OPINION

Es la trampa de la liquidez: ¡Acuérdate, se estudia en primero!

Mario Draghi, BCE
Mario Draghi, BCE
EFE

Corría el mes de agosto del año 2007 y la mayoría de españoles había iniciado sus vacaciones. El ambiente era normal, la economía se mostraba vigorosa y los negocios iban bien. El Consejo de Gobierno del BCE, en su sesión ordinaria del 2 de agosto de aquel año, decidió mantener sin variación los tipos de interés, que estaban fijados en el 4%. El análisis económico y financiero concluía que la "zona del euro ha seguido registrando un crecimiento económico sostenido", los datos de Eurostat respaldaban la "persistente fortaleza de la economía de la zona del euro" y "los riesgos para estas perspectivas favorables de crecimiento económico están, en general, equilibrados a corto plazo. En horizontes a medio y a largo plazo, los riesgos continúan apuntando a la baja, debido principalmente a factores externos".

El 9 de agosto, una semana después, el BCE observó a las 10:15h perturbaciones en el mercado monetario, observación que se tradujo a las 12:30h en una operación de ajuste por la que se inyectaron a 49 entidades del sistema financiero 95.000 millones de euros. Para tomar una referencia, recordemos que la última vez que se había recurrido a una operación de estas características fue el 12 se septiembre de 2001, tras el trágico atentado de las Torres Gemelas. Y que, en aquel entonces, ascendió a 69.300 millones de euros.

Pero volvamos al 2007. Los problemas no terminaron con la inyección del día 9. Al día siguiente, el 10 de agosto, el BCE volvió a realizar otra operación de ajuste por 110.000 millones de euros a 62 entidades. El día 13, 84.000 millones a otras 59.

A partir de ahí, el balance del BCE nunca volvió a estabilizarse. La denominada política monetaria no convencional ha venido agrupando una serie de inyecciones monetarias. Bien como préstamos a diferentes plazos, bien mediante la adquisición en firme de activos, que han situado el saldo del balance del emisor del euro en 447.000 millones de euros al final del 2018, frente a los 105.000 millones de hace 12 años.

Situémonos ahora en la actualidad, casi doce años después de aquellos primeros episodios de inestabilidad monetaria. Por un lado, tenemos a un BCE cuyo Consejo de Gobierno, en su sesión del 13 de diciembre pasado, anunciaba el inicio de la desactivación de la política monetaria no convencional. Pero que, sin embargo, en su sesión del 7 de marzo de 2019, tres meses después, anuncia una nueva tanda de inyecciones extraordinarias hasta 2021. ¿No les recuerda esto a aquellos hechos de 2007 en los que el 2 de agosto el BCE veía todo bien y el día 9 inicia una senda que ha llevado a cuadruplicar su balance?

Podemos leer también en estos días un interesante estudio publicado por el Banco de España, en el que analiza el impacto que los tipos de interés negativos durante un tiempo prolongado tiene en el margen de intermediación de las entidades de crédito, en su rentabilidad y en el volumen y condiciones de la concesión de crédito.

Se parte de la Encuesta de Prestamos Bancarios, en la que un 74% de las entidades participantes reconocían que los tipos de interés negativos habían perjudicado su margen de intermediación. Sobre este resultado de la encuesta cabría afirmar que o bien las entidades no perjudicadas tienen un negocio enfocado a banca de inversión o banca privada (cuyos ingresos se basan en comisiones y no en intermediación); o que, sencillamente, no dicen la verdad al contestar la encuesta.

El razonamiento el sencillo. Aunque los tipos de interés al que los bancos prestan el dinero no es negativo o nulo en operaciones nuevas, lo cierto es que unos tipos estructurales negativos disminuyen la referencia del tipo de activo. Por el contrario, los depósitos tienen un tipo mínimo de cero, pero este tipo no nunca subirá aunque se eleven los tipos estructurales. En consecuencia, cualquier entidad que se dedique a la intermediación en banca comercial se tiene que ver afectada por este efecto.

Otra de las cuestiones que refiere el informe es el hecho empírico de que aquellos bancos que se consideran afectados por los tipos negativos (recordemos que son el 74% de los encuestados) tienen una ratio media de capital más baja (concretamente 1,2 puntos porcentuales). La posible razón que deduce el estudio es que un escaso nivel de capital limita la expansión de la oferta crediticia. De nuevo, se podrían introducir algunos matices. En primer lugar, el propio estudio reconoce que no hay diferencias significativas en el volumen de crédito ofertado por las entidades afectadas y las que no. En segundo lugar, una mayor concesión de crédito podría aumentar el margen de intermediación, siempre que el diferencial de tipos sea positivo. Pero eso no tiene por que incrementar la rentabilidad. En este sentido, cabe recordar que los instrumentos de capital son más caros y, además, que a mayor capital, menor rentabilidad, toda vez que este se sitúa en el denominador de la ratio.

Finalmente, el análisis concluye que el nivel de tipos negativos no estaría causando una contracción del volumen de crédito ofertado por los bancos afectados. Esta idea debería, en mi opinión, encuadrarse con diversas circunstancias que afectan al crédito tanto o más que el nivel de los tipos de interés, como es el notable incremento de las exigencias de capital. También hay que recordar que los tipos comerciales no son negativos, como es lógico; son negativos la facilidad de depósito y el euribor. Y llegados a este punto sería interesante conocer si el euribor se calcula con operaciones reales o teóricas.

Pero por encima de todo, debemos recordar la trampa de la liquidez definida como "la situación en la que al estar los tipos de interés próximos a cero la preferencia por la liquidez es infinita, por lo que cualquier actuación del banco central tendente a incrementar la oferta monetaria, carecerá de efectos significativos sobre los tipos de interés, la producción o los precios".

¡Acuérdate! ¡La estudiamos en primero!

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