OPINION

Que nadie nos tire por la borda una vida de cien años

Si me permiten una comparación simplista, se puede decir que los códigos de conducta de la economía y las finanzas (el dinero) se asemejan en gran medida a los que rigen para el mundo de la equitación (los caballos): lo que marca su actitud es siempre el miedo y la incertidumbre hacia lo que puede venir. Ambos se pasan la vida consumiendo recursos y vigilando a su alrededor, y en los dos casos, la reacción ante cualquier amenaza es la misma: salir corriendo y alejarse lo más posible de los focos de peligro.

Con ese afán típico de cada fin de año de repasar como empezamos y como terminamos el ejercicio, resulta constructivo ver como algunos riesgos que provocaban la tan temida penumbra económica hace doce meses han bajado su intensidad, mientras que otros siguen latentes. En nuestro entorno global más cercano, en enero de 2017 todo el mundo temía las decisiones proteccionistas de Trump, las consecuencias del Brexit y los resultados electorales de Francia y Alemania, entre otras grandes cuestiones de la geopolítica internacional; en enero de 2018, el Brexit sigue siendo algo largo y duro de resolver, pero hay una base y está descontado en la mayor parte de las economías; Donald Trump ‘muerde’ menos de lo que parecía y perdona impuestos a las empresas; y tanto Merkel como el ‘renacido’ Macron han solventado las papeletas en el corazón de Europa.

Tanto la economía española como el conjunto de la UE han acabado el año sin la pereza con la que lo empezaron. Después de un 2016 sin Gobierno, España crece un 3% mientras que el entorno europeo se está por encima del 2%, datos que auguran buenas perspectivas para los años venideros. Si hacemos caso al ‘buenismo’ oficial del Gobierno de Rajoy, podemos contar con la vuelta a ladrillo y la inversión pública en infraestructuras para mantener el ritmo de creación de empleo.

Hasta ahí, lo mejor que podríamos hacer estos días de medio asueto de la Navidad y el Año Nuevo es leer el libro de “La Vida de 100 Años” (Linda Gratton y Andrew Scott) y empezar a pensar en un mundo nuevo, en el que todos podemos ser centenarios y nuestra existencia está marcada más por la flexibilidad a todos los niveles y un devenir de muchas etapas que deja atrás las tres clásicas de “formación, trabajo y jubilación”. La tecnología, la interconexión social y económica global y una vida media de un siglo, son ya un hecho real, que obliga a todo el mundo a ir mirando en perspectiva su futuro y buscar su propio camino, sin que la edad marque la etapa que te toca vivir y cada cual pueda elegir las fechas de sus propias decisiones.

Con estas perspectivas más o menos esperanzadoras, pero lejos ya de la crisis dura que no nos ha dejado dormir a gusto durante años, resulta grotesco cuando menos pensar que, el mayor miedo que la economía española tiene ahora (y que Europa mira con mucho interés por la cuenta que le trae) es si habrá o no un Gobierno fiable en Cataluña que permita el progreso y no lo tire todo por la borda en virtud de un independentismo fuera de lugar y de época.

Dicen los teóricos de la macroeconomía que la incertidumbre política tiene tres grandes riesgos claros: la arbitrariedad en las decisiones de un Gobierno inestable (seguridad jurídica), la falta de inversión directa productiva (empleo) y el retroceso en el flujo de capitales financieros (financiación). Cuando en España y en la UE hemos casi superado esos tres riesgos a duras penas, la ciclogénesis explosiva triple se cierne ahora sobre Cataluña y, por ende, sobre toda la economía española, y no nos deja pensar en las grandes opciones de disfrute y gozo que nos puede dar una vida de 100 años. Resulta que nuestra posible felicidad futura y no tener que preocuparnos demasiado por la edad de jubilación, depende a corto plazo de que un tal Puigdemont pueda ser president por plasma en diferido, o de que más de media docena de cargos autonómicos electos en Cataluña salgan de la cárcel o de su autoexilio en Bruselas, para volver a entrar y ser juzgados por supuesta sedición y hasta rebelión. O lo que es más sangrante, que independentistas de izquierdas y de derechas (que nunca antes habían comulgado juntos) se jueguen ahora al parchís y gracias a una normativa electoral obsoleta, quién debe mandar en el Govern y quién en el Parlament de todos los ciudadanos de Cataluña, sin respetar que más de la mitad de ellos no les quieren ahí y sin ser el partido más votado.

Para no agobiarse y empezar bien el año, aunque sea breve, se puede volver a la comparación inicial del dinero y el caballo. Una de las cosas que ambos tienen en común es la confianza mutua: si no confías no inviertes, ni te subes a lomos de quien puede más que tú para que se deje llevar y ambos lleguéis a buen puerto. Desde arriba y pendiente de tu alrededor, se ven las cosas de otra manera, con más amplitud. Si se me permite el doble consejo: leer un libro sobre una vida de 100 años y empezar el año con un paseo a caballo, puede ser una buena forma de iniciar los próximos doce meses, incluso en Cataluña.

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