OPINION

Un castillo de naipes en Moncloa con Pablo 'el travieso' a punto de soplar

El abrazo
El abrazo
EFE / Paco Campos

 Uno de los abogados de los negocios más influyentes de este país aseguraba hace tiempo que en España somos especialistas en generar problemas sin necesidad donde nunca los había. Lo que no sabíamos hasta ahora es que eso era así también en las altas instancias del Gobierno, con un presidente rodeado de asesores, el mando único que le da el estado de alarma y toda la información a su disposición. Más allá de lo bochornoso del pacto fantasma con Bildu para derogar la reforma laboral -tan dura con la temporalidad como útil para salir de la crisis¬ , lo grave de la cuestión está en el trasfondo que deja y que no hay que perder de vista para no llevarnos las manos a la cabeza ante el periplo político para la supuesta reconstrucción económica que se nos viene encima.

A bote pronto, es evidente la inseguridad que presenta un Sánchez desesperado por negociar con quien sea y como sea para seguir adelante, aunque eso deje en evidencia que en su gabinete hay dos formas muy distintas de gobernar: la que nos prometió en campaña electoral con una Nadia Calviño como guardiana de la esencia económica del país, que a pesar de todo ha demostrado que sabe ceder en su ortodoxia ante una tragedia sanitaria tan fuerte; y la de su socio de gobierno por el ala de la izquierda radical, Pablo Iglesias, que tras su escudo social esconde un caudillismo al más puro estilo Putin en sus primeros tiempos. Sus jaques al consejo de ministros le han valido la aclamación de una mayoría de sus fieles seguidores sin más soflamas que la de acabar con los ricos a cualquier precio, para repartirse su botín. La imagen de su nueva elección como líder único de Unidas Podemos genera una tremenda nostalgia de la revolución social que supuso el 15-M, al que le debe casi todo. Lo de entonces era esperanza; lo de ahora da miedo.

Ese ‘corazón partío’ que golpea a Sánchez en su consejo de ministros se puede ver hecho más cachos aún si tenemos en cuenta que sus socios de mayoría absoluta en el Congreso no le van a perdonar ni una sola veleidad más como la que ha tenido. Los dirigentes de Bildu todavía se regodean de la carambola mediática que han logrado en la cara de sus eternos rivales y sin embargo amigos del PNV. Nada de eso va a ser gratis para Moncloa, por más que el presidente se tirase toda la mañana del jueves llamando a unos y otros para intentar explicarles que la cuadratura del círculo es posible. Por otro lado, tampoco le será fácil evitar al mando único de Moncloa el coste de su nuevo idilio con Ciudadanos, eternos enemigos de cualquier tipo de nacionalismo, sobre todo si es catalán y ERC está detrás. Los naranjas de Arrimadas están incluso convencidos de que los últimos desafíos de Iglesias pretenden dejar claro que las inmediaciones del presidente son territorio de caza de Iglesias, y no lo va a compartir con nadie.

Con ese plantel sobre la mesa, los empresarios en pie de guerra y la tragedia de la Covid remitiendo poco a poco, la economía sigue como puede y, paradojas de la crisis, resulta que una España más empobrecida, con el turismo en coma y muchos sectores ávidos de inversión, sigue siendo atractiva (y barata) para los inversores extranjeros, que en la recuperación de la anterior crisis ya han visto que el país es capaz de reponerse con rapidez. Tal vez no sea agradable hablar de dinero con decenas de muertos cada día y el miedo al virus detrás de las mascarillas, pero mi amigo el abogado que odia a quienes solo saben generar problemas para nada, sabe que hay mucho dinero esperando a que España levante un poquito la cabeza para apostar por muchos sectores que siempre han sido un buen negocio.

Así salimos de la anterior crisis y así se puede salir de todas las crisis, con dinero. Para ello, al igual que hace seis años, solo hacen falta dos cosas: estabilidad política y seguridad jurídica. Aunque Juan Carlos Campo lograra el milagro de reducir siquiera unas décimas el atasco de la Justicia, sin saber aún desde cuando se reinician los plazos procesales, con los mismos jueces, menos dinero y un sistema digital del siglo pasado… el dinero que esté pensando en llegar a España va a salir huyendo con poquito que indague en el castillo de naipes al que Sánchez ha fiado toda su estrategia política, con Iglesias mirando de reojo.

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