OPINION

Ni caravanas, ni mítines... El 10-N se juega entre Cs y los debates de la tele

Entramos en las dos semanas más definitivas de esta especie de segunda vuelta electoral que se va a celebrar el próximo 10-N, en la que las encuestas hasta ahora publicadas van a ser menos significativas que los datos que ofrezca el CIS justo antes de empezar la campaña electoral de forma oficial, el próximo viernes. Uno de los principales estrategas de Sánchez reconocía hace un mes que, con el cabreo lógico que tiene la sociedad por tener que volver a votar ante la incapacidad de los políticos para ponerse de acuerdo, las encuestas publicadas a más de quince días de la fecha electoral corrían el peligro de equivocarse todas de forma desastrosa, tal y como ocurrió en las elecciones recientes de junio de 2016. Sólo el CIS acertó algo (poco), sobre todo porque cuando se consulta a la gente en caliente y ante la quinta votación en un año, más que intención de voto, lo que se recogen son estados de ánimo, muy negativos.

Siendo una teoría cierta y a la vez matizable, lo que permiten estas dudas sobre las encuestas es sobrevivir a quienes parece que lo tienen más crudo (Ciudadanos y Podemos) y controlar la euforia a quienes van llenando el cesto de seguidores (Vox), a sabiendas de que la mayor abstención, que es lo único casi seguro que se puede predecir, va a beneficiar de forma matemática a los dos partidos más votados (PSOE y PP). Los nacionalistas de todo tipo estarán como siempre, con su voto fiel, y con el Más Madrid de Errejón todo puede pasar.

Más allá de los datos demoscópicos, la mayor certeza que los estrategas que cocinan las campañas tienen es que las caravanas electorales, salvo raras excepciones como la de Vox, no van a servir más que para amarrar los votos que ya se tenían e intentar que la aversión hacia lo político que se ha instalado a todos los niveles en España no impida que, al menos, su gente vaya al colegio electoral. Pocos mítines y actos por provincias como los que ya estamos viendo antes de la pegada de carteles van a conseguir nuevos adeptos para nadie, salvo el caso de quienes quieren romper por el hartazgo y apuntarse a alguna corriente radical y centralizadora, como la de la extrema derecha inteligente y astuta que están desarrollando los seguidores de Abascal.

Sobre esa base de lógica política, ¿dónde puede estar el caladero de votos para mejorar los resultados del 28-A en poco más de una semana de campaña real a cara descubierta? Solo puede haber votos nuevos en dos sitios: primero, entre la mitad del electorado de centro de Ciudadanos, que reniega ya de un partido en crisis por las idas y venidas que provoca la tremenda inseguridad de su presidente; y segundo, en los debates televisados de portavoces, ‘portavozas’ y líderes que se han organizado en los canales de más audiencia y que siguen siendo el opio del pueblo, por encima todavía de los manejos en las redes sociales y los influencers de turno. Precisamente, será en esas apariciones televisivas donde la formación de Albert Rivera tenga la ocasión de recuperar la credibilidad perdida y evitar que la masacre que todos les auguran sea demasiado cruenta. Nos guste o no, la tele vuelve a mandar mucho y ante las cámaras será donde no se puedan cometer errores. Será incluso mejor no salir a ganar que perderlo todo.

El encuentro de los portavoces políticos de RTVE el mismo día en que se abre la campaña, será una aperitivo de lo que el día 4 se apunta como el combate trascendental entre los cinco líderes con más fuerza en la Academia de la Televisión: Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias y, como novedad esta año, Abascal. No podrá estar Errejón, pero si sabe jugar sus bazas, como hizo Vox en abril con un mitin multitudinario muy difundido justo antes del evento televisivo, puede hacer que su presencia sobrevuele el plató de María Casado. El remate del día 7 en La Sexta, con solo ‘portavozas’ no servirá para corregir los fallos que hayan cometido sus líderes tres días antes, aunque cabe todavía la incógnita de a quién va a mandar Vox, no porque no tenga mujeres competentes, sino porque en las generales solo tiene portavoces hombres. Espinosa de los Monteros no entendía (con razón) por qué no podía ir él a ese debate como portavoz oficial del partido, aunque todo apunta a que le tocará a su esposa. Sin ánimo de desmerecer a Rocío Monasterio (todo lo contrario) ¿han pensado los organizadores el impacto que tendría un debate de todo ‘portavozas’ con el portavoz de Vox? Ya puestos a montar el espectáculo…

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