OPINION

Calviño y González Laya tienen la tesis de Sánchez en la mesilla de noche

Fotografía Nadia Calviño y Pedro Sánchez / EFE
Fotografía Nadia Calviño y Pedro Sánchez / EFE

Con el nombramiento de la guipuzcoana Arancha González Laya como ministra de Exteriores, de la mano de la vicepresidenta económica Nadia Calviño, el presidente del Gobierno va a poder cumplir uno de sus grandes retos, por no decir sueños: aplicar en la práctica los postulados de su tesis doctoral, centrada en las ‘Innovaciones de la diplomacia económica española: análisis del sector público’. Aunque el contenido desarrollado en ese trabajo no llegara hasta el año 2012, siete años después va a ser sin duda la lectura de cabecera que las ministras del área económica deberán tener sobre la mesilla de noche para contrastar que sus decisiones no van en contra de lo que en su día postuló el que ahora es ‘su jefe’.

Uno de los grandes logros de esa tesis doctoral es que fue la primera que analizó el tema de la diplomacia económica de forma tangible en nuestro país, con datos y servicios concretos detallados en sus páginas; aunque hay que decir en su cargo que, además de ser única, plantea una coordinación entre ministerios, instituciones y entes públicos empresariales que, hasta el momento, se ha demostrado imposible. El último técnico comercial del Estado (‘teco’) que ví, al que le pidieron colaboración para ayudar a un diplomático a atender una empresa que estaba interesada en invertir en España, escribió su móvil en un folio para enviárselo al ‘colega’ de Exteriores y que se lo diera a la empresa en cuestión, para verla por su cuenta, porque le iba a ir mejor.

Aunque sea una anécdota (real), lo importante es que refleja un estado de la situación en el que la diplomacia política que pregona ahora Calviño y analizó en su día Sánchez es por el momento una quimera que depende, sobre todo, de un cambio de actitud radical en ambas partes: en la cabeza de los ‘tecos’, que hay que reconocer que son el colectivo profesional del Estado que más ha hecho por la promoción de las empresas españolas en el exterior; y en la de los diplomáticos, volcados en la política más que en la economía y para quienes la internacionalización empresarial siempre ha jugado en segunda división.

En el ámbito de instituciones vinculadas al comercio exterior, como el ICEX, Cofides o Cesce, la vocación es dar servicio a las empresas entendidas como clientes a los que hay que atender (y si llega el caso hasta cobrar), mientras que en el área diplomática de exteriores, a las empresas que exportan y se la juegan fuera se les tiene conceptualizadas como elementos que están al servicio de la acción diplomática. Son dos vectores que no convergen y que marcan uno de los grandes males de la promoción exterior española desde hace demasiados años.

Viste mucho llevar a un embajador a un encuentro comercial, pero es mucho más efectivo que esté el consejero comercial de alguna de las cerca de cien Ofecomes que España tiene repartidas en el exterior, si es que se quieren obtener resultados factibles. Si el cometido que Nadia Calviño y González Laya se han marcado es acercar esos dos mundos, tal y como propone Sánchez en su trabajo de doctorado, el esfuerzo que hay que hacer para renovar conceptos en la mentalidad de los funcionarios de élite de una y otra parte es, por ahora, titánico.

La tesis del presidente ya planteaba ese problema, pero con pocas soluciones efectivas a modo de propuestas de acción. Su trabajo se realizó más cerca del ámbito de los técnicos comerciales, sobre todo en torno al Plan Estratégico del ICEX que se elaboró bajo el mandato de Zapatero, y que, entre otras cosas, ha servido para apoyar a miles de empresas españolas que han tenido que salir fuera a buscarse la vida, ahogadas por la crisis, y que han servido para apuntalar la recuperación de nuestra economía. Nunca se agradecerá lo suficiente el esfuerzo que esos empresarios internacionalizados han hecho al conjunto de la economía del país, sin apoyo de la diplomacia económica, más que nada porque todavía no existe. Se planteó en la última legislatura de Zapatero y quedó ‘plasmada’ en la famosa tesis de su sucesor, pero de eso nada más se ha sabido hasta ahora.

Nadia Calviño conoce muy bien el mundo de los ‘tecos’ y la nueva titular de Exteriores el de la alta política comercial, aunque vinculada más a la ayuda al desarrollo a nivel mundial que a la promoción de sectores concretos como los componentes de automoción, el vino, el aceite, la máquina-herramienta, las infraestructuras, la tecnología médica o las renovables, por poner ejemplos punteros de presencia española en todo el mundo. Pero bien harían las dos, junto con el área de Comercio que lleva Reyes Maroto, en ordenar primero todos los órganos de promoción exterior a nivel interno, desde los ‘Icex autonómicos’ hasta las cámaras de comercio, para ir de abajo arriba y coordinar luego con criterio las cosas con los estamentos diplomáticos. Muchas empresas se lo agradecerían, de la misma forma que les vendría bien cuando están en algún rincón del mundo intentando sobrevivir, que invitar a un embajador a un encuentro empresarial organizado por ‘tecos’ sea más un problema de egos y protocolos, que una herramienta efectiva con la que hacer negocios.

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