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Del metal al campo: 'Fuenteovejuna' amenaza de nuevo al señor Comendador

Los trabajadores del sector del metal se manifiestan ese martes a la puerta de la factoría de Navantia de Cádiz
Del metal al campo: 'Fuenteovejuna' amenaza de nuevo al señor Comendador.
EFE

La negociación del convenio del metal de Cádiz se ha convertido en un ‘Fuenteovejuna’ sindical que amenaza con pasar a engrosar la lista de problemas que se le acumulan al Gobierno en el área económica y que amenazan con dar al traste con la tan ansiada recuperación rápida que predica Calviño. Hacía tiempo ya que no saltaban a los medios las negociaciones de las subidas salariales para sectores básicos de la industria de este país con regateos entre las partes sobre IPC, jornada y vigencia del convenio colectivo, sobre todo porque desde la última reforma laboral, la prevalencia del convenio de empresa había dejado de lado este tipo de cruzadas sindicales a la antigua usanza.

Las grandes empresas de la zona franca de Cádiz que tiran del empleo y de las contratas aguas abajo en una provincia azotada por el paro como ninguna, miran de reojo la batalla que los sindicalistas del sector auxiliar están planteando, tanto porque de ello depende que terminen su carga de trabajo a tiempo, como por las propias condiciones que se negocien para los miles de trabajadores a los que afecta el convenio, porque será complicado salirse de ese guion en sus propias estructuras. Es paradójico como de la noche a la mañana, UGT y CCOO han dejado de lado su crisis de representatividad por la dejadez de la afiliación y han saltado a los telediarios con líderes sindicalistas crecidos y, supuestamente, dispuestos a todo para que les suban el sueldo más de un 2% a corto plazo, aunque eso suponga una estrechez tremenda para unas empresas que ya tienen sus márgenes ajustados por la subida de los precios de la energía y los nuevos costes de abastecimiento.

Desde hace apenas cuatro meses, todo llega más tarde y es más caro para la industria de este país, y lo que ahora le faltaba era el resurgir de un poder sindical de antaño que no tiene en cuenta que el mundo está globalizado y las victorias pírricas de hoy pueden ser un estrangulamiento a medio y largo plazo que no mejorará la situación a nadie. Más allá de la mera negociación del medio punto en el salario (a muy pocos trabajadores por cuenta ajena en España les van a subir el sueldo más de un 1,5% este año y el que viene), lo que marca el conflicto de Cádiz es un estado de la situación muy preocupante para toda la economía y, sobre todo, la industria española, justo en el momento en que tenía que recuperar el terreno perdido con las ayudas de la UE y el nuevo escenario de la digitalización y la transición energética.

Detrás de los disturbios de la Bahía de Cádiz hay muchas cuestiones que se están discutiendo en el madrileño Paseo de la Castellana, como el nuevo poder que se pretende dar a los convenios sectoriales sobre los de empresa, la vigencia de esos pactos en caso de desacuerdo (ultraactividad) o las condiciones de las subcontrataciones en los grandes proyectos industriales, tres de las claves que hay sobre la mesa de Calviño y Yolanda Díaz para rehacer la reforma laboral vigente de forma inteligente, o desbaratarlo todo por completo. Este nuevo poder sindical que grita en Cádiz es el mismo que hace apenas un mes recibía a la ministra de Trabajo en el congreso de CCOO a gritos de “presidenta, presidenta”, algo que despertó las alarmas en todos los niveles políticos y empresariales de este país, sabedores de que era más que una anécdota.

Varios de los más significativos líderes del Ibex y de las grandes empresas de sectores como el metal o la automoción, fundamentales y sistémicos en la economía española, miran de reojo el problema gaditano por lo que pueda venir. Si el caso de Cádiz se extiende al todopoderoso sector del metal en el País Vasco o llega a algunos ámbitos energéticos básicos, al auxiliar del automóvil o a las propias fábricas que ensamblan coches, el varapalo puede ser más que preocupante en el momento que vive la economía española, dopada y/o cegada con los fondos europeos y, a la vez, subyugada a la compra de deuda y los tipos de interés que marque el BCE.

Para rematar la faena, el campo vuelve a sacar los tractores a la calle, a la vista de que sembrar cereal este año, a pesar de haber cogido una de las cosechas más importantes y mejor pagadas de su historia (todo hay que decirlo), va a ser muy difícil por la elevación del coste de los fertilizantes y el gasoil. Hasta saber si esta nueva situación de precios en la producción y en la venta ha venido para quedarse, con lo que eso supone de disrupción en su negocio y redimensionamiento obligado de las explotaciones, los agricultores tienen miedo de que todo se decante por lo de siempre, pagar mucho para sacar poco. 

Los trabajadores del metal protestan contra la gran empresa, pero por una cuestión que trasciende hasta la mesa del Consejo de Ministros y es básica para que lleguen los fondos UE y no caiga la economía antes de tiempo. Y los trabajadores del campo van directamente contra el Gobierno, con el aval de la oposición que esta vez va a aprovechar la foto de la pancarta. ¿Se imaginan que llegaran como en el Fuenteovejuna de Lope de Vega, ‘todos a una’ por el Paseo de la Castellana, contra el señor Comendador?

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