OPINION

Cómo separar el polvo de la paja entre el Ibex y el caso Villarejo

A Villarejo se le ha denegado repetidamente la puesta en libertad (Foto: EFE)
A Villarejo se le ha denegado repetidamente la puesta en libertad (Foto: EFE)

Una de las claves que sobrevuelan sobre todo el caso Villarejo y la trama que montó en torno a los trabajos que realizaba para empresas está, precisamente, en conocer el alcance real de sus actividades en las últimas dos décadas, que es cuando parece ser que estaba más vinculado con algunas de las principales compañías del Ibex. “No verás a ninguno de los grandes empresarios de este país opinar en público sobre las cosas de Villarejo porque, el que más y el que menos, casi todos han conocido o han tenido encima de la mesa alguna propuesta o informe suyo”, contaba recientemente off the récord un juez ya retirado y cercano a sus actividades en aquellos tiempos.

No en vano se ha publicado que el excomisario, ahora en prisión preventiva y con pocos visos de salir por el momento, amasó un patrimonio de casi 20 millones de euros con una red de empresas montadas en torno a su actividad investigadora durante los diez años que estuvo en excedencia y en la actividad posterior que en esas empresas se realizaba. Y ahí está el quid de la cuestión, en dilucidar cómo se hacía esa actividad a caballo entre lo público y lo privado, como empresario o como agende doble, y con qué avales contaba para ello.

Para entender bien la situación hay que ponerse en la situación que había en España hace quince años, en plena gestación del boom inmobiliario y con la economía al alza. El modus operandi de Villarejo no pasaba por una actividad comercial a los cuatro vientos, sino por aprovechar la supuesta confidencialidad de una agencia de investigación que podía solucionar problemas difíciles para empresas (o empresarios) con pocos escrúpulos a la hora de competir. Todo vale en el mercado si el que se la juega es otro y tú te sales con la tuya. Si para ello hay que pagar, sin problema: no eran cantidades alarmantes para lo que se maneja en el Ibex. En cualquier caso, la ventaja que ofrecen los datos espiados o robados de la competencia pueden no tener precio, con lo que la regla de que se puede ganar mucho y perder poco, se cumplía.

Era el caldo de cultivo perfecto para un negocio que pretendía cubrir esas necesidades seudoempresariales, cuando surgían, o provocarlas para que aflorasen con supuestos informes ‘secretos’ en forma de ‘fake news’, y cobrar una bonita factura por ponerles remedios. Quienes estaban cerca de aquel tinglado tienen dos cosas claras: la primera, que no se trataba de actuar como ‘organización criminal’, que es el delito principal que se les achaca ahora a Villarejo y el resto de los implicados en el caso Tándem; era más que eso, una verdadera mafia. Y la segunda, que todo estaba cubierto por un excomisario condecorado, que presentaba credenciales de otros trabajos al más alto nivel en el mundo empresarial y, por si fuera poco, contaba con el aval de las autoridades policiales del momento y hasta del Ministerio del Interior.

Por ahora se ha conocido que trabajó para el BBVA presidido por Francisco González, pero en los mentideros de la capital ya se están manejando los nombres de otras grandes del Ibex que pudieron tener relación con la empresa del excomisario y que también son entidades que pueden suponer un riesgo sistémico para el sector en el que operan. Más allá del caso en sí y de la implicación concreta de cada empresa, ese peligro es el que preocupa en Moncloa y, quieran o no, algo que deben tener muy en cuenta los fiscales y el juez del caso a la hora de acelerar y poner negro sobre blanco sobre lo que hacía o no Villarejo. A estas alturas de la trama, con tantas piezas abiertas, se han generado ramificaciones, como la operación Kitchen, que alcanzan al caso Gurtel y a Luis Bárcenas y otros implicados en la trama, informaciones lanzadas a medida y con cuentagotas desde medios teledirigidos y hasta sospechas que inducen a pensar en un golpe de Estado, todavía no se sabe si antes o después del 11-M (mejor según convenga).

¿Y si la trama y lo que realmente ocurrió no es tan complejo como nos lo quieren hacer ver quienes manejan los hilos de la información y las escuchas a cuentagotas? Tal vez entonces no harían falta tantas piezas en la causa, sino acertar con quienes estaban muy cerca de Villarejo (dentro o fuera de la Policía) y delimitar sus responsabilidades con la más estricta objetividad, y sin piedad. Nadie pone escuchas en España a 15.000 números de teléfono, ni llega a convertirse en la clave de una trama internacional en Oriente Medio o en el pirómano de un edificio en el centro de Madrid, más que a toro pasado. Más creíble es que fueran cuatro trabajos policiales a pie de calle, inflados en informes de película y que aprovechaban la actualidad de las noticias sobre peleas empresariales para sacarle el dinero a unos empresarios ávidos de poder y aconsejados por expolicías y amigos de la trama del excomisario.

Separar el polvo de la paja y dejar claras las cosas se impone en un caso cuyo avance ensucia cada día más la reputación del país y que ha dejado por los suelos una institución, la de la Polícia Nacional, gracias a la cual muchos ciudadanos estamos vivos, aunque no lo sepamos. Los propios policías son los primeros que merecen un respeto frente a quienes les quieren llenar de estiércol para salvar su embarrado pellejo.

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