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Sánchez topa el precio del gas y (de paso) toda la legislatura

Pedro Sánchez
Sánchez topa el precio del gas y (de paso) toda la legislatura.
CONTACTO vía Europa Press

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero en la batalla sin escrúpulos de la alta política española están al orden del día. Ya hay quien compara el momento difícil que vive el Gobierno de Sánchez con los últimos días de Zapatero, cuando se negaba la crisis financiera que ya teníamos encima. También hay quien asemeja la irrupción de Feijóo con los momentos fulgurantes del que viene de salvador, que duran hasta que se estrella con la dura realidad de su partido desde dentro y desde fuera por un problema de definición de nacionalidades que, en la figura del presidente y su gestión nacionalista de los últimos años en Galicia, no es menor. Pero la última comparación que más se lleva dentro incluso de las filas socialistas es la del tope del gas y el tope de la legislatura: una vez que sea verdad lo de bajar la factura de la luz y después de tres años gobernando a golpe de decreto, ¿qué le queda por hacer a Sánchez después de las elecciones andaluzas, más allá de corregir los errores de estrategia de su coalición para afrontar con ciertas garantías unas generales más pronto que tarde?

Los dos retos legislativos más importantes a los que se enfrentaba al final de esta legislatura, más allá de la crisis energética sobrevenida por el conflicto de Ucrania, eran la reforma fiscal para adaptar los tributos al ideario socialista de subidas contra los ricos para frenar el déficit desbocado de su gestión, y la definición de un nuevo modelo de financiación autonómica que debería suavizar las rencillas territoriales y calmar las soflamas nacionalistas e independentistas como siempre se ha hecho, repartiendo dinero público. Esos dos cambios trascendentales ya no se van a acometer en el próximo año y medio, en el que nos conformaríamos con bajar algo la inflación aunque sea haciendo trampas en el mercado del gas o en las estadísticas del INE.

Tampoco parece que la remodelación de Gobierno de julio de año pasado que dejó fuera a pesos pesados como Redondo, Ábalos o Calvo, haya sido todo lo efectiva se esperaba contra la irrupción de figuras como Isabel Díaz Ayuso o Alberto Núñez Feijóo. Las nuevas ministras ‘supercompetentes’ de Vivienda, Ciencia, Educación y Portavocía parecen ser más un peldaño intermedio hacia una remodelación más definitiva y con tinte electoral tras el periplo de las elecciones andaluzas, que un adalid de virtudes de gestión como para tapar los ataques -más o menos demagógicos- de las figuras emergentes del PP o Vox.

El tablero de ajedrez andaluz va a ser más clarificador aún que el de Castilla y León de dos hechos que van a marcar el futuro político y, por ende, económico a medio plazo: por un lado, el poder real que puede llegar a desplegar Vox con responsabilidades de Gobierno que nunca ha tenido, con Macarena Olona como máxima expresión y escaparate ante la opinión pública (si es que logra empadronarse); y por otro lado, el nivel de deterioro interno que sufre el PSOE en lo que ha sido siempre su feudo y soporte electoral del sur, con un Espadas que no derrocha carisma y un Sánchez en horas bajas, mal visto todavía por los rescoldos de la quema ‘susanista’.

Con esos mimbres delante y la recuperación del turismo este verano como gran reto salvador de la economía (una vez más), todo apunta a que la recta final de la legislatura empieza a la vuelta de vacaciones, con equipos que van a ser renovados en los dos principales partidos de Estado, ya sea por desgaste o por novedad, sin margen para hacer grandes desarrollos legislativos. El presidente ha encargado la elaboración de los Presupuestos por cumplir el calendario que así lo marca y tener algo que decir a finales de septiembre, pero con tal grado de incertidumbre económica por el gas ruso que cualquier estimación que se haga se puede quedar obsoleta en una semana, como le ocurre a las previsiones de crecimiento de Calviño. Frente a ello, Sánchez ya sabía cuando aprobó las cuentas de 2022 que con una simple prórroga para las siguientes llegaba al año electoral sin más problemas que el manejo de fechas a conveniencia y en coordinación con la presidencia de la UE del segundo semestre de 2023. 

Eso, sin llegar a ser ‘tumbarse a la bartola’ hasta las urnas, deja claro que una vez pasadas las andaluzas (y sus consecuencias), ya no importa siquiera la supervivencia de la coalición de Gobierno con una izquierda morada bajo mínimos. Todo pasa por cerrar flecos en algunas autonomías con líderes díscolos para que no jueguen en contra del objetivo común de repetir en Moncloa, y sentarse a negociar con Yolanda Díaz, porque serán más necesarios que nunca los votos de su plataforma, con la ayuda de Errejón y la izquierda que se pueda salvar de la debacle podemita. La cuestión que salta entre la gente normal para este año y medio antes de votar de nuevo es ¿en manos de quién estamos… y en manos de quién vamos a quedar?.

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