Artzaia

Sánchez contra Sánchez... Sólo puede quedar uno

Pedro Sánchez
Sánchez contra Sánchez... Sólo puede quedar uno.
DPA vía Europa Press

Nunca pensó María Jesús Montero que el libro blanco de los expertos a media legislatura para justificar una reforma fiscal aplazada de antemano le iba a saltar en el peor momento posible: con una guerra en liza, la economía cegada por los precios de la luz y la oposición en modo seudonacionalista moderado reivindicando autonomía financiera en sus regiones. A estas alturas, casi da igual lo que diga el informe de los sabios, a sabiendas de que una reforma fiscal, como tal, no se va a poder aplicar hasta un hipotético siguiente Gobierno, si se ganan las elecciones. Algo parecido a lo que pasa con la ley de vivienda, cuya mayor utilidad va a ser que ha cerrado, aunque sea en falso, las rencillas entre los socios de Moncloa, que han pasado de crisis con Iglesias, a meras pataletas zanjadas siempre con la diligencia de izquierdas de Yolanda Díaz, capaz de templar gaitas incluso cuando hay que mandar armas a Ucrania.

Las 784 páginas y 118 propuestas que hacen los expertos de Montero tampoco han supuesto una novedad supina sobre todo lo que se ha hablado en materia de fiscalidad en los últimos dos años, ni el documento sorprende por su carácter innovador o transgresor en uno u otro sentido. Si quitamos el polvo de la paja y retiramos todo lo que es susceptible de pertenecer a los capítulos de un manual actualizado de Hacienda Pública o Derecho Tributario, podemos concluir que, para ese viaje, tal vez no hacían falta tantas alforjas. No hay propuesta de cambiar tramos, ni tarifas, ni se pone orden en el caos fiscal de las autonomías, ni se analiza bien el IVA de las cosas, ni siquiera se atreven a tocar Sociedades más allá de lo que ya se ha hecho.

El resultado final es un análisis teórico del modelo fiscal en el que no se ven ventajas claras para los ciudadanos de a pie, y sólo destaca una obsesión que impregna toda la obra desde el principio y hasta el final, que parece ser su razón de ser: hay que recaudar más como sea y tenemos que atajar las aventuras tributarias sobre Patrimonio y Sucesiones de las comunidades autónomas que rebajan impuestos para atraer votos. Es decir, todo contra Díaz Ayuso, en una pelea en la que todo va a depender, más que de Montero, de la reacción del nuevo PP de Feijóo para apoyar (o no) la cruzada fiscal de la presidenta madrileña.

Es evidente que el foco de Moncloa no está puesto ahora en la fiscalidad o en la vivienda. Ni siquiera en la pandemia. Ha llegado un tsunami llamado Ucrania y provocado por Putin que ha dejado atrás todas las preocupaciones, no solo de Sánchez, sino de todos los españoles, que ven incongruente una guerra tan cercana en el mundo del progreso social y la tecnología, tanto por la falta de humanidad que supone, como por las consecuencias que puede tener. Ya no sabemos qué es peor, si la subida de la luz y de los precios de los alimentos en pleno parón económico, o el riesgo de que una central nuclear estalle y deje de importarnos lo material para gritar un sálvese quien pueda. Lejos del catastrofismo que planea sobre cualquier guerra, máxime si está en las puertas de la casa común europea, el conflicto ha colocado a los gobiernos de la UE ante un escenario muy complicado, que en el caso del Ejecutivo español se hace especialmente difícil: el riesgo es perder la recuperación que nos habían vendido con unos fondos europeos millonarios antes incluso de que sea una realidad.

La pregunta es ¿qué le preocupa más a un ciudadano, la llegada del dinero de la UE para recomponer la economía o que le van a duplicar el precio de la luz, el depósito de gasolina y la cesta de la compra? Y lo que es peor para un político, cómo contestar a esa pregunta sin recurrir a la demagogia de que una cosa va con la otra, bajo el riesgo provocar un cabreo aún mayor a cualquier persona que se siente engañada y sin soluciones. Es cierto que Pedro Sánchez lleva muchas pruebas superadas ya: salió de su propio ‘harakiri’ en el partido, sobrevive en coalición y con mayoría minoritaria, ha capeado una pandemia mundial con habilidad y hasta tiene predicamento en la UE (más que en EEUU). Pero ahora, en lugar de dar el paseo triunfal con los fondos, se le ha puesto delante una guerra de alcance mundial, que le puede llevar a un bloqueo económico interno con estancamiento e inflación altas, mortal para sus intereses a menos de dos años para las elecciones generales y poco más de uno para las autonómicas y municipales. Rivera, Iglesias y Casado, sus máximos contrincantes hace apenas dos años, se han quedado ya en la cuneta y Sánchez se afana en garantizar que no va a adelantar las elecciones y va a finalizar la legislatura. Pero una guerra lo cambia todo…

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