OPINION

Ronaldo, Messi... los futbolistas ante el Fisco y la 'ignorancia deliberada'

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esulta cada vez más habitual ver en los titulares informativos como futbolistas de primer nivel involucrados en procesos judiciales por delito fiscal, llegan a un acuerdo con la Fiscalía, admiten su culpabilidad ante el juez y pactan una pena asumible para sus ingresos y para su situación personal. Los últimos han sido Alexis Rodríguez y Marcelo, pero podríamos elaborar un listado de varias decenas de ellos que, si no han cerrado ya el acuerdo extrajudicial para salir airosos de un supuesto delito en el pago de impuestos, lo están contemplando. Lo primero que se nos viene a la mente en este tipo de casos, algunos muy mediáticos, como los de Messi o Ronaldo, es muy básico: si al final todo se va a reducir a una cuestión de dinero, y de eso tienen más que suficiente para poder pagar al Fisco sin arriesgar su patrimonio, qué sentido tiene que lleguen hasta un proceso penal (la última ratio del Derecho) y dejen su reputación a la altura del barro cuando se les ve sentados en un banquillo y cuasi acongojados. ¿Les compensa perder su imagen de héroes y ejemplo para la juventud y la afición, por un puñado de euros?

No vamos a defender aquí que pagar impuestos es agradable, ni mucho menos. En el caso de los futbolistas, las reglas de tributación en España para ese tipo de rentas altas e irregulares ha tenido interpretaciones y litigios de todo tipo, desde las ventajas de la Ley Beckham (ya derogada) hasta la regla del 85/15 que marca la norma legal básica en estos casos desde diciembre de 1996, que estipula que solo el 15% de la retribución total de un futbolista se pueda declarar como derechos de imagen y por tanto, a una fiscalizad inferior por el Impuesto de Sociedades (28%), frente al 85% restante que (ya sea como rendimientos del trabajo o de capital mobiliario) deben tributar en el IRPF al tipo marginal máximo (un 47% o más según qué comunidades autónomas sean). Eso sí, se abre la opción de crear sociedades a las que ceder los derechos de imagen, que como tales tributarían por un tipo menor, pero siempre que se justifique que es necesario y justificado hacerlo, y Hacienda lo sepa y lo admita. Si en lugar de ello, se crean esas sociedades en paraísos fiscales o en territorios de baja tributación, lo que los inspectores sospechan e indagan hasta el final es si lo que se ha hecho es una simulación, es decir, crear esa sociedad solo para ocultar los millones realmente cobrados como derechos de imagen y adaptar la tributación a lo mínimo.

Ese es uno de los grandes problemas que tienen las figuras del fútbol (y otros famosos y artistas) con la Agencia Tributaria española, con más o menos matices. El modelo español es mucho más duro que el británico por ejemplo, con el que venía a España Cristiano Ronaldo, entre otros. “Aquí, tener mucho optimismo tributario está de más”, decía recientemente un experto en temas fiscales, consciente de que la vara de medir en nuestro país en estos casos es mucho más rigurosa que en otros lugares. No debemos engañarnos tampoco: un futbolista profesional tributa en España, como poco, la mitad de todo lo que cobra, más que la mayoría de los contribuyentes con diferencia. Hay muchos casos famosos en que se ha llegado al 60% de las rentas totales obtenidas, con lo cual parece normal que quieran asesorarse bien, para medir en lo posible la sangría. Hay que tener en cuenta además, que lo del fútbol son vidas laborales de éxito y millones durante una década, poco más, de forma que lo ganado en ese tiempo debe servir para vivir una vida completa. Y no todos los futbolistas ganan lo mismo que las grandes figuras.

Es cierto que la pelea con Hacienda está servida y que es muy difícil ganar a la Agencia Tributaria cuando calcula, interpreta y acusa, con la legitimidad de que defiende el dinero de todos los españoles. Y es entendible que los futbolistas, asesorados mejor o peor, litiguen por la vía administrativa con todas las armas que puedan, siempre dentro de la ley. Hasta ahí bien: por esa vía, sin llegar a lo penal, arriesgan solo dinero, lo que se supone que deben pagar más una multa que bien puede superar el 150% de esa cantidad. Lo que no es lógico es que además de héroes en el campo de juego, se crean héroes ante la Inspección de Hacienda, y pasen de lo administrativo a lo penal, sin la seguridad de que tienen serias opciones de ganar el partido, sobre todo porque si hasta ahora no lo han hecho ante la AEAT, mal lo van a hacer ante un juez y un fiscal que se van a regir por los informes del Fisco. Llegar a correr ese riesgo, como han hecho Messi o Cristiano, no tiene lógica: su reputación se hunde, la sociedad les condena antes de ser juzgados como defraudadores, sus goles valen menos y, además, pueden tener que ir a la cárcel (con una pena de más de dos años ingresarían en prisión, y con una menor si tienen antecedentes penales). Y tras devolver lo defraudado, pueden tener que pagar una multa de hasta seis veces esa cantidad, algo que sí que afectaría duramente a su patrimonio.

Ningún asesor legal que se precie, y mucho menos si conoce el ámbito fiscal y su derivada procesal penal, puede aconsejar a una figura del fútbol que vaya a por todas, porque la sociedad y la afición están de su lado y saben que las estrellas no pagan impuestos, los negocian y les perdonan. Es cierto que cada caso es un mundo. A Messi le han condenado por unos papeles de cesión de derechos que firmó con 17 años, y no se puede pensar que Ronaldo creó su estructura legal solo para simular sus ingresos, cuando la traía hecha desde hace seis años en Reino Unido, donde sí le funcionaba. Tampoco todos los asesores son iguales ni siquiera cercanos. Estoy seguro de que si a Ronaldo le hubieran dicho en 2014, cuando intentó regularizar su situación (cinco años después de su llegada a España), que el problema era únicamente pagar un 10% a Hacienda por lo derechos de imagen, en lugar de un 5%, lo hubiera hecho y ahora no estaría pendiente de sentarse en un banquillo por un delito de 14,5 millones de euros. Unos le aconsejaron bien, otros mal. Se equivocó.

Lo que no vale en España es balbucear ante el juez lo de “yo no lo sabía”, o “esto lo hacían mis asesores, yo solo firmaba”, lo que en términos jurídicos se conoce como la “ignorancia deliberada” y que los jueces tienen muy claro y estandarizado en sus resoluciones, sobre todo para estos casos: cuando alguien gana mucho dinero, tiene la obligación de saber que también tiene que pagar mucho dinero al erario público, porque es lo que se demanda y rige en la sociedad en la que vive. Lo contrario es intentar engañarnos a todos, y eso es un gol anulado por claro fuera de juego.

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