OPINION

Aplicar ideología ultra al mercado del alquiler... ya se hizo en el franquismo

El ministro de Fomento Jose Luis Ábalos
El ministro de Fomento Jose Luis Ábalos
Efe

Aplicar la ideología ultra de cualquier signo a la vivienda o a mercados donde la vida real es la que manda y marca el paso para que muchas familias lleguen o no a fin de mes, puede ser uno de los grandes despropósitos de una situación política sobre hilvanes como la que estamos sufriendo en España desde hace ya demasiado tiempo. Un analista del mercado inmobiliario recordaba que con el decreto del alquiler que ahora se pretende aprobar ‘in extremis’ en la Diputación Permamente que ha quedado en el Congreso para los temas de urgencia, son ya tres normativas distintas en un mismo ejercicio las que ha sufrido el sector, algo inconcebible en un país supuestamente avanzado y sensato.

Es un hecho que el mercado del alquiler está distorsionado en España, pero eso no le sorprende a nadie. Es un argumento clásico en nuestro entorno que mientras el coste de alquilar sea mayor o equivalente al de comprar con las hipotecas a tipos bajos, la inversión en vivienda se convierte en una forma de ahorrar y sacarle a ese dinero un rendimiento anual de casi el 5%, que muy pocos productos financieros ofrecen en este momento. Lo único nuevo que ha llegado a ese mercado en el último lustro han sido los pisos de alquiler vacacional (los ‘airbnb’), cuyo impacto al alza en los precios no se ha podido demostrar todavía: al contrario, algunos informes internacionales y hasta la CNMC han dicho lo contrario. En cualquier caso, es un componente más que entra en la ecuación de un mercado y que abre opciones de mejora para propietarios y para arrendatarios.

Ese mal endémico del alquiler en España frente a la compra, que viene de la época franquista (los pisos de 'sindicatos') y que no pudo paliar ni el ‘Decreto Boyer’ (que por fin limitaba las prórrogas indefinidas de los inquilinos), es el que ha hecho que apenas el 25% de la población viva con eses modelo, una proporción que se duplica en el entorno comunitario. Pero si bien el origen del problema es el mismo de siempre, la situación de la que ahora partimos es otra, tras la tremenda crisis del ‘ladrillo’ que ha azotado especialmente en nuestro país. Se da el caso de que los jóvenes, más abiertos y con las miras más altas que en otros tiempos, ven con buenos ojos el mercado del alquiler como una opción de vida, como ocurre en lugares como Alemania o Francia, pero no comprenden los problemas que les pone la regulación en España ni el descontrol de precios que se sufre en las zonas donde más alta es la demanda, como el centro de las grandes ciudades. Máxime en un entorno de salarios precarios y trabajos escasos.

A pesar de las tribulaciones políticas y los cuasi chantajes de formaciones como Unidos Podemos para que el Gobierno socialista ‘trague’ con su estrategia de control de precios en el mercado, las soluciones al problema del alquiler son muy claras y discurren por dos líneas entre las que no hay término medio: la ideológica intervencionista y que defiende la ultraizquierda, y la puramente económica que no interfeire en los precios, sino en las condiciones del mercado. Y en medio, un decreto aprobado este viernes que no se decanta por ninguna de ellas, sino por contentar a casi todos y esperar a ver qué pasa tras las elecciones. Mal se justifica así la urgencia de la medida y su entrada en la Diputación Permanente, sobre todo después de haber sido rechazada como tal hace apenas un mes en el Pleno del Congreso.

Si se opta por la línea ideológica de izquierdas, se abre la puerta a que los más de 8.000 municipios españoles determinen las zonas de precios de alquiler tensionado en sus calles y cedan a la tentación de decidir hasta donde se puede cobrar en las rentas más jugosos del mercado. Cuanto más marcada línea ideológico tenga una corporación municipal, en un sentido o en otro, más posibilidad hay de llevar esa distorsión del mercado libre hasta límites insospechados. Es irrisorio por el momento pensar que el deseado observatorio de precios y datos (por más orden que se le haya dado al INE para que lo acelere) que contempla Ábalos en su decreto va a servir para dar seguridad y evitar la manipulación del mercado. Ahora mismo, no hay un sector con más datos sobre precios, rentas, clases, créditos, tipos, coste medio, ventas… que el de la vivienda, cada uno de un padre y una madre que barre para casa lo que puede. Y sirven de muy poco, incluido el del INE. 

Eso sin hablar de la tremenda casuística de quienes sacan en alquiler un piso, entre los que hay gente sin ningún tipo de ambición y verdaderos tiburones que rascan todo lo que pueden normalmente al límite de la legalidad. La posibilidad de hacer que justos paguen por pecadores con la opción ideológica e intervencionista del mercado es evidente y casi inevitable. Todo ello además de la batalla legal que supondría por la confluencia del supuesto derecho a una vivienda digna (que no es un derecho fundamental sino un mandato al Gobierno de turno) y la consagración de la libertad de empresa y la propiedad privada que contempla la Constitución. Es normal que algunos técnicos y economistas de las propias filas socialistas hayan lanzado la voz de alarma frente a las concesiones de Ábalos a Podemos en el decreto, no vaya a ser que si gana el 28-A y logran gobernar, lo tengan que asumir.

Frente a la opción ideológica y el maremagnun legal, social y económico en el que mete al negocio del alquiler, está la vía del mercado: si suben los precios es porque hay más demanda que oferta, ni más ni menos. Si se interviene sobre los factores de ambos para dar más opciones a la oferta, se relajarán los precios. Y ahí caben opciones inteligentes como la de gravar mas a los pisos vacíos en el IBI (con un límite), fomentar la inversión pública y privada en promociones para alquiler (ventajas fiscales a cambio de precios reducidos), liberar suelo para edificar promociones para alquiler, facilitar trámites y licencias urbanísticas leoninas… y hasta intensificar la lucha contra la ‘okupación’ de inmuebles abandonados. Son medidas que muchos jóvenes y asalariados de nivel bajo o medio, ávidos de acceder a un alquiler asequible, agradecerían mucho, en lugar de ir por una vía ideológica que va contra el mercado libre y se basa en que todo el mundo es malo cuando alquila un piso.

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