OPINION

Madrid versus Barcelona: tan iguales y tan distintas

La candidata de Barcelona en Comú a la reelección como alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, con el bastón de mando tras haber sido reelegida. /EFE
La candidata de Barcelona en Comú a la reelección como alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, con el bastón de mando tras haber sido reelegida. /EFE

Tiene que ser muy duro entregar el bastón de mando de un ayuntamiento como del de Madrid después de haber ganado las elecciones con más de medio millón de votos y a sabiendas de que la alternativa de derechas que coge el relevo, por más legítima que sea su mayoría, tiene los pies de barro. Martínez Almeida es alcalde de la capital después de haber cosechado los peores resultados en la historia de su partido, con la oposición dentro de casa y el ‘coco’ ideológico de Vox como apoyo a cambio de doctrina. Al final, un ayuntamiento en el que nadie cede nada y todos se vigilan entre ansias de mandar, que no augura nada bueno para los madrileños.

Tampoco será agradable para los independentistas de ERC haber perdido el bastón de mando de Barcelona, aunque en este caso es frente a una alternativa de izquierdas que no ha fracasado en los comicios (Colau sacó los mismos escaños), con un socio que ya conocen y con el que se entendieron (Collboni), y en este caso, con una minoría de apoyo del francés Valls que, al contrario de la que Cs y PP tienen en Madrid, ha demostrado tener más amplitud de miras que nadie en todo el país. Valls cede a cambio de nada y en beneficio de todos los barceloneses, convencido de que el separatismo solo lleva a la ruina en el entorno europeo. Al final, un ayuntamiento donde se frena a un independentismo que mezcla lo legal con lo ilegal y una Colau tiene la oportunidad de mejorar todo lo que no ha podido en los dos últimos años por la inestabilidad política y social que le rodeaba.

En las dos principales capitales españolas se ha dado la vuelta a la tortilla en los resultados de las municipales, pero con connotaciones muy distintas en cada caso. Los tripartitos en política siempre son endebles. A medio plazo alguien pierde más que los demás y se corre el riesgo de echar todo por la borda por la mayor tontería. Pero ese riesgo es menor cuando se está dispuesto a ceder en las grandes cuestiones que benefician a toda la ciudadanía, y eso, a priori, es más fácil en la Ciudad Condal que en la capital, aunque solo sea porque en Cataluña el conflicto es más grave y afecta a todos los españoles.

Colau tenía este sábado a cientos de independentistas en la puerta del ayuntamiento con fotos de los políticos presos, pero eso es parte del juego separatista catalán, que no desprecia ninguna oportunidad para protestar. En Madrid no había protestas en Cibeles, pero Carmena le ha quitado el sueño con habilidad a Almeida al recordarle que tiene enfrente a medio millón de madrileños vigilando, que se le pueden presentar en la puerta en cualquier momento y que, junto con los votantes de izquierdas, doblan el resultado que él cosechó. Y cuando eso ocurra, tal vez Cs y Vox no salgan al balcón a apaciguar los ánimos. En todo caso, por separado. 

De una forma o de otra, alguien va a acabar pagando caros los platos rotos. Ciudadanos ha jugado con fuego intentando esconder la cara cada vez que aparece la de Vox, pero su juego a varias bandas no ha pasado desapercibido ni entre los españoles ni en las instituciones comunitarias. Una vez avalado lo del vale todo con tal de tener poder, la próxima investidura de Sánchez y cada votación que hagan allá donde tengan algo que decir va ser una reválida para Rivera y la formación naranja. Nadie les va a perdonar nada. A los socialistas, por más que le puedan buscar un hueco a un hombre del talento de Gabilondo en el Gobierno (bienvenido sea), siempre les va a quedar el vacío de saber si con él y con Pepu Hernández pudieron hacer más, o no había más ‘chicha’ que cortar.

En un escenario inestable en más de una docena de grandes capitales españolas, con Madrid y Barcelona a la cabeza, lo lamentable de todo es ver como políticos que han fracasado se ponen tantas medallas como los que, supuestamente, han triunfado. Da la impresión de que en política nadie pierde en España, pero el camino empieza ahora y los grandes sufridores pueden ser los de siempre, los ciudadanos, en la medida en que las decisiones que se tengan que tomar sobre su día a día en los servicios municipales, se vean bloqueadas porque unos por otros, la casa se queda sin barrer. Entonces estarán justificados los malos augurios de quienes después de este sábado ven escraches por todas partes. Como remedio, sólo se me ocurre recomendar el libro del hombre sabio más joven que conozco, que tiene más de 80 años y es capaz de reinventarse cada día: ‘Manual para vivir en la era de la incertidumbre’, de Antonio Garrigues.

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