OPINION

Un granjero con buen ojo para los diamantes

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Son las cosas que tenía Sudáfrica en el siglo XIX, que ibas dando una vuelta por el campo y te podías encontrar un diamante tirado por el suelo. Y justo ahí es cuando entraban en juego personajes como el que hoy nos ocupa: un astuto granjero que hizo su fortuna recogiendo las gemas que los lugareños le traían.

La tradición viene de lejos. El famoso diamante Eureka, el primero descubierto en ese país, fue encontrado en 1867 por Erasmus Jacobs, un chaval de 15 años. Y lo usaba como juguete.

Su madre, ignorante del valor del pedrusco, pero intrigada por su brillo, se la enseñó a su vecino Schalk van Niekerk, un coleccionista de piedras curiosas. Van Niekerk se ofreció a comprar al joven Jacobs la piedra, pero la madre se la regaló y rehusó cualquier tipo de pago por una "piedra inútil". Niekerk se la prestó a un amigo, que la llevó a la ciudad para identificarla.

Resultó ser un diamante de 21.25 kilates.

La piedra preciosa recibió ese nombre, Eureka, porque fue el primer diamante encontrado en el país, hoy uno de los mayores productores de diamantes del mundo. Fue expuesto en la Expo 1867 de París, cedido por su propietario y finalmente fue adquirido al granjero por 1500 libras, un auténtico dineral de la época. No sabemos si los Jacobs vieron finalmente algún dinero de la transacción, pero queremos creer que sí.

Y lo creemos porque Niekerk se convirtió en la persona a quién acudir a identificar piedras extrañas en la región en la que vivía. Su siguiente jugada le salió aún mejor. Apenas un par de años después, en 1869, Niekerk se hizo con la legendaria Estrella de Sudáfrica, con un valor de 47.69 kilates.

El diamante fue encontrado por un joven pastorcillo que vivía en la Granja Zandfontein, cerca del Orange River, la zona donde el pequeño Jacobs encontró aquella primera piedra. En este caso, el pastor no le regaló nada y Niekerk trató de ser justo: se lo cambió por 500 ovejas, 10 bueyes y un caballo, prácticamente todas sus posesiones, las cuales habían aumentado con la venta del Eureka.

La jugada le salió bien, puesto que apenas unos días después acudió a Hopetown, la ciudad más próxima, y lo vendió por 11.200 libras de la época. Más de un millón de euros en la actualidad.

El primero de los diamantes acabó volviendo a su región de origen: tras cambiar varias veces de manos, recaló de nuevo en Sudáfrica en 1967, para alojarse en el Museo Kimberly Mine, donde se exponen varios objetos relativos a la historia de las minas de diamantes del país. En el caso de la Estrella de Sudáfrica, tras ser tallada y revendida, se exhibe en el Museo de Historia Natural de Londres.

No fueron los únicos casos: durante los siguientes años del siglo XIX se encontraron más diamantes de gran valor. En 1870, sin ir más lejos, y no demasiado lejos de la zona del Orange River, se encontraron otros dos diamantes, uno de ellos de 52 kilates.

Por suerte o desgracia, Niekerk no puso sus manos encima de estos hallazgos. Ni falta que le hacía: aunque nunca dejó su granja, pudo vivir su vida tranquila y cómodamente con lo que había conseguido y asegurar el futuro de sus hijos.

Vía Famous Diamonds

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