OPINION

Industria y ayudas públicas

Industria y ayudas públicas
Industria y ayudas públicas

Las subvenciones y ayudas que conceden anualmente las administraciones públicas están pensadas como un apoyo financiero para aumentar la productividad de determinados sectores e impulsar la innovación y la eficiencia. En un mercado perfectamente competitivo no habría argumentos para justificarlas. Pero los mercados no son perfectos y la realidad demuestra que pueden mejorar sustancialmente el resultado global. De hecho, se pretende que los efectos de esas ayudas contribuyan a mejorar la economía del país. Por eso es esencial que con ellas se fortalezcan sectores estratégicos como la industria, a la que identificamos en nuestro Anuario de Administraciones Públicas 2018 como un sector determinante. Tiene una gran importancia como generadora de conocimiento y empleo, y la última crisis evidenció que los países con un mayor peso de ella en el PIB respondieron mejor a la misma.

Diez años después de la irrupción de esa crisis, en 2018 las administraciones públicas españolas concedieron 2.807,4 millones de euros en subvenciones y ayudas públicas a empresas y entes mercantiles y no mercantiles, según muestra nuestro Anuario. Es un incremento del 19,1% respecto a 2017 y un cambio de tendencia tras dos años seguidos en caída. El apoyo a la industria, sin embargo, en vez de reforzarse se ha debilitado, con una disminución del dinero destinado a ella que confirma una tendencia decreciente iniciada en 2014. El sector industrial lleva de hecho seis años consecutivos recibiendo menos de 1.000 millones de euros por ejercicio.

En 2018, las sociedades mercantiles percibieron 1.080,1 millones de euros en subvenciones y ayudas públicas. De ellos, las del sector industrial obtuvieron 275,67 millones. Es la cifra más baja en más de diez años para un sector que es clave en términos de empleo y actividad.

La industria comprende, entre otras, las actividades extractivas (como la minería) y la industria manufacturera, que incluye un alto número de segmentos (alimentación, tabaco, confección de prendas de vestir, productos farmacéuticos, artes gráficas, productos informáticos, maquinaria y equipos, industria química, refinería de petróleo, metalurgia, etcétera.). De los 275,67 millones de euros que recibió la industria en 2018, 261,7 millones de euros fueron al sector manufacturero. Esa cifra no solo supone un descenso en cuantía respecto a años anteriores, sino también en el porcentaje sobre el flujo total destinado a sociedades mercantiles (24,2% de 1.080,1 millones de euros en 2018; 27% de 1.201 millones en 2017; y 33,6% de 2.076 millones en 2016).

Tras el violento ajuste que comenzó a sufrir la industria española en 2008, emprendió su mejoría en 2012, para erigirse en factor fundamental para las exportaciones y ejercer de herramienta para la diversificación de una economía basada en los servicios. Sin embargo, no ha llegado a recuperar los niveles de producción previos a la crisis. En 2018 fue de hecho el único sector que destruyó puestos de trabajo y encadenó dos trimestres en negativo, una entrada técnica en recesión que, no obstante, se rompió en los primeros tres meses de 2019. A ello se suma que, fruto de un proceso de terciarización de la economía, redujo en tres décimas su peso en el PIB, hasta el 16%, alejándose de la media europea y del objetivo del 20% del PIB para 2020 que la Comisión Europea fijó cuando situó la política industrial como una de las prioridades del bloque en su estrategia Europa 2020. El camino recorrido es, pues, el inverso al que se debería haber andado en la “reindustralización de la economía”, un objetivo que el Gobierno estableció en febrero de este año en las Directrices Generales de la Nueva Política Industrial Española 2030.

El verano que acabamos de terminar ha dejado señales preocupantes. Las matriculaciones de automóviles descendieron más de un 30% en agosto, tal y como recogemos en el último Focus, el boletín trimestral de coyuntura económica de Axesor. La caída no es achacable solo al efecto repunte de agosto del año pasado ante la entrada en vigor, un mes después, del protocolo europeo de emisiones: ya acumulan un retroceso medio anual del 9,2%, frente al incremento del 14,6% en el mismo periodo de 2018. A ello se une que la producción manufacturera sufrió en agosto su peor deterioro desde mayo de 2013, sumando tres meses consecutivos de contracción: el índice PMI se situó en 48,8 puntos frente a los 48,2 de julio y, recordemos, todo nivel por debajo de 50 se considera recesionario. Influye la guerra comercial entre Estados Unidos y China y también una Alemania al borde de la recesión, en un momento en el que afrontamos una desaceleración del crecimiento español y cuando en Europa suenan tambores que para algunos podrían estar anticipando una nueva crisis. ¿Estaría la industria española preparada para afrontarla? Las subvenciones destinadas a ella suponen una ayuda hacia una economía más competitiva, más sostenible y con menos desequilibrios y, bien estructuradas, pueden contribuir a proteger un sector económico estratégico. Sería bueno que las administraciones españolas llevaran a cabo una revisión de su política de ayudas públicas para asegurarse de que hacen todo lo posible para potenciar y proteger un sector clave.

*Dionisio Torre es Director General de AXESOR.

Mostrar comentarios