El oportuno discurso de un Rey preocupado

    • Felipe VI tuvo la habilidad de elegir el Palacio Real y reivindicar la Monarquía como centro institucional de encuentro colectivo.
    • Ha sido acertado recordar la reciente historia desarrollada bajo el impulso de la Corona, dispuesta desde el primer momento a establecer y mantener la democracia en España.

El Rey Felipe VI tuvo la habilidad de elegir el Palacio Real como escenario de su encuentro anual con los españoles. La puesta en escena no ha sido una cuestión menor, porque al enviar el mensaje de que el Palacio es “un símbolo de nuestra historia” que “está abierto a todos los ciudadanos”, el monarca reivindicaba la Monarquía como centro institucional de encuentro colectivo. En un año en que se han exacerbado impulsos contra nuestro sistema político, ha sido acertado recordar la reciente historia desarrollada bajo el impulso de la Corona, dispuesta desde el primer momento a establecer y mantener la democracia en España.

El principal acierto del mensaje navideño del Rey hay que buscarlo, naturalmente, en su contenido, pegado a la actual situación de España. Felipe VI ha llamado la atención sobre la necesidad de unión y de entendimiento, de respeto a las leyes y al interés general de los españoles, y de voluntad de “consolidar lo conseguido”. No ha citado acontecimientos concretos –presión de los independentistas catalanes, populismo agitador, complejo mapa electoral…-, precisión que no le corresponde ni hacía falta, pero se refería obviamente a todo lo que condiciona la situación, ejerciendo el papel moderador y arbitral que le corresponde.

Si tuviera que seleccionar una proposición del discurso, elegiría el aviso de que “la ruptura de la ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, al empobrecimiento y al aislamiento”. Es un dictamen que afecta a lo más grave de lo que nos pasa, el intento de ruptura de la unidad de España, y que advierte sobre la necesidad de encontrar ahora una solución política que responda adecuadamente a la voluntad de los españoles manifestada en las urnas.

El discurso revela que el Rey está preocupado por la difícil coyuntura española y también dispuesto a poner de su parte lo que le permite/exige la ley como jefe del Estado. En este sentido, su discurso no es un impulso más a la preocupación sino, por el contrario, un síntoma de que en la cúpula del Estado hay conciencia de lo que se debe evitar y lo que se debe hacer, que consiste en conseguir “de manera irrenunciable -dijo el monarca-, el entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad. Para ello es necesario aceptar “la primacía y la defensa de nuestra Constitución”, que reconoce la soberanía de todos los españoles y diseña una España plenamente democrática. Esto no impide aplicar las reformas que la Constitución necesite, como las dos que ya se han hecho, pero exige respetar el procedimiento de reforma, lo que significa actualizar democráticamente nuestra democracia.

Me pareció desde el principio un discurso oportuno, que sería una contribución segura a la solución de los problemas que hoy turban a España si los políticos actuaran en la dirección que señala. No dudo de que una parte notable del mundillo político aplaudirá el diagnóstico de Felipe VI, pero hace falta que lo demuestren en la práctica. Y nosotros que lo veamos.

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