetón en la cara del Gobierno entrante. Más bien debe tomarse como una astuta estrategia de negociación en la que Rabat ha mostrado claramente sus máximos, sabedores de que, ni España, ni el resto de actores implicados en la zona, van a aceptar esta pretensión, bien sea por la vía de la negociación bilateral directa, como por la reclamación e impugnación ante las Naciones Unidas de la resolución del legislativo alauita.

En esto se ve claramente la diferencia cultural que existe entre nuestras dos sociedades. Mientras que en Marruecos el tiempo es la principal variable transformadora que juega a favor en su acción de Estado, en España el ahora, lo inmediato o la respuesta apresurada ante los acontecimientos es una exigencia casi democrática, que tiende a debilitar nuestros ‘must’ en materia internacional.

Junto a la reivindicación geográfica está sin duda la económica. La extensión de la jurisdicción marroquí sobre la plataforma continental le permitiría la exploración y explotación de la misma, además de la conservación y la administración de los recursos naturales. Este hecho es el que económicamente puede generar mayor controversia con Madrid. Se produce un evidente solapamiento en la soberanía sobre la plataforma continental, tanto de Canarias como de Portugal, dado que la plataforma continental sobre las islas Azores también limitaría al norte con parte de las Islas Canarias e incluso con Mauritania, un convidado que no es precisamente de piedra en toda esta jugada.

Las posibilidades económicas que ofrece esta zona no se paran en los hidrocarburos y la polémica por su exploración. Además de los que puedan existir en la zona, el monte Tropic es el yacimiento de Telurio más importante del mundo y dista tan solo 250 millas de Canarias. Este mineral es uno de los llamados a transformar la industria, al ser imprescindible como nuevo conductor y ser un referente en la composición de paneles solares e incluso en la fabricación de baterías que portarán en el futuro los vehículos eléctricos.

La reivindicación de la soberanía de las aguas saharauis lleva en el corazón de nuestra relación con Rabat más de medio siglo y es más que probable que lo siga estando durante los próximos lustros e incluso décadas. Esta es la gran baza marroquí. Nuestra política exterior está condicionada y muchas veces diseñada a cuatro años vista, mientras que la de Rabat no tiene visos de ser alterada en el medio o largo plazo. Su reclamación es un pilar de Estado que vendría a ser, salvando las distancias, el Gibraltar marroquí.

Las cosas no solamente están cambiando en el aspecto marítimo y militar. También lo están haciendo en las tradiciones de nuestra relación con Marruecos. Aunque un gesto simbólico, en el pasado la primera visita de un presidente del Gobierno siempre tenía como destino Marruecos. Tanto José Luis Rodríguez Zapatero como Mariano Rajoy en su momento atendieron a este guiño diplomático hacia nuestro vecino con el que, además de frontera, compartimos serios problemas de índole económica y sobre todo geopolítica, con la migración como principal reto que debe ser abordado desde ambas orillas. No estaría mal volver a los ‘basics’ y retomar una costumbre que tan buenos resultados nos ha dado durante tanto tiempo.

Una vez que Marruecos ha mostrado sus cartas, es imprescindible pensar nuestra siguiente jugada. En su toma de posesión, la ministra de Exteriores, acertadamente, apostó por un regreso al multilateralismo como pilar de la acción de su mandato. Este será nuestro mejor compañero de póker, ya que únicamente acompañados podremos averiguar si nuestro rival va o no de farol. La apuesta es alta, pero tenemos que verla si no queremos que otros se lleven el bote.

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