Artzaia

Sánchez contra Ayuso: un combate absurdo que nadie gana... y España pierde

Salvador Illa, ministro de Sanidad
El maldito combate Sánchez-Ayuso... ellos no ganan nada y todos perdemos mucho.
EFE

La comparativa (escandalosa) que hizo Salvador Illa este viernes con la incidencia de la Covid en las principales capitales europeas, con índices muy por debajo del madrileño y medidas restrictivas muy por encima de las que hay incluso ahora, no fue casual. Una de las facetas que menos se ha tenido en cuenta de esta especie de pulso absurdo entre Sánchez y Díaz Ayuso por la situación de Madrid, ha sido la imagen que desde la capital de España se estaba enviando al exterior, sobre todo al elenco de socios europeos con los que queremos compartir miles de millones de ayudas en igualdad de condiciones para proyectos supuestamente sostenibles, sanos y eficaces.

Todos los líderes europeos conocen la dureza de la epidemia y sus trágicas consecuencias, y son conscientes de que va a ser muy complicado evitar la escalada de esta segunda ola del virus. Pero a ninguno de ellos les ha temblado la mano tanto como al líder español a la hora de poner cada cosa en su sitio en los núcleos, como Madrid, en los que el contagio comunitario es más que evidente, y donde hay una líder autonómica cuyas decisiones e iniciativas contra la pandemia en el último medio año no han sido precisamente brillantes. Todos los españoles se preguntan, cuando menos, por qué esto ocurre con la comunidad capitalina y no ha ocurrido con ninguna otra de las que han tenido y tienen datos preocupantes; y otros muchos europeos pensarán que, si Sánchez no es capaz de poner orden en su propia casa, cómo va a venir a Europa a pedir fondos como uno de los líderes más eficaces del continente.

Llama la atención que los voceros del Ejecutivo español, desde el ministro Illa al vicepresidente Iglesias, insisten ahora en sus análisis en que la situación de Madrid va camino de un desastre sanitario que penalizará la economía aún más que un parón por confinamiento parcial de la actividad y limitaciones a la movilidad. Y eso ocurre justo al día siguiente en el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanza un serio aviso a navegantes sobre la necesidad de tomar medidas sanitarias drásticas a corto plazo para que la economía mejore a medio y largo plazo y recupere incluso más camino del que pudiera haber perdido al principio. Toda la comunidad internacional se hizo eco de las recomendaciones del FMI sobre la eficacia de los confinamientos (con estado de alarma o con aval de ley orgánica, que más da) para procurar una recuperación más fuerte, una pauta que, de alguna manera, marcará parte del reparto de fondos UE. 

Aunque pueda parecer extraño, esa relación existe y pedir dinero para proyectos de digitalización o de transición ecológica a Bruselas, aplicados en zonas de contagio comunitario y en plena guerra política chabacana entre líderes políticos, es seguro que será más complicado que si se presentan zonas contagiadas, pero estables y controladas. Si no se ataja a tiempo una situación crítica, como la de Madrid, va a dar igual el debate sobre si era una cuestión sanitaria o económica, porque la falta de confianza que se genera en los inversores, ya sea por los contagiados, ya sea por la inestabilidad política, hace huir al dinero, que no entiende de miserias políticas, y deja tocada cualquier recuperación económica. 

Llegados a este punto, no cabe duda de que atajar a tiempo el problema de Madrid, con una Ejecutivo autonómico enquistado, no solo ha sido una decisión política de calado para desbloquear una situación y frenar la pandemia, ha sido un paso estratégico clave que no se podía demorar más si se pretendía que la capital estuviese, como es lógico, a la cabeza del crecimiento que viene. No se puede crecer el año que viene a un ritmo del 9,8% (tras caer más de un 12% en 2020) sin que Madrid esté ahí, libre de polvo y paja para ser la capital y la líder.

Va a costar mucho sacar a Madrid y a toda España de una segunda ola del virus que, sin ser como la primera, amenaza con quedarse hasta el invierno para compaginar su maldad con su prima, la gripe. Pero siendo un poco egoístas, sería bueno tener en cuenta que el esfuerzo que suponen las restricciones que ahora se imponen son, además de necesarias por motivos de salud, la base para que podamos llegar a un bienestar mayor y recuperar, si no todo, parte de lo perdido hasta ahora. El estado de alarma en Madrid para zanjar la desidia política de unos y otros y las equivocaciones flagrantes que se hayan podido dar, debería haber llegado hace más de un mes, y los que han tomado la decisión lo sabían, lo que quiere decir que no valen ahora medallas, porque tan mal han actuado unos como otros. De esto solo cabe una lección: que no vuelva a ocurrir, la gente muere. Hasta la OMS se lo ha tenido que recordar. 

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