Opinión

"Yo no tengo cromos que cambiar"

Central térmica de Andorra (Teruel).
"Yo no tengo cromos que cambiar". 
EFE

Esta semana hemos podido observar cómo los medios de comunicación más relevantes del país se hacían eco del cierre de la mitad de las centrales térmicas que utilizan el carbón como combustible para la generación de electricidad, porque su mantenimiento iba en contra de las más simples reglas de sostenibilidad y de lucha contra el cambio climático, a la que irremisiblemente nos vamos a enfrentar (al margen de que su funcionamiento ya no fuese competitivo para los propietarios de las centrales).

No podemos eludir que esta decisión, acertada sin género de dudas, se produce, como en casi todas las cuestiones políticas, por un proceso de intercambio entre el poder político y el poder económico que ve mermada su posición, tanto por la imposibilidad económica de mantenerlas en funcionamiento como por su obligado cierre.

Pero en el duro camino de todo este proceso ha habido muchas personas que, sin participar en el intercambio de contrapartidas, porque carecen de posición de dominio, han trabajado denodadamente para mantener una presión pública que ha ayudado o dificultado, según se mire, la toma de decisiones, en aras a lograr un futuro más sostenible que el que ahora tenemos.

Este es un homenaje a Greenpeace, a la Fundación Renovables, al Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (IIDMA) y a otros muchos grupos ecologistas y sociales que han seguido perseverando, día tras día, en que es posible cambiar el modelo sin tener que cambiar cromos, entre otras razones porque no los tenían. Soy consciente de que este papel ha servido para que los políticos hayan trasladado a la negociación el miedo escénico que las posiciones sociales representaban, razón por la que, aunque desde el Gobierno no siempre se agradezca explícitamente su labor, quiero hacerlo personalmente desde esta tribuna.

En todas las propuestas legislativas existe un equilibrio entre posiciones económicas y de poder, pero generalmente no damos valor a los que no tienen nada que poner encima de la mesa para que las negociaciones avancen en un sentido u otro. Se equivocan quienes minusvaloran el poder de los silentes, porque su determinación no es temporal, ni en muchos casos transaccionable y bien harían los gobernantes en tenerlos presentes más a menudo en su toma de decisiones.

Es, por desgracia en muchos casos, el mantra diario de la política, no solo cambiar cromos, sino aunar posiciones que generalmente disponen de altavoces de los que la mayoría de los ciudadanos no disponemos. Nuestro valor parece que solo es explícito en épocas electorales, cuando todos los partidos abogan por una apuesta verde y sostenible en busca de votos. Por esto, es tan importante que instituciones como las mencionadas sigan manteniendo su independencia y aumentando su presencia, aunque no tengan más cromos para cambiar que su esfuerzo y dignidad.

Nuestro papel no es participar en el trueque, sino modificar la ecuación de canje a través de la presión social y mediática. Hemos visto cómo la presión ejercida a favor del carbón desde hace muchos años ha sido continua, pero también hemos visto y comprobado cómo las regiones que vivían de él han ido perdiendo calidad de vida y expectativas de futuro, al apostar por un pasado que no era sostenible sin la presencia continua de ayudas por parte de los estamentos públicos. Nunca hemos negado la necesidad de que estas regiones dispongan de alternativas económicas que les permitan disponer de estabilidad para que la despoblación de las mismas no sea la única solución, pero siempre acabamos con las mismas preguntas: ¿Quién tuvo la culpa?, ¿quiénes apostamos por el cambio o quiénes se negaron a hacerlo? Tener razón parece que no es suficiente cuando esta en juego la forma de vida de muchas personas, por eso es tan importante que los cambios de cromos sean fruto de un equilibrio entre los que los tienen y los que no los tienen.

De este mercadeo de estampitas seguramente haya salido el acuerdo del cierre del carbón, pero también la prórroga de las centrales nucleares. Nunca sabremos cuáles eran los cromos que estaban encima de la mesa porque en realidad, hay colecciones que nunca parecen tener fin, pero lo que sí conocemos es que el esfuerzo de los 'sincromos' debe seguir patente, intacto e impasible, confiando en que el mismo, sea algo más tenido en cuenta en el futuro. 

Mostrar comentarios