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Tener en cuenta a la gente, ahí está la clave del cambio

Feijóo
Tener en cuenta a la gente, ahí está la clave del cambio.
EFE

Alberto Núñez Feijóo ha abierto una nueva etapa en el PP tras el periplo de Pablo Casado y con visos de hacer una política dura contra el Gobierno, pero tal vez más constructiva en lo que respecta a los grandes temas de Estado, como la renovación de los jueces, las medidas contra la guerra o el aprovechamiento de los fondos europeos, cuando más necesarios son. Seguramente, en su discurso inicial como presidente haya dicho muchas verdades absolutas y presentando objetivos con los que todo el mundo está de acuerdo, sea de la ideología que sea, pero con un añadido en el que, a pesar de ser del acervo común de todos los políticos, a todos se les olvida en cuanto llegan al poder: tener en cuenta a la gente, con modestia, pero sin olvidar que todo el mundo tiene unas necesidades que están por encima de la ambición de los votos.

Esa aseveración en estos momentos llega más dentro que nunca a muchas personas que ven como los gasolineros no pueden afrontar las improvisaciones del Gobierno de Sánchez, que habrá que esperar un mes más para ver si la luz baja, aunque quede todavía muy cara, y aunque la inflación dispara el coste de la vida, la gente tiene que ser moderada a la hora de pedir subidas de sueldo. Tampoco nos equivoquemos. Ahora gobierna Sánchez y es la diana de todas las balas, pero antes estuvieron Rajoy y Aznar, los dos grandes referentes que se ha puesto el nuevo líder del PP, y cayeron en la misma trampa por la misma razón, porque el ejercicio del poder acumulado hace que a los políticos se cansen y se les olvide que la gente existe, y que sufre.

El nuevo líder del PP entra con mucho apoyo, con ganas de gobernar y en el peor momento posible para el PSOE de Sánchez que, como también ha dejado caer en su primer discurso, esta siendo “desbordado por la realidad”. Frente a ello, le queda el hándicap de no estar presente en el Congreso para defender sus posturas, una función que delegará en su equipo para no quedar atrás ante la opinión pública. Con los pros y los contras, lo que se genera en la política española es un nuevo escenario en el que la derecha de siempre debe volver a ocupar un espacio al que hasta ahora no llegaba y que estaba siendo ocupado por la extrema derecha de Vox, más que otra cosa.

Lo que parece que tiene muy claro Feijóo es que el periodo electoral de año y medio que ahora se abre va a estar muy centrado en la economía y la capacidad que desde la política se tenga para llegar a lo que de verdad necesita la gente, muy cansada y desgastada tras el calvario de haber pasado de las limitaciones de una pandemia mortal a una crisis económica sobrevenida antes de tiempo que les afecta directamente a los bolsillos. La presencia de patronal y sindicatos y los guiños del presidente gallego en su primera alocución como líder nacional son un claro mensaje de que ahí es dónde se va a jugar la gran partida económica. De otro lado, las elecciones andaluzas van a ser el primer examen de los populares en el plano puramente político, más por el peso de Vox en la comunidad que por el resurgimiento del PSOE, muy gastado tras décadas de dominio. Pero el verdadero duelo, si no se adelanta todo a este otoño, va a venir en 2023, cuando haya que volver a votar en Madrid, con el resto de las municipales y autonómicas de mayo y en la antesala de las generales.

Al Gobierno de Sánchez le va a pesar sobremanera la falta de reacción ante la subida de la luz, la improvisación de la bonificación de los carburantes y el golpe a la credibilidad que se ha llevado con los fondos europeos, cuyos efectos positivos han quedado completamente aniquilados por el día a día de la gente, para dejar en el ambiente una sensación de desamparo muy difícil de remontar. Sánchez cuenta con el poder del Estado, los debates del Congreso y el aparato propagandístico que es capaz de poner en marcha para recuperar el crédito que tuvo y que tan rápido se le ha caído; y Feijóo aprovecha el impulso de ser líder más esperado y deseado de la derecha, capaz de tapar el desagüe hacia Vox y de hacer daño a los socialistas donde más les duele, en las cosas de la gente que “cada día se levanta a currar”, con sus propias palabras. 

Habrá cambios de estrategia y de actitud entre unos y otros, según convenga y con más acuerdos de Estado que hasta ahora, pero ante el desgaste que acumula la población, el gato al agua se lo va a llevar quien menos defraude a la gente, más diga la verdad y mejor sepa preocuparse por lo que de verdad importa, sin complejos ni egos, con la “modestia” de la que hablaba el nuevo líder popular, para ganar la confianza de los votantes, y además merecerla.

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