OPINION

Se buscan políticos sensatos (si hay) para atender el voto de centro

Fotografía de Pedro Sánchez saliendo de Moncloa / EP
Fotografía de Pedro Sánchez saliendo de Moncloa / EP

A pesar de todos los malos augurios que se están lanzando sobre el devenir de la economía para un año tan ajetreado como el que acaba de comenzar, sobre todo tras el aviso a navegantes de Apple, un exministro de Hacienda y gran conocedor de las cuentas públicas de este país, tanto las que había como las que vendrán, advertía una dato muy importante que hay que tener en cuenta: cualquier contratiempo macroeconómico se va a afrontar con una situación muy saneada de las empresas españolas, que han reducido su ratio de endeudamiento financiero de forma drástica tras una crisis brutal y, desde hace cuatro años, con los tipos de interés bajo mínimos, mejoran en sus ingresos y logran posiciones de caja positivas y preparadas para invertir.

Se trata de una combinación 'ganadora' que jamás se había dado en el tejido empresarial español con los niveles actuales, tal y como se reflejan en los datos y los análisis que hace el Banco de España, y que tiene un valor añadido más: mucha de esa nueva actividad y esa regeneración de activos de las empresas (que prácticamente tuvieron que renacer entre 2008 y 2013) se ha hecho mediante inversión y ventas en el exterior, lo cual amplía mucho su actual campo de acción. “Ya me gustaría a mí haberme encontrado con una situación así y no el desastre que me dejaron sobre la mesa en 2011”, se lamentaba el exministro.

Hablando en términos genéricos, a esos empresarios es a quienes ahora ha exigido el Gobierno de Pedro Sánchez un esfuerzo fiscal importante, para sacar los 2.600 millones de euros que va a costar la subida de las pensiones y del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Ya sea mediante la subida de las bases de cotización a la Seguridad Social, con el aumento del Impuesto de Sociedades, el nuevo impuesto ‘verde’ o la tasa tecnológica, de una forma o de otra, el dinero tiene que salir de algún sitio para intentar cuadrar unas cuentas públicas, siempre en entredicho, aunque solo sea sobre un papel. Y las únicas capaces de generar recursos para compartir entre todos vía impuestos son las empresas, las mismas que han capeado una crisis a duras penas, reinventándose sobre sus cenizas.

Curiosamente, los analistas que gestionan grandes patrimonios y cuya especialidad es ver por dónde irá la economía antes que los demás, auguran un buen año 2019, no porque vaya a serlo en sí, sino porque es difícil que haya un ejercicio tan nefasto como el que se ha terminado. Habrá turbulencias con el Brexit, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, elecciones en España de todo tipo, incertidumbre en Italia, posible subida de tipos de interés… pero para este tipo de expertos, esos son problemas conocidos y descontados, de forma que se pueden sortear manejando bien las inversiones de sus clientes hacia el hueco en el que se pueda ganar algo. El gran agujero negro está en la incertidumbre, en lo que pueda surgir sin haber sido previsto.

Una de las cosas que más temen quienes se juegan el dinero cada día, ya sean empresarios (la mayoría pequeños y medianos) o inversores, son las decisiones de los políticos y la falta de medida a la hora de anunciar lo que dicen que van a hacer, sea real o ficticio después. La economía sufre tanto con las soflamas de Vox, como con los globos sondas de Pedro Sánchez y sus ministros, ávidos de reformar todo lo que se pueda, en continua campaña electoral de la mano de Podemos. Y tan mala es la vuelta a la derecha ortodoxa y aznarista del PP de Pablo Casado, como la eterna indefinición de Ciudadanos.

Siempre se ha dicho que los empresarios son de derechas, pero no creo que eso sea cierto del todo. Más bien, los empresarios son de quienes sepan hacer que una sociedad progrese sin que ello suponga un campo de minas para su actividad. Es decir, de quienes generen estabilidad y seguridad jurídica, para poder hacer negocios y avanzar en igualdad de oportunidades en un mercado que ya es global. Tal vez ese sea el camino del centro político, en el que todas las encuestas sitúan a la mayoría de votantes de este país, pero que se está quedando desierto por los escoramientos hacia derecha e izquierda del escenario político.

Andalucía también ha servido de ejemplo de ello: ese centro es seguramente el que se ha quedado en casa, porque no tenía una alternativa política sensata para seguir adelante sin tener que pegarse con nadie. Y en ese centro político es donde se sitúan la mayoría de las pymes y las rentas medias de este país, que solo quieren que les dejen trabajar en paz después de todo lo sufrido. Volver a esa senda intermedia entre los extremos de Voz y Podemos es un trabajo muy duro, que hay que hacer ciudad por ciudad de cara a las elecciones de mayo, primero, y para no cargarse el futuro económico del país, después. Otra cosa es que haya políticos a la altura de ello o, unos por otros, prefieran buscar el cambalache electoral y el poder por el poder, sin importarles que quienes pagan sus decisiones y les sustentan, no salen de casa a votar porque no les dejan una alternativa mejor. 

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