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Argel, Rabat y la sombra de Wagner: el nuevo puzzle de EEUU para el Sahel

Albares
Argel, Rabat y la sombra de Wanger: el nuevo escenario entre EEUU y el Sahel.
EFE

La recomposición de las relaciones entre España y Marruecos al hilo del reconocimiento del Sáhara como una autonomía del Reino alauí, al menos hasta que se pueda normalizar su situación y se acabe con 46 años de penuria para sus ciudadanos, no ha sido un movimiento aislado del Ministerio de Exteriores, sino que forma parte de un movimiento geopolítico más amplio que se ha acelerado con la guerra de Ucrania y que persigue controlar el desarrollo de la influencia rusa en la mitad norte de África, rica en recursos naturales y pobre en todo lo demás. La normalización entre Madrid y Rabat, que el ministro Albares ratificará la semana que viene en suelo marroquí, es una pieza más del puzzle que maneja Estados Unidos, nuevo gran aliado de la UE frente a Putin, que pretende evitar que grupos paramilitares rusos, como Wagner, estrechen su amistad con los poderosos generales y las juntas militares de los países africanos del Sahel y lleguen a poner su poder y su gas natural a los pies de Putin.

Visto el nivel de destrucción sin miramientos que Rusia es capaz de aplicar cuando no puede hacer una guerra ‘inteligente’, tanto desde Washington como en Bruselas tenían muy claro el mensaje que había que lanzar a Albares en Madrid la semana pasada, sobre todo a sabiendas de su cercanía con el presidente Sánchez: es momento de aplicar en el norte de África la ‘realpolitik’ y hacer frente a las circunstancias especiales que se producen por delante de las ideologías y los derechos de autodeterminación. Eso llegará más adelante, pero Biden tiene muy claro que sus ‘amigos’ de la UE no se pueden permitir ahora un enconamiento con Marruecos, el país que puede colapsar la inmigración y abrir la puerta al terrorismo yihadista, ni alejarse de Argelia, uno de los depósitos más grandes del mundo de gas natural y minerales. Si ellos se llevan mal, que no sea por culpa de Occidente. Al contrario, la prioridad ahora es impulsar su desarrollo conjunto con dinero, inversiones y refuerzos militares antes de que lo hagan Rusia o China.

Los paramilitares del Grupo Wagner, vinculados al Kremlin desde su nacimiento por más que Rusia lo haya negado y les considere solo “asesores”, empezaron en 2014 a actuar como entidad privada (autónoma) precisamente en Ucrania, para pasar luego a ofrecer su seguridad a Siria, pero llevan años trabajándose la amistad de los cabecillas africanos con especial incidencia en todo lo que es la zona del Sahel, en países como Mali, Libia, Sudán y la República Centroafricana, entre otros. Las instituciones de análisis geopolítico internacional estiman que Rusia o sociedades afines a su gobierno tienen unos 16 acuerdos estratégicos con países africanos, similares a los que llega a alcanzar China, en los que básicamente se intercambia dinero o seguridad por licencias para explotar los recursos naturales de cada zona.

El fantasma de organizaciones como Wagner pululaba por la sede de Exteriores hace diez días, antes de enviar la carta de conciliación a Marruecos para normalizar las relaciones, a sabiendas de que iba a ser difundida inmediatamente y que se podía originar un revuelo importante, por más que desde las grandes empresas y los socios europeos se haya apoyado la decisión por ser la base para afianzar la estabilidad en la zona. Solo hay que ver la reacción de Ceuta, Melilla y Canarias, que serán ratificados como territorios cien por cien de la OTAN en la cumbre de Madrid del mes de junio con todas las bendiciones de Europa y Estados Unidos, para que a nadie le queden dudas al respecto.

Mientras Biden se reunía este sábado con los ministros de Exteriores y Defensa ucranianos en la frontera con Polonia, su secretario de Estado, Antony Blinken, iniciaba una gira en Oriente Medio que acabará en lo que va a ser uno de los ejes claros de su apuesta internacional en esta parte del mundo: Rabat y Argel. El propio Departamento de Estado ha recalcado que la región del Norte de África y Oriente Próximo ya ha visto los efectos perjudiciales de las campañas militares de Rusia. "En Siria, Libia y Mali, las fuerzas militares y paramilitares rusas han explotado los conflictos para los propios intereses egoístas de Moscú, lo que ha supuesto una grave amenaza para la estabilidad regional y el comercio mundial", señala.

El proceso que le queda ahora por delante a Exteriores no va a ser fácil, más allá de las críticas por las formas a la hora de dar a conocer tan importante decisión para España. Es evidente que no han sido las mejores, pero dado el enfrentamiento entre Marruecos y Argelia, aunque se hubiera pactado, preparado y avisado todo de antemano (que seguramente se hizo), las partes nunca van a reconocer el éxito del contrario en nada y prefieren que pague el que está siempre en medio, léase Albares. Lo importante ahora para el Ejecutivo es convencer a los grupos afines al PSOE y más cercanos a la izquierda de que se ha hecho lo que se debía, ante un nuevo mapa geopolítico que amenaza con generar una segunda ‘Guerra Fría’ frente a Rusia, pero esta vez no solo con EEUU en la lejanía, sino pared con pared con la UE y la Vieja Europa, con especial atención a los vaivenes del Mediterráneo y el norte de África.

Con ese escenario, Madrid debería ser parada obligada de los grandes líderes mundiales cada vez que se analice una situación que nos afecta a todos. Está garantizado el gas de Argelia y la idea de la UE de centralizar las compras puede suponer un impulso para un combustible que está llamado a sustituir al ruso y que debe entrar en Europa por España y por Italia. Pero hay un gasoducto cerrado con Marruecos que puede ser importante en ese proceso, sobre todo si se acierta con conectar con Europa en los Pirineos. Todas las bazas están abiertas para que España puede jugar un papel importante en la reordenación geoestratégica y energética que se avecina en el Mare Nostrum, aunque haya que ceder terreno a la política pragmática en detrimento de la ideología, como se ha hecho con Marruecos.  

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