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Nos acordaremos de Ribera y Sánchez; y pediremos ayuda a Botín y Galán

Sánchez y Ribera en el debate del estado de la nación
Nos acordaremos de Ribera y Sánchez; y pediremos ayuda a Botín y Galán
EFE

Ójala me equivoque, pero esta última semana antes de las vacaciones oficiales de los líderes socialistas han surgido dos de las cuestiones que más les pueden pasar factura dentro de apenas tres meses, cuando Europa entre en la crudeza de un verdadero ‘juego de tronos’ y Vladimir Putin ponga un muro entre su gas y nuestras calefacciones de consecuencias tan duras e imprevisibles, que ningún gobierno de la UE ha expuesto con la crudeza que merecen todavía. En primer lugar, ese momento de angustia será cuando nos acordemos de que la ministra Ribera nos aseguraba antes del verano que el recorte de entre el 7% y el 8% en el consumo de gas en España era poca cosa, asumible casi sin sentirlo ni en las empresas ni en los hogares. Y en segundo lugar, vendrá a nuestra memoria la frase de Sánchez en su balance estival de este viernes para defender lo indefendible sobre los nuevos impuestos a banca y eléctricas, que encierra un verdadero desafío a las grandes empresas de este país: “Si Botín o galán protestan, es que vamos en la buena dirección”.

Es evidente que el presidente del Gobierno esta ya en clave electoral y no ve más allá de los votos que supone cada medida de las tomadas en una de las legislaturas más complicadas de gestionar los últimos cuarenta años, y de las que quedan por tomar, pero declarar la guerra a los grandes empresarios españoles, que representan a la máquina que mueve la economía, el trabajo y gran parte del bienestar de todos los ciudadanos, es una torpeza de dimensiones bíblicas que le puede costar muy cara al presidente. A Galán, a Botín y a todos los grandes empresarios, no es que les siente mal pagar impuestos, porque se dejan cantidades ingentes cada año en las arcas de Hacienda. Lo que es un insulto a su inteligencia y a la de la mayor parte de los empresarios españoles, grandes, pequeños y medianos, es tener que pagar una especie de impuesto que no pretende serlo sin la base jurídica, legal y lógica necesaria para ello.

La propia idea de no considerar tributo a la nueva exacción a la banca o a las eléctricas, para evitar que se les acuse de doble imposición y de una montaña de argumentos de Derecho Tributario que echarían por tierra su justificación, es el reconocimiento implícito de que ambas figuras adolecen de la base legal que el ordenamiento jurídico ofrece a todo el sistema impositivo español y que, con sus imperfecciones, es también la base de la convivencia de nuestro país. La batalla jurídica está servida, será larga y dura, y es muy probable que tenga consecuencias para las arcas públicas cuando el Gobierno que metió la pata haya pasado a la historia.

En el mismo evento de rendición de cuentas antes de las vacaciones, el presidente se vanagloriaba de recibir otros 12.000 millones de los fondos UE con la coletilla de que somos los alumnos más aventajados de Europa en recibir el oxígeno inversor que se generó para compensar el parón de la pandemia. Lo que se le olvidó decir al líder socialista es que, además, somos el socio comunitario que más lo necesita para poder presentar unos Presupuestos medianamente decentes, en los que los fondos sustentan la inversión, tanto para reindustrializar el país, como para tirar de muchos programas públicos que, de otra manera, serían un tremendo coste o un gran fiasco. En ese momento del discurso no se le ocurrió pensar en que la fuerza tractora de las grandes empresas es la que mueve los PERTE de los que tanto presumen el Gobierno, que a pesar de tener un 40% de pymes implicadas en todas sus convocatorias de contratación (atascadas), sin el tirón de las grandes empresas ni el apoyo de los bancos, de los Botín y los Galán de turno, no se podrían llevar a cabo.

Llegará el invierno y veremos como se cumple la profecía: los recortes del gas ruso también llegarán a España. Ese 8% de recorte es mucho en un país en el que no se produce gas, a pesar de que pueda ser uno de los que más lo mueven y lo tramitan hacia otros destinos, algo que sirve para negociar en Bruselas, pero cuya efectividad está poco clara por la falta de conexiones suficientes con el resto de Europa, como se ha advertido en muchas ocasiones y que parece no se valora lo suficiente. Entonces, con precios altos, crecimiento nulo, hipotecas al alza y poco crédito, seguro que nos acordaremos de Sánchez y de Ribera, aunque a quien debamos pedir ayuda sea a los grandes empresarios para que nos saquen del atolladero. 

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