OPINION

Ya dijo Villarejo que lo suyo iba a ser un grave problema de Estado

La nueva jueza del 'caso Nicolás' archiva la investigación que responsabilizaba a Villarejo de una grabación al CNI
La nueva jueza del 'caso Nicolás' archiva la investigación que responsabilizaba a Villarejo de una grabación al CNI
EUROPA PRESS

La irrupción del exsecretario de Estado de Seguridad del PP, Francisco Martínez, como imputado en una de las piezas separadas del caso Villarejo, la operación Kitchen, marca un antes y un después en la instrucción de esta macrocausa y empieza a dotarle de unas dimensiones y un grado de implicación muy peligrosos. No es la primera vez que a la cúpula del entonces ministro de Interior con Rajoy, Jorge Fernández Díaz, se le implica en esta trama. Además del espionaje al extesorero del partido Luis Bárcenas, también se les acusó de financiar con dinero público (fondos reservados) una investigación sobre las relaciones de la cúpula de Podemos con Venezuela, en busca de algún indicio o prueba que sirviera para desacreditar al partido de Pablo Iglesias, algo que se quedó sin aclarar pero que metió a la formación morada de lleno en la trama.

Un somero repaso del proceso revela como empezó poco a poco, después de que un grupo de policías de Asuntos Internos (después defenestrados por la llamada ‘policía patriótica’ de Fernández Díaz y Martínez) descubrieran que habían un comisario merodeando en el caso del ‘pequeño Nicolás’, un tal Villarejo, que hacía negocios de todo tipo con sus investigaciones privadas con la ventaja competitiva de que era un supuesto ‘agente doble’, es decir, que en su producto podía ofrecer los resultados de las mejores técnicas policiales aplicadas a nivel privado (Cenyt) junto a las investigaciones de la mayor de las máquinas de indagar, la propia del Estado. Nadie podía competir con eso en el mercado, y de ahí que quien pudiera pagarlo, como por ejemplo una buena parte del Ibex 35 español, no pudieran evitar caer en la tentación de tener en sus manos los trapos sucios de la competencia, o de quien quisieran. Es más, si no lo tenía, el comisario ya se buscaba la vida para que pareciera que sí en supuestos informes de inteligencia, al más puro estilo de la picaresca española trasladada al siglo XXI.

Llevamos más de dos años de investigación policial y judicial desde que saltara a la luz Villarejo, y más de tres si incluimos las pesquisas del caso Nicolai. Y lo único que hasta ahora se ha hecho es enredar la madeja más y más. Pero cuando el caso ha llegado al estadio del antiguo Gobierno de Rajoy, creo que los ciudadanos merecemos muchas aclaraciones cuanto antes, porque los malentendidos y las conexiones entre casos son demasiadas, y es sabido que una información, buena o mala, solo se aclara (o se frena) con una información mejor.

Más allá de Nicolás, Bárcenas o Villarejo, es necesario que quede claro de una vez por todas qué hicieron los 'policías patrióticos' que el Ejecutivo de Rajoy puso en marcha, aunque solo sea para conocer que ocurrió con la guerra de comisarios. Eugenio Pino, el todopoderoso DAO de Fernández Díaz apartó a Marcelino Martín Blas y su equipo. Después de haber descubierto el desfalco del pequeño Nicolás y al propio Villarejo (de ahí nació todo), pasó de ser un grupo de élite de Asuntos Internos a desperdigarse por los destinos más inverosímiles del escalafón policial. Ahora que Martínez ha sido llamado ante el juez, es necesario saber qué pasó para poner a cada cual en su sitio.

También es necesario saber cómo se movía de verdad Villarejo entre los grandes empresarios para darles información siempre con facturas y métodos sospechosos. Si cualquier alto mando policial te dice que los agentes dobles secretos no existen (están registrados), ¿por qué a este le dejaron hacer lo que quiso? ¿Quién estaba dentro sacando papelitos sobre investigaciones policiales y quién de sus allegados sigue estando ahora en cargos fundamentales para la investigación, con capacidad para influir en lo que jueces y fiscales ponen en marcha? Son cuestiones muy graves que denostan a una institución fundamental para la democracia, como es la Policía Nacional, y que había que haber cortado por lo sano hace tiempo para que no quedara ni el más mínimo indicio de que puede volver a repetirse.

Es seguro que el inminente levantamiento del secreto judicial en la pieza separada del BBVA nos va a aclarar muchas cosas del proceder del comisario con las grandes empresas y si en el proceder de alguna de esas tramas de escuchas y espías se vulneró la ley. Será fundamental que el banco demuestra que su forensic es algo más que una prueba de parte en la que se cuenta solo lo que conviene y se tapa lo demás. El BBVA es un banco sistémico en España y el país no se puede permitir ni un ápice de duda o sospecha sobre lo que ocurrió, porque es más que un banco lo que está en juego. Si añadimos Iberdrola, La Mutua, Repsol y muchas más que van a salir, la cuestión ya no es de un comisario y un empresario, es de toda la economía española.

A la economía se le añade la parte política, con el antiguo Ministerio del Interior en entredicho y, del otro lado del arco, la implicación de Podemos en calidad de acusación popular, pero también con su lado oscuro. El cisma de fin de año entre el responsable de los asuntos jurídicos de ese partido y sus dirigentes esconde una trama, cuyos protagonistas están ahora, nada más y nada menos, que en los primeros niveles del Gobierno de coalición Sánchez. En medio hay acusaciones muy graves que afectan incluso al principal fiscal anticorrupción del caso, un posible incendio que habría que atajar a tiempo, antes de que dé al traste con todo lo avanzado hasta ahora.

El caso Villarejo lo tiene todo. Empezó con un chaval sin importancia llamado Nicolás, siguieron algunos casos de empresas menores, se enlazó con el Ibex 35, ha tocado operaciones de calado internacional, ha llegado al extesorero del PP y la supuesta financiación ilegal del PP, ha roto la policía con una guerra de comisarios y ha tocado a la estructura de Gobierno, al estar implicado ya un exsecretario de Estado del Gobierno. Y mientras jugamos a las dos Españas con Guaidó como nuevo mesías del PP y unos Premios Goya para mayor de Sánchez y sus socios, el monstruo crece sin que nadie se ponga a reflexionar que, lejos de las tribulaciones de un comisario astuto y avaricioso, estamos ante lo que él predijo que era, un verdadero problema de Estado.

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