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¿De qué sirven las ayudas europeas si vamos hacia un nuevo confinamiento?

Realizan pruebas de COVID 19 a las personas que estuvieron en una discoteca de Santa Pola
¿De qué sirven las ayudas europeas si vamos hacia un nuevo confinamiento?.
EFE

Después de más de cuatro meses analizando cada día las encriptadas frases de Salvador Illa, Fernando Simón y su segunda de a bordo para medir la gravedad de la situación con el maldito virus, resulta frustrante ver ahora como a casi todas las cuestiones que se les preguntan y que realmente preocupan a la gente, como las relativas al riesgo de que los rebrotes en algunas autonomías (ya casi todas) vayan a más y nos confinen a todos de nuevo, se quitan de en medio con una evasiva cuasi vergonzante: eso es cosa de cada comunidad autónoma, nosotros lo seguimos y les dejamos hacer.

A veces da la impresión de que ya no es cuestión de un problema sanitario o una cuestión económica, como era la dicotomía durante los momentos más duros de la pandemia y el inicio de la desescalada. Ahora parece que estamos ante una especie de vendetta política, de dejar que los gobiernos autonómicos se estrellen y quede demostrado que con el mando único todo iba mejor. Y todo ello, cuando las noticias de cada día dejan más evidente que faltan rastreadores en la mayoría de los casos, o que no se han organizado bien, no hay suficientes centros de atención primaria o, los que quedan, sobre todo en el mundo rural, están en precario. Es como si se nos hubiera olvidado de repente la tragedia que hemos pasado, que demostró que todas las precauciones son pocas. Tener un rastreador cada 10.000 habitantes (en muchas provincias muchos menos incluso) es la mitad de lo recomendable y de lo que hay en Europa; y si pensamos en que algún turista llegará a España este verano, el problema se hace más grave todavía.

Después de ver como se disparan los rebrotes en dos tercios de las provincias españolas, sin visos de que se frene la curva, se le puede echar la culpa al ocio nocturno, donde se nos va la mano siempre a los españoles; o a las reuniones familiares (quién puede evitarlas); incluso a los temporeros, que ya sabíamos que venían y que había que controlarlos... y se nos han ido de las manos. Podemos seguir buscando culpables, pero estaremos viendo solo la mitad del problema. La otra mitad está en dejar en manos de políticos autonómicos cortos de vista y ansiosos por quedar bien con todo el mundo, un problema que debe seguir rigiéndose por criterios científicos y coordinados a nivel nacional, frente al que la escasez de medios no sirve: es mejor que sobren miles de rastreadores a que se queden los asintomáticos sin controlar. No habrá gasto público mejor aprovechado en este momento que la contratación de un batallón de personas capaces de perseguir, con un mero teléfono y los protocolos debidos, cualquier indicio de que el virus se escapa. A todos nos interesa más ahora poner remedios que, después, buscar culpables. Y que nos nos hable Illa de lo bien que funciona la coordinación autonómica... nunca la ha habido y con el virus delante, menos.

Claro que si elevamos el tiro a la política nacional y esa especie de brazos caídos en los que ha caído Sanidad y su escrupuloso seguimiento anterior de la pandemia, no deja de ser mayor el riesgo que corre el país y, por ende, sus triunfalistas regidores del momento. Lo de las ayudas europeas millonarias ha sido un triunfo o un último recurso, depende como se vea el vaso, medio lleno o medio vacío. Eso dicen incluso algunos de los negociadores que estuvieron en Bruselas, dado que el paso histórico de crear una deuda pública comunitaria para tener dinero con el que salir de esta se ha dado, no por la pericia del incansable Pedro Sánchez, sino porque a los más poderosos de Europa también les interesaba. Los que reducen el cheque anual que pagan a Bruselas no son solo los frugales, son también franceses y alemanes. Es decir, que además de un logro, es un salto al vacío que no ha habido más remedio que dar y del que nadie sabe cuáles serán las consecuencias para generaciones venideras.

Lo que no resulta comprensible para cualquier mente en la que predomine el sentido común es que, si hemos llegado hasta aquí con todo lo que eso arrastra y miles de muertos en el armario (muchos de ellos de la peor forma que se puede morir, solos), ¿vamos a dejar ahora que todo se vaya al traste por no saber formar y contratar rastreadores o porque no hemos sabido preparar la red de centros de salud como para atajar de antemano los brotes?. Una vez que ha bajado de la nube de Bruselas y dejando aparte el problema humano y sanitario, aunque sea egoísta, ¿ha pensado el presidente del Gobierno las consecuencias económicas y políticas que va a tener para su gestión una vuelta al confinamiento generalizado y otro parón económico?

El turismo y la hostelería ya han dado el año por perdido, y es evidente que hay que frenar el ocio nocturno, aunque nos pese. Pero el problema es que un agravamiento de la situación, con el comité científico que todos los días se reunía con el presidente y su equipo de crisis desaparecido en combate o de vacaciones en la playa haciendo surf, puede hacer que se pierda mucho más. Sobre todo, la opción de sacar adelante unos Presupuestos y, con ello, de ordenar y estabilizar de una vez por todas la vida económica y política de este país, que buena falta le hace. Otro confinamiento antes de otoño, sería una catástrofe de tal envergadura que nos podría llevar otra vez a las urnas. ¿De qué nos servirán las multimillonarias ayudas europeas con una economía semiparada de nuevo? Y todo porque no nos hemos querido gastar el dinero público en tomar medidas (u obligar a que las tomen los que deben hacerlo), contratar como es debido a los MIR y crear un ejército de rastreadores. Si no se actúa a tiempo, nadie lo va a entender cuando se busquen excusas exculpatorias. 

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