OPINION

"Una nueva normalidad"

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la octava videoconferencia con presidentes de las CCAA
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la octava videoconferencia con presidentes de las CCAA
Efe

Los que hablan de "una nueva normalidad" cometen una logomaquia, mencionan un significante vacío de contenido. "Una nueva normalidad" es una embarcación con una vía de agua que la conducirá irremediablemente al fondo del pantano de barro y fango que nos legará como despedida la Covid-19, si alguna vez tiene la cortesía de marcharse.

Para empezar, "la" normalidad, sea vieja o nueva, no existe, no es un hecho de la realidad. Es una abstracción de naturaleza estática. Es una ficción imprescindible para que los seres humanos proyectemos nuestra vida hacia un futuro reglado que es un producto imaginario de nuestra necesidad de confianza. Anhelamos que la autonomía de la voluntad se despliegue dentro del orden prefigurado que demanda la ejecución de nuestras aspiraciones más íntimas: casarnos, tener hijos, ejercer una profesión digna y socialmente reconocida, degustar un café, con una copita y un habano, en la compañía amistosa de Pablo Iglesias y Santiago Abascal...

La vida humana es un flujo histórico continuo, una dialéctica de procesos de signo contrario: guerras, catástrofes naturales, períodos de prosperidad económica y renacimiento cultural... La vida humana es el movimiento de una noria que, lamento decirlo, empujan -¿quiénes serán?- unas bestias de carga. Nadie se baña dos veces en el mismo río (Heráclito).

"Una nueva normalidad" es el mito teológico (contemporáneo) del "ángel caído" que, al llegar el Mesías, reconoce sus culpas ante Yaveh y, justo antes del fin de la Historia, se salva, asciende de la gehena a la Nube de Algodón y se arrodilla ante el Padre. Sánchez replica el trípode metafísico de San Agustín: "Civitas Dei"- "Civitas diaboli"- "La vida feliz". Es la promesa de la coalición PSOE-Unidas Podemos. Es un absurdo político ante la fuerza de la naturaleza rabiosa y enferma. Pedro Sánchez pilota una frágil embarcación que busca un mar sin olas al mismo tiempo que el volcán Krakatoa entra en erupción. ¿A qué utopía se dirige el barquito de Sánchez, con su camarote de los Hermanos Marx, ocupado nada menos que por sus 22 ministros y ministras, con su corte de asesores, todos con sus mascarillas y guantes de goma, respetando, desde luego, la distancia física que impone Sanidad? Al grito unánime de "¡No empujen, que es peor!".

Sánchez, además de un político mediocre, es un teólogo de cuarta división. Sin embargo, su conocimiento de la gramática española resulta insuperable. Don Pedro tiene un "Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad". Su torpeza sustituye el artículo determinativo (la) por el artículo indefinido (una). Da carta de naturaleza a diversas e hipotéticas "nuevas normalidades". ¿Es Pedro Sánchez un sujeto normal, paranormal o sobrenatural? ¿Qué es lo que verdaderamente quiere, aparte de enredarnos a todos con sus trucos de mago de pueblo? Estoy seguro de que no lo sabe ni él.

Donde no tiene rival el tocayo de Almodóvar es en el campo de la ufología. El presidente habla sin parar del regreso a una nueva normalidad y de la vuelta a una nueva normalidad. Yo no sabía que dirigía España un genio de la ciencia ficción. Todo un profesional de Hollywood muy superior al gran Robert Zemeckis ('Back to the Future').

En cierta ocasión, un periodista estúpido (y pretencioso) le preguntó a Gonzalo Suárez esto: "¿No cree que la vida es una enfermedad?". El padre de la bella Emma contestó con una pizca de malicia: "¿Una enfermedad respecto a qué?". Pues eso. ¿"Una nueva normalidad" respecto a qué?

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