Todos los políticos saben que las fotos son necesarias para ‘vender’ sus estrategias y sus soflamas, ya estés en el Gobierno o en la oposición, pero también son conscientes, aunque a veces parezca lo contrario, de que la política no se acaba con una foto; al contrario, muchas veces es donde empieza todo, de forma que en la continuidad y el tesón con el que se sepan desarrollar las leyes o gestionar los servicios públicos es donde está la verdadera 'vis política', la que merece la pena y que tanto brilla hoy, por su ausencia. Pedro Sánchez entra en la semana con dos fotos muy importantes para su devenir como presidente español: una con el supuesto hombre más poderoso del mundo y presidente de los Estados Unidos, Joe Biden; y otra segunda con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, para rematar el plan español de recuperación y resiliencia, reformas pendientes mediante.
Van a ser dos días clave para rematar la imagen de ‘fino estadista’ del líder del PSOE en España, pero también lo van a ser para recordar que detrás de los focos quedan muchos flecos por rematar en algunas parcelas clave de la política española que tocan de lleno las relaciones con ambos mandatarios. En el caso europeo y, más allá de las reformas pendientes de las pensiones y del mercado laboral, para cuyo planteamiento se ha dado una nueva prórroga de gracia al Reino de España, tal y como publicaba Bruno Pérez en La Información esta semana, el refrendo que la presidenta de la Comisión otorga a los planes de Sánchez debería servir para replantearse la organización interna del reparto de fondos y ayudas que se está empezando a hacer. Cada vez son más los empresarios que reniegan de los PERTE, porque su puesta en marcha depende más de la voluntad de Moncloa y del reparto burocrático que se haga con las CCAA, que de la virtualidad o la capacidad de innovación de los proyectos que se plantean. Lamentable.
Con el riesgo inherente a la gobernar por decreto, con el compromiso de ‘descongelar’ después lo que convenga y afinarlo en su debate posterior en el Parlamento, aunque sean en minoría (incluido el decreto de gestión de los fondos que se aprobó con el apoyo de Vox), lo que no se le escapará a la presidente de la Comisión, a poco que pregunte, es esa especie de tebeo en que se ha convertido la gestión de la vacunación por parte de Carolina Darias, incluido el ‘affaire’ de la selección española. Todavía se están oyendo las carcajadas de algunos políticos de la oposición por la ‘envainada’ que ha tenido que hacer de su prohibición de atender a la gente dentro de los bares y las discotecas. Incluso dentro de las filas socialistas hay quien no entiende como después de perder de forma humillante frente a Ayuso y sus huestes de hosteleros, a la hora de desescalar y abrir con la vacunación avanzada se volvía ‘erre que erre’ al mismo error, con la consiguiente bofetada judicial, para gozo de la nueva lideresa madrileña.
Antes de Von der Leyen, el presidente español se sentará este mismo lunes con Joe Biden en un ‘aparte’ de la cumbre de la OTAN, para establecer un primer contacto con el nuevo régimen norteamericano tras el ‘trumpismo’. Aunque no figure en la agenda oficial, lo lógico es que ambos dejen clara su postura sobre Marruecos después de aquel apoyo expreso del expresidente republicano a Rabat en el conflicto del Sahara que tanta fuerza ha dado a los vecinos alauitas para lanzar sus presiones sobre la frontera a la mínima provocación. Biden cuenta con el apoyo de las bases españolas de Rota y Morón como entrada a Oriente Medio, pero Marruecos nunca ha ocultado su interés en ser un socio preferente de los americanos también en ese cometido, y tener clara la postura de la Casa Blanca al respecto es fundamental ahora para España y para la UE.
Detrás de la foto del lunes estarán también todos los intereses de las empresas españolas en EEUU, una vez solventado el conflicto de los aranceles al vino y al aceite, pero con muchos sectores de futuro para España, como la industria de defensa, el aeroespacial, las renovables, la movilidad o la biotecnología, muy implicados en el tejido empresarial americano. Ha costado muchos años hacer de aquel mercado uno de los principales destinos del comercio exterior y la internacionalización de las empresas españolas más punteras, como para dejar que caiga en saco roto. Al contrario, si Sánchez sabe lo que hace, deberá poner por delante la fuerza y el prestigio que todos esos empresarios han logrado en EEUU para no perder nunca al ‘amigo americano’.
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