Artzaia

El gas ruso pone ante el momento de la verdad a la UE

Unas 40 personas se concentran frente al consulado de Rusia en Barcelona por la agresión a Ucrania EUROPA PRESS 24/2/2022
El gas ruso pone ante el momento de la verdad a la UE
EUROPA PRESS

El grado de interdependencia económica y social que se ha generado en los últimos diez años con el desarrollo de las tecnologías de la información hace que la repercusión de un conflicto tan cercano a Europa como el de Ucrania se convierta en algo más que una agresión bélica como otras que, desgraciadamente, ya hemos normalizado. Todos los analistas coinciden en que estamos ante un conflicto que va para largo, y la cautela de la UE a la hora de poner trabas económicas a la Rusia de Putin es un reflejo claro de la prudencia con la que los líderes del Viejo Continente se están tomando la situación, no porque este exenta de gravedad o no necesite remedios urgentes, sino porque de lo que se decida ahora puede surgir un marco geopolítico en cuestiones como las finanzas internacionales, los flujos comerciales, la transferencia de tecnología o la transición energética que hará saltar por los aires lo que hasta ahora conocemos en esos ámbitos.

Occidente no puede comprender la deriva ideológica de Putin y su trabajo de propaganda subversiva que caricaturiza un tiempo ya pasado que se quiere olvidar. Pero la solución, por más duro que sea ver como los ucranianos se enfrentan a la guerra y al dolor cada día, no es una escalada armamentística que, por otro lado, al líder ruso no parece que le desagrade, porque no se siente culpable de nada, por más muertos que sus decisiones generen. Se trata de medir con exactitud el efecto rebote que en las economías ‘aliadas’ puede tener la idea de pone un muro imaginario en todas las fronteras (físicas y virtuales) con Rusia para que el país se ahogue en su propia existencia. O para que una revuelta social abra lo ojos de la oligarquía dominante y les haga entender que ya no se puede volver a la conquista con tanques sobre los más débiles con razonamientos del pasado.

Los Veintisiete y la OTAN saben perfectamente como aislar a la economía rusa. La palabra mágica se llama ‘swift’ y se corresponde con un sistema que sacaría a los rusos de la economía mundial y les dejaría dentro de su propia jaula de oro sin el dinero que les sostiene, fruto de la venta de petróleo y de gas al resto del mundo, sobre todo a la Vieja Europa y a China. Pero los efectos inmediatos fuera de Rusia de tan drástica decisión -que cada día que pasa apoyan más países- son los que generarían verdaderos cambios de paradigma en muchos procesos de reconversión en marcha. El flujo financiero ruso se cortaría en ambos sentidos y habría que compensar esa falta en este lado de la balanza. El golpe al turismo o la transferencia de tecnología serían aguantables, pero el verdadero reto llegaría en el ámbito energético y de las materias primas: Rusia cortaría radicalmente el chorro de gas del que vive Alemania y el centro de Europa y haría estallar el modelo energético de todo el conjunto de la UE, si no lo ha hecho ya.

La estrategia de la llamada Comunidad Energética Europea se basa en una ‘falsa’ creencia de que los problemas con Rusia iban a ser en todo momento coyunturales y salvables con diplomacia. Así lo estableció la Alemania de Merkel, con un sistema de formación de precios de la energía basado en las reservas de gas de Holanda y la supuesta estabilidad del suministro ruso, mientras hacía de menos a la conexión del Sur con Argelia y condenaba a morir a la nuclear y al carbón hasta 2030, eso sí, de forma flexible (menos mal). El paradigma ha cambiado de la noche a la mañana con los tanques rusos en las calles de Kiev; o en las calles de cualquier otro país fronterizo de fuera de la OTAN en cuanto se descuiden sus dirigentes o a Putin le parezca el momento de ampliar su imperio.

No se oculta en España -Ribera y Calviño están a la que saltan con este tema- que ese gas ruso es el que, por el momento, determina una parte importante del modelo de fijación de precios de la energía que se ha instaurado en la UE y que tantos quebraderos de cabeza está generando, incluido a largo plazo el riesgo de escalada de la inflación y la vuelta de una política monetaria restrictiva que mataría la recuperación. España ha sido uno de los países que más ha demandado un cambio de paradigma en la fijación de esos precios energéticos, sin éxito hasta el momento, pero tal vez haya llegado la hora de hablar de una nueva transición energética en la que el carbón y la nuclear aún tengan su ‘long tail’, a la espera de que las renovables logren un nivel de fiabilidad y estabilidad de suministro suficiente. O de reestablecer los lazos con el suministro gasista del norte de África, que lidera España, con los ojos bien abiertos y la fuerza de toda la UE por delante, a la vista de que son regímenes que tampoco se llevan mal con Rusia y tal vez haya que mejorar su implicación con la Europa Mediterránea, la del Sur.

Pero la clave ahora se ha elevado con el nivel de alarma: si se quiere ahogar de verdad a Rusia hay que buscar la forma de que su gas no nos asfixie a todos, ya no valen medias tintas. La cohesión del bloque ‘aliado’ en esta guerra económica y energética tiene que ser más fuerte y tener menos fisuras que en cualquier otro frente bélico que se plantee, porque la fuerza con la que Rusia puede presionar es impresionante. A nadie se le oculta que Putin solo tiene que cerrar el grifo del gas mirando al oeste y abrirlo aún más mirando hacia el este y el nuevo amigo chino. Sin moverse del sillón y con capacidad para buscar alianzas geoestratégicas nuevas que dejarían a Alemania y la Vieja Europa a la zaga, a no ser que sean capaces de generar la fuerza y la unión suficientes. Esa fuerza no puede venir de una Comunidad Energética en entredicho y basada en un planteamiento como el actual, sino en una Unión Europea y de la OTAN en todos los ámbitos (tecnológico, energético, financiero, etc…) sin opción a la más mínima duda o resquicio a la hora de actuar de forma conjunta. La crisis de Ucrania puede pasar a la historia como el momento en el que se demostró de verdad (o no) la fuerza de la Unión Europea y su papel en el mundo.

Mostrar comentarios