OPINION

La 'neumonía de Wuhan' contagia al automóvil... ¡Que viene el lobo!

Wuhan, el epicentro del brote de coronavirus. / Cedida
Wuhan, el epicentro del brote de coronavirus. / Cedida

Cualquiera que haya operado en el mercado chino o haya realizado algún tipo de negocios en aquel país sabe que lo más complicado a la hora de llegar a buen puerto es tener todos los datos disponibles y pasar por el visto bueno de las autoridades, en un sistema político tan inmenso como jerárquico. Es cierto que una vez que has entrado en la órbita de la economía china y has llegado a algún tipo de acuerdo, los empresarios chinos son buenos cumplidores de sus contratos y aún mejores pagadores. El problema está en el camino hasta lograr esa confianza y el riesgo permanente de que la burocracia acabe de un plumazo con cualquier cosa por razones nunca bien explicadas.

Ese tópico en el área minorista no es óbice para que estemos ante la segunda economía del mundo, con opciones de convertirse en la primera, a no ser que los efectos de una pandemia como la del coronavirus sean más grandes de lo que realmente sabemos. Si haces una consulta a alguna de las familias chinas que viven en España o a las españolas que han vivido en China, hay dos reflexiones que coinciden y que no suelen fallar a la hora de analizar el caso: primero, nunca hay que fiarse en estos casos de los datos oficiales que ofrezcan las autoridades de turno (locales o estatales); y segundo y más contundente: las imágenes que reflejan calles vacías, barrios desiertos y hasta algunos gritos desde las ventanas, no son normales en una ciudad de 11 millones de habitantes como Wuhan, ni en ninguna de las capitales chinas. En las urbes de aquel país siempre hay mucha gente andando por la calle, salvo a algunas horas muy de madrugada.

Si hilamos unas cosas con otras, es evidente que a este lado del mundo no sabemos todavía a ciencia cierta lo que está pasando por el país del sol naciente, y eso da mucho miedo y recomienda estar preparados para lo peor. Los primeros síntomas reales de la envergadura del coronavirus chino se están dando ya en uno de los sectores más críticos para la economía europea, con gran carga en España, la automoción. A nadie le gusta provocar el pánico innecesario ni lanzar alarmas infundadas, pero son muchos días con demasiadas incógnitas, y en España, marcas como Seat ya han admitido que los componentes que vienen de China para los ensamblajes ‘just in time’ de sus plantas robotizadas van a menos y la situación puede empeorar mucho en cuestión de semanas. Hundai y Toyota han paralizado factorías allí y ese contagio económico de un sector globalizado en el que Asia es una zona clave, es lo más preocupante en estos momentos.

Desde el punto de vista económico es fácil comparar el caso de este nuevo virus Covid-19 o ‘neumonía de Wuhan’, con el SARs de hace unos años que también azotó el crecimiento chino, pero con una gran diferencia que no se puede obviar: aquel síndrome respiratorio agudo se produjo en 2002, afectó a 37 países, con especial incidencia en China, pero con una economía que crecía a un ritmo mayor del 11% y que se vio afectada en el consumo, la hostelería y el transporte. Ahora, además de no tener datos ciertos y pese a confiar (con muchas reservas) en que las autoridades chinas están más preparadas, no solo afecta a esos tres sectores y a su consumo, sino que está paralizando uno de los núcleos de la llamada ‘fábrica del mundo’, una zona de donde salen la mayor parte de los componentes de chapa de los coches, los teléfonos móviles, la tecnología de consumo y hasta la construcción, no solo de China, sino del mercado global.

El sistema de vigilancia que hay que poner para analizar cada día (incluso cada hora) el impacto que algo así puede tener en Europa y en España, tan dependientes de lo que viene de allí para algunas de nuestras industrias básicas, es vital. Es seguro que alguien tan precavido como la ministra Calviño habrá establecido ya un ‘retén’ económico que, al menos, permita explicar lo que ocurre con algo de antelación, para que las consecuencias no sean graves. China crece ahora ‘solo’ al 6% y va a menos, y no se pueden utilizar en este caso los baremos de otras pandemias, tanto porque es distinta, como porque no se conocen bien sus efectos y no se pueden prever escenarios de prevención con certeza, pero más nos valdría tenerlos todos analizados y prepararnos para lo peor. Tal vez que caigan las exportaciones de aceite, jamón o despojos del porcino a China sea lo de menos a partir de ahora.

En el ámbito jurídico, acertado análisis del bufete Garrigues advertía esta semana que hasta que no pasen uno o dos años y se resuelvan las primeras demandas judiciales por casos como la suspensión del Mobile, no vamos a poder saber si esto se puede considerar una catástrofe que genera males de fuerza mayor. Si se controla y va a menos a partir de ahora, será difícil que en casos como el del congreso de móviles se pueda demostrar que fue una causa de fuerza mayor la que produjo la suspensión. Se se generaliza la pandemia, los 1.500 muertos son muchos miles más y las decenas de miles de afectados pasan a ser cientos de miles, entonces no solo será catastrófico desde el punto de vista jurídico, sino que estaremos inmersos en una nueva crisis económica que nos vino de oriente sin comerlo ni beberlo. 

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