Artzaia

Si el catastro y el IBI se revisan cuatro años atrás ¿por qué la plusvalía urbana no?

Montero
Si el catastro y el IBI se revisan cuatro años atrás ¿por qué la plusvalía urbana no?
Europa Press

Hay que reconocer que la plusvalía urbana ha sido siempre un impuesto realmente doloroso de pagar y difícil de comprender por la total desproporcionalidad que existe entre su coste para los contribuyentes, siendo un tributo local, y el efecto de redistribución de la riqueza o la financiación de bienes y servicios públicos indivisibles que puede generar para la sociedad, que es para lo que se supone que pagamos impuestos según la teoría de la Hacienda Pública. Se paga lo que haga falta por el IVA y el IRPF con la seguridad de que es la forma de financiar nuestra convivencia, así como por otros tributos o tasas plenamente justificados en nuestro ordenamiento, pero hace tiempo ya que nadie entendía por qué tenía que pagar por el incremento de valor del suelo donde estaba su casa (no por el incremento de valor de la casa, que eso es otra plusvalía cuyo pago es más entendible y hasta asumible).

Cuando ahora lees el borrador de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la esencia de este tributo, es decir, si sentido para tener cabida en el ordenamiento jurídico, y ves que señalan que “el mantenimiento del actual sistema objetivo y obligatorio de determinación de la base imponible, por ser ajeno a la realidad del mercado inmobiliario y de la crisis económica y, por tanto, al margen de la capacidad económica gravada por el impuesto y demostrada por el contribuyente, vulnera el principio de capacidad económica como criterio de imposición (art. 31.1 CE)”, se te cae el alma a los pies. La argumentación del borrador cuestiona la esencia misma del impuesto por muchas razones, pero sobre todo porque no se corresponde con una de las bases de nuestra sociedad: que cada cual pague impuestos en virtud de su capacidad económica y no sufra situaciones de verdadera confiscatoriedad, que es como sufrir usura desde el sector público.

Ya no es la forma de calcular la base imponible, que es algo circunstancial, es que el tributo en sí debe ser reformulado de arriba a abajo o, simplemente, eliminado. Ese incremento del valor del suelo en cualquier sitio se hace por la urbanización de terrenos o por la inversión en infraestructuras adyacentes, que no siempre paga solo la Administración, sino que sufragamos en gran parte los contribuyentes con otras tasas nada desdeñables. Y eso no se descuenta. Al contrario, el valor catastral que sirve de referencia para este y otros tributos similares, o el valor de referencia que se vaya a establecer con un coeficiente arbitrario por parte de la alcaldía de turno, sí que se han revalorizado mucho en los últimos años. Sin piedad con el contribuyente, que hasta en las zonas rurales ha visto como el Impuesto de Bienes Inmuebles (la antigua Contribución Urbana, que también aumenta el valor del suelo) se le ha disparado, a pesar de que el pueblo donde se ubique esté perdido en el agujero negro de la España vacía (que no vaciada).

A la hora de darle firmeza al borrador que tienen en marcha los magistrados del Tribunal Supremo vendría muy bien que tuvieran en cuenta el agravio que ha supuesto esa plusvalía urbana en el conjunto de la tributación de los entes locales, así como la evolución que esos impuestos han tenido. La perspectiva histórica (reciente) y funcional (comparativa) de la imposición local puede ser fundamental a la hora de decidir si los contribuyentes tenemos o no derecho a reclamar por, al menos, los cuatro años en los que se puede revisar cualquier conflicto con Hacienda. Ya no entro en la metedura de pata de decir una cosa en una nota pública y otra en un borrador, pero para evitar males mayores en la sentencia que se publique, sería bueno echar un vistazo a lo que les ocurre a los contribuyentes si no hubieran pagado correctamente ese u otro impuesto local, no por no cumplir con la normativa del momento (devengo), sino porque las normas han cambiado y el Fisco siempre se arroga el derecho a cobrar por el año en que cambia el valor de referencia y los cuatro anteriores.

La plusvalía urbana y el IBI son primos hermanos, y los sucesivos ‘catastrazos’ que se han aplicado en España han multiplicado el coste para los ciudadanos de forma irreverente. Las zonas de referencia que se utilizan para marcar los baremos del nuevo valor catastral son las mismas en una urbanización de lujo que en un pueblo perdido de la comarca más despoblada de España que esté a menos de veinte kilómetros a la redonda, para no tener que hacer demasiadas cuentas, supongo. Como siempre, casos hay para todos los gustos, pero está demostrado que, ahora, tener casa en el pueblo y reformarla poco a poco, que siempre ha sido algo de las clases más humildes que en su día emigraron a la ciudad a ganarse la vida, se paga a precio de chalé de lujo ante Hacienda. Y no solo eso, se regulariza el año de la reforma y los cuatro anteriores sin contemplaciones y de una vez, porque si no, los recargos son también implacables.

Esa misma firmeza es la que ahora deberían tener los magistrados del Supremo para ser lo más justos posible y, en lugar de cortar por lo sano y no permitir que se reclamen las plusvalías urbanas injustas antes de la publicación de la sentencia, abrir la opción para que el ciudadano pueda ejercer el mismo derecho que ejerce Hacienda contra él en tributos similares y pueda exigir los cuatro años en los que nada hay firme nunca con Hacienda. Es muy loable que desde el Constitucional no se quieran complicar las cosas demasiado y prefieran salvar del lío y la avalancha de trabajo a los juzgados y a los técnicos de la Agencia Tributaria y las oficinas de recaudación de los ayuntamientos, pero esa no es su función. Si la plusvalía es injusta, no lo es solo después de la sentencia, lo es antes, y esa es la situación que, dentro de la ley, hay que recomponer y resarcir a quien haya sido perjudicado, aunque eso suponga soltar miles de millones que se han cobrado mal por parte de la Administración. Nunca tuvo tanto sentido lo de Hacienda somos todos, para lo bueno y para lo malo. 

Mostrar comentarios