OPINION

El verdadero reto del Brexit no está en El Peñón, está en las empresas

Hay que alegrarse de que el Gobierno español haya parado la jugada que pretendía dejar a España fuera de cualquier negociación sobre el futuro de Gibraltar, aunque haya que haber recurrido al extremo de bloquear todo un Consejo Europeo para ello. A partir de ahora, tenemos la base legal y política para establecer una relación directa con El Peñón y ver la forma de que haya un trasvase de renta desde una de las zonas más favorecidas de Europa, a una de las más empobrecidas. Si eso se produjera, sería el gran logro a medio plazo del acuerdo anunciado este sábado por el presidente del Gobierno: que las más de diez mil personas que cada día cruzan la verja para trabajar para los intereses británicos, puedan mejorar sus condiciones vitales en lo posible, mientras no sea posible eliminar el carácter de colonia de ese paraíso fiscal.

Pero el caso de Gibraltar para España no se puede considerar como lo más importante a la hora de defender los enormes intereses económicos y sociales que nos unen al imperio británico ante un Brexit duro que todavía puede ser incluso un 'no acuerdo'. A 'grosso modo', quedan tres grandes hitos en la negociación que desde Moncloa no se pueden dejar atrás, sobre todo porque afectan a más de 200.000 españoles que residen y luchan cada día en el Reino Unido, y a casi la mitad de las empresas españolas, que reconoce tener algún tipo de relación económica o comercial con intereses británicos.

El primer hito es el de las condiciones de los inmigrantes españoles en las islas británicas. En las fases previas de la negociación se ha dibujado un escenario burocrático más o menos amable para que los residentes extranjeros regularicen su posición y se conviertan en 'asentados' o 'preasentados', con un periodo de transición amplio (más de 20 meses) para zanjar la cuestión. Es al Reino Unido al primero que no le interesa perder la mano de obra básica (y barata) que le viene de fuera, y ese extremo lo cuidará, sin grandes cambios en el día a día que se vive allí. Al menos así lo entienden por el momento la mayor parte de los residentes de origen español.

En segundo lugar, las negociación abiertas hace ahora quince meses deben cerrar de una vez el precio que los británicos deben pagar por su salida unilateral de un mercado único que, por más que lo rechacen ahora, siempre les ha dado buenos beneficios. Los 60.000 millones de euros de que se partía hace apenas un año siguen en el candelero e incluso se han admitido desde Londres, pero si tenemos en cuenta el ‘corazón partido’ que hay en el Parlamento británico en la cuestión del dinero y de todo el proceso, nadie puede dar aun por seguro nada.

Y en un tercer plano, más sustantivo e importante para los intereses españoles, está la negociación que ahora debe definir la letra pequeña del acuerdo económico y comercial entre Reino Unido y la UE. Y en ese contexto es precisamente en el que España se juega algo más que el tema de Gibraltar. Un estudio reciente de la consultora KPMG (mayo de este año) realizado con la visión de más de dos mil directivos españoles, dejaba claro que un 46% de las empresas españoles tiene intereses comprometidos, en sus ventas o en sus procesos de inversión, con otras sociedades de Reino Unido.

Puede parecer sencillo, pero solo en términos de adaptación fiscal y de nuevos costes arancelarios, el lío que se les presenta a las empresas españolas es de mucha envergadura. El liderato mundial del derecho anglosajón en el mundo de los negocios siempre ha obligado a adaptarse a las empresas españolas con vocación exterior a esa normativa, en conflictos relativos a competencia internacional y sectores regulados, como el energético o el financiero, entre otros. A pesar del éxodo de empresas que se pueda sufrir por perder el pasaporte financiero en las entidades que operan desde Londres, la City a seguir siendo uno de los centros neurálgicos de los movimientos mundiales de dinero, y la nueva situación fuera de la UE obliga a convertir en complejas situaciones que en el entorno del euro estaban resueltas. De entrada, en el reparto de sedes para las empresas salientes, España se ha quedado a verlas venir, pero sin cazar nada sustantivo, por más felices que se las prometía.

El citado informe advertía que apenas la tercera parte de las empresas españolas afectadas por el Brexit ha preparado planes de contingencia para solventar las complicaciones que puedan surgir, casi todas ellas en el sector financiero o los servicios profesionales. Y hay que recordar que Reino Unido es uno de los grandes inversores en España y su mercado, y uno de los grandes receptores de las ventas españolas en el exterior, en ámbitos como el agroalimentario, la automoción o el sector químico, entre otros. Hablamos de miles de millones en juego y de miles de personas afectadas, que sería muy bueno que tuvieran siempre presentes los negociadores españoles, sin que les nuble el éxito político y parcial de Gibraltar.

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